Páginas

José Félix Ribas y la juventud venezolana - César Rengifo

 

José Félix Ribas y la juventud venezolana

César Rengifo

Hace algunos años con motivo de celebrarse en la población de Valle de la Pascua una de sus periódicas ferias, tuvo lugar en la sede de una institución local la exhibición de un conjunto de objetos y documentos históricos conservados en la región. Entre los primeros mostrábase un recipiente de piedra labrada destinado a contener agua y que había servido para guardar la que había consumido Bolívar cuando su permanencia y riesgos en el Rincón de los Toros. Igualmente, en un sitio especial se encontraba un banco rústico, largo, con respaldo, similar a los usados en nuestras iglesias de pueblo. En dicho banco había pasado José Félix Ribas, prisionero de los realistas, su última noche, en las primeras horas del día siguiente seria asesinado por una chusma de esbirros comandados por Lorenzo Figueroa, alias Barrajola, quien hacía de teniente de justicia de Tucupido y vinculado estrechamente a los terratenientes de la región, todos acentuadamente antindependentistas. Por referencias orales de testigos del dramático suceso se conoce que el asesinato del héroe se produjo entre sarcasmos y burlas, siendo montada por sus verdugos una parodía de tribunal donde uno fungía de cura, otros de payasos o bufones y uno de juez. El hecho ocurrió la mañana del 31 de enero de 1815. La presencia de aquel banco motivaba en los transeúntes sensibles a los grandes hechos de nuestro pasado histórico, multitud de graves y dolorosas cavilaciones. Noche fresca y clara sobre las sabanas boscosas de Tucupido: cantos de gallos rompiendo la quietud de los corrales y hatos lejanos; las cuerdas apretando implacables las manos y los pies; el cansancio y el sueño que quieren doblegar la voluntad de estar lúcido frente a la muerte que habrá de venir; los recuerdos llegando por todas las vertientes de los hechos que, sumando historia, han buscado y buscan construir la patria. 

Es el 19 de abril, y las reuniones previas en su casa preparando la conspiración que ha de ir contra el mayor imperio del orbe. Emparan, turbado y vacilante; el dedo del padre Madariaga, moviéndose como un péndulo, que habrá de cambiar la historia venezolana y de América toda; Salias, el capitán Ponte, el pueblo, las campanas, los cohetes, luego Miranda, la Sociedad Patriótica, el 5 de julio, los hijos de José María España y de Joaquina Sánchez llevan la bandera al sitio donde fueran inmolados José Leonardo Chirino y su padre. España tenía los ojos grises y la voz grave y marcial, Ribas lo había visto morir con gesto altivo y como mirando a la distancia a los hombres y mujeres jóvenes que vendrán a retomar su lucha, su decisión y su sacrificio. Luego la caída de la Primera República. No se podía hacer una revolución actuando desde escritorios y pensando como hermanas de la caridad. Él lo había repetido con Bolívar. Luego la Campaña Admirable. Ricaurte, Girardot, los jóvenes de Mérida. El padre Uzcátegui fundiendo las campanas de las iglesias para hacer cañones y las batallas de Niquitao y Los Horcones. Los hermanos Picón de doce, catorce y dieciséis años, dos muertos y uno mutilado, y el padre escribiéndole a Bolívar su lamento por no tener más hijos que ofrecer para liberar a la Patria que arde en sus cadenas.

Cerca el ruido de las armas de sus guardianes y las imprecaciones estentóreas y aguardentosas que lo amenazan y vejan. Allí se ve el clarín de Vigirima y los osados gritos de los estudiantes que avanzan lanzas contra lanzas con los ojos iluminados por el sol de una patria que están construyendo con sus propios huesos y su sangre. Ahí está ahora la fila de los estudiantes, imberbes los más, que se han presentado  para acompañarlo a La Victoria: aprendices de músicos unos, seminaristas otros, artesanos los más. Vestían los más variados atavíos desde el sombrero de cogollo hasta la camisa que aún huele a incienso y sacristía. En las manos trémulas las armas signaban más poesía que combates. Pero triunfaron, y eran apenas unos niños, él mismo cuenta treinta y nueve años, ahora está en La Victoria, la ciudad hermosa de los más hermosos Valles de Aragua. Por doquier el enemigo asedia y metralla, hay descargas, gritos, ayes, imprecaciones, carajasos; Rivas Dávila, de hablar montañés y corazón de acero y rosa, ha caído, pide que lleven a su esposa la bala que al segarle la vida lo ha entregado a la gloria de la patria, que debe nacer, que nace. Todos los jóvenes que lo rodean tienen la mirada encendida: Pedro, Luciano, Anselmo. Humo y fuego por todas partes, no es cuestión de morir sino de vencer, vencer. Allá viene Campo Ellas, terrible, trae auxilios, una carga para unírnosle y venceremos, es sangre joven la que arde y se derrama y es sangre joven la que canta Gloria al Bravo Pueblo.

Sobre el banco se detiene rechazada por la llama de una vela de sebo una mariposa oscura, ahora lo llevan en una hamaca, debe vencer a Rosete, sanguinario como lo es Morales, como lo es Boves. ¿Moriría en verdad este en Urica? A lo lejos una corneta toca y allá en un rincón oscuro un grillo ha comenzado a cantar. Bolívar debe estar por las islas del Caribe o en Nueva Granada, él le dio una carta para que procure nuevos auxilios. La lucha será larga y su muerte nunca será muerte, así lo diga babeante de alcohol y de risa el turbio esbirro que lo custodia y amenaza. La mariposa se agita y va a quemarse contra la llama. A lo lejos un clarín inicia la diana. Pasos, tambores, voces de mando. El sol de enero despunta e inunda de rojo las sabanas montuosas, pasa un tropel de loros, muchas manos lo arrebatan del banco, su cabeza se yergue, sobre ella le colocan el gorro frigio, sus labios esbozan una sonrisa, sabe que aún allí, bajo blasfemias y escupitajos es el símbolo de un pueblo que hallará la libertad.

Un 15 de marzo de 1815, la Gaceta de Caracas, dirigida ya por los realistas, anunciaba a la población local: "Ayer a las doce del día formados en la Plaza Mayor los batallones del Rey y la Corona, dos escuadrones de caballería, se colocó en la horca la cabeza del llamado general José Félix Ribas, llegada la noche antes de Barcelona, y puesta en ella el mismo gorro encarnado con que se hizo distinguir en el tiempo de su triunvirato''. La cabeza en una jaula de hierro fue expuesta a la entrada norte de Caracas. Allí fue vista y llorada por el pueblo y allí alumbró a centenares de jóvenes que habrían de proseguir la lucha y llegar con esa luz de rebeldía y libertad a Carabobo, Bomboná, Junín y Ayacucho. El pueblo de Caracas no se amedrentó, ya había visto en jaulas similares las cabezas de José Leonardo Chirino, dura como piedra, pero interiormente clamorosa como una campana; y la de José María España, grave y oteadora de claro porvenir. Refería la tradición caraqueña hasta hace algunos años, que muchos jóvenes y niños, sigilosamente y burlando a los guardas armados que vigilaban el despojo, se allegaban a la picota y juraban fidelidad a quien consideraban su héroe, al héroe de la juventud.

Entre los héroes de nuestros primeros años de guerra independentista, después de Bolívar, fue Ribas uno de los más carismáticos, su personalidad recia, definida, impetuosa y cierta en sus decisiones atraía y motivaba a todos aquellos con quienes tomaba contacto, sus ejecutorias desde que se inician las conspiraciones definitivas hacia un movimiento independentista hasta sus hechos en la Campaña Admirable lo convierten en líder y conductor de juventud, la que nunca vaciló en seguirlo a la muerte o el triunfo. ¿Qué advertía esa juventud en el héroe de treinta y tres o treinta y cuatro años que lucía en su cabeza el gorro frigio como emblema de lucha? Esa juventud de entonces -lúcida, pura- advertía que en aquel hombre se reunían el conjunto de valores que constituyen a un combatiente cabal: claridad en su doctrina, firmeza de principios, honestidad combativa, extraordinario valor físico, fortaleza moral y audacia en las acciones previamente concebidas. En su corta trayectoria de combatiente, José Félix Ribas demostró reunir y proyectar esas cualidades. Le tocó desenvolverse dentro de condiciones duras y nunca su mente ni su corazón vacilaron. Una tradición oral, que aún se habla en Tucupido y Valle de la Pascua, refiere que ya prisionero, cómo uno de sus compañeros, amarrado como él a la cola de una bestia y camino a la prisión, se lamentará de ver la muerte cerca, Ribas con voz imperativa le dijo: "Debes estar orgulloso, se muere por una patria y por un ideal que no tiene límite". La cuadrilla que los conducía rio sarcástica, pero el ideal de libertad que proclamaba Ribas cubría a sus hijos, a sus nietos y a los nietos de sus nietos.

La juventud que seguía a Ribas creía en todos aquellos valores que conforman la mejor esencia de los pueblos y de la humanidad, por eso se transformó toda ella en una generación de héroes y quedó como ejemplo para toda Latinoamérica. Su signo, su antorcha, los habrían de recoger docenas y docenas de años después Ezequiel Zamora, Emiliano Zapata. Decía Martí, el glorioso José Martí, quien también recogió las banderas de Bolívar y Ribas que “los pueblos viven de la levadura heroica”. De esa levadura que esparcieron por doquier en nuestra América los libertadores consecuentes, debemos nutrirnos constantemente para defender lo que obtuvieron y avanzar con sus sueños. Ribas, Sucre, Bolívar y tantos y tantos héroes que supieron ver la realidad e intuir el porvenir de América dejaron a la posteridad el mandato de defender lo alcanzado y proseguir en la consecución de la dignidad y la justicia para el hombre americano. Pero en el seno mismo de la lucha surgieron los antihéroes, las fuerzas predominantes, terratenientes y oligarcas, y el capital expansivo del Norte que iniciaron y llevaron adelante la antirrevolución, y llevaron a Sucre a Berruecos, a Bolívar a Santa Marta, la Gran Colombia a su disolución y a dividir y fragmentar geográfica y políticamente a esa América Latina que soñaron unida Miranda, Bolívar y tantos caídos entre balas y fragores o bajo horcas y suplicios.

La acción de esas oligarquías antibolivarianas aliándose a nivel continental a las  fuerzas económicas expansivas del Norte, de Inglaterra y a otros imperialismos, condujeron al país de héroes, a la tierra de la libertad, al territorio paridor de justicia, a transformarse en geografía y pueblo dependientes, y lo que suena como una irrisión ante la imagen de nuestros antepasados, como el baluarte de materias primas, de mercado y de riqueza consecuencia de una y de otra, que le permite mantener su poderío y sojuzgar a otros pueblos.

Y esa Nación en cuyo pasado aún alumbra el gorro frigio centelleante de rojo de José Félix Ribas, debido a esa dependencia que va de lo económico a lo cultural, de lo material a lo espiritual, ha sido paulatinamente e implacablemente desnacionalizada, deformada, corrompida. Y sigilosamente cual monstruos en acecho por doquier se han levantado las ejecutorias y los mandos de los antihéroes. Y desde las tribunas y los instrumentos comunicantes se pregona y proclama todo aquello que tienda a negarnos y a negar al héroe. Para los traficantes de la patria la figura de los héroes es una conciencia acusadora. Por eso se le teme a su huella y se trata de cubrir el resplandor que lanzan. Por eso alguien se atreve a decir que ya pasaron los tiempos de glorificar héroes. Para que ellos se refocilen es menester enterrar la levadura ejemplar.

Tiempo es este en el cual nuestro país hállase en encrucijadas duras y complejas. De todas partes vuélcanse sobre él tentáculos que amenazan estrangularlo aún más. Y quienes así  actúan saben que demográficamente nuestro país es país de juventud, que ella predomina poblacionalmente y que esa juventud ha de transformarse en la fuerza dinámica y dirigente de la Nación, por eso sus dispositivos fundamentales se dirigen a destruir esa juventud física y moralmente e invalidarla para toda acción capaz de romper esa dependencia. Drogas, alcohol, adonismo, frivolidad, juegos de envite y azar, y consumismo se vuelcan constantemente sobre nuestra juventud. Necesitan bloquearle su conciencia y sus energías, hacerla sumisa al coloniaje, indiferente a la patria, inútil para su defensa y hasta alcahuete en el reparto de sus despojos.

Pero desde el fondo de nuestra historia, desde las llamas que en ella se encendieron claman los héroes y hay una juventud que escucha y que ya toma en sus manos la bandera  de las nuevas responsabilidades y es esa juventud, atenta a su realidad, conocedora de cuanto hostiga a la patria, la que está de pie ahora y con fe, con decisión, con audacia, sonríe a quienes desde Carabobo y Ayacucho señalaron caminos. En manos de esos jóvenes que están de pie en todo el territorio venezolano se alza clara y definida la respuesta a este presente oscuro y la afirmación de un alba nueva. Sabe esa juventud que no basta glorificar a los héroes sino apoyarse en cuanto hicieron y seguir adelante con valentía y ardor. Por eso, la Batalla de La Victoria cuyo aniversario se cumple y celebra en esta fecha, así como la vida ejemplar de José Félix Ribas y el gesto inmolante de los jóvenes que combatieron junto a él en esa jornada, constituyen un reto permanente para todos aquellos venezolanos conscientes de que esa lucha no ha concluido todavía, que prosigue y ha de proseguir mientras persisten sobre nuestro país lazos de oprobiosa dependencia. Y ese reto es más directo para nuestra juventud, porción mayoritaria de la población venezolana, la cual al producirse los naturales relevos generacionales debe tener la capacidad, el vigor y la moral necesarios para asumir la defensa y el impulso de los más altos y sagrados intereses de nuestra Venezuela.

Esa juventud debe estar cada vez más lúcida hacia el significado de sus inmediatos e ineludibles deberes para con la patria y saber que en todos los campos donde se desempeñe: desde la fábrica, el agro, la milicia, el gabinete científico, el aula o el taller artístico, ella debe actuar apoyándose en los mismos ideales que impulsaron el heroísmo de Ribas y de quienes, en el alba de la vida cayeron o triunfaron con él en La Victoria. Sepan nuestros jóvenes que a José Félix Ribas no se debe mirar como lejano, sino como a una llama que camina constantemente a nuestro lado.


No hay comentarios: