POLVO DE CANTO
“El Quinteto Magistral”,
el regreso de
la nostalgia.
-Alberto
Hernández-
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A más de todos los años de distancia, las voces de los magistrales regresan en
la despedida en Maracay de Salvador González (fallecido a finales de los años
90), quien desnudó el calor de Valle de la Pascua desde la Ciudad Jardín, para
hacerse eterno en la tierra dura de su comarca guariqueña.
Las
interminables carreteras de Guárico fueron testigos de la muestra artística de
cinco maestros de escuela que llevaron su pasión y entrega a pueblos y ciudades
del país. Calabozo, Tucupido, San Fernando de Apure, San Juan de los Morros,
Altagracia de Orituco, Valle de la Pascua, Puerto la Cruz, Zaraza, Anaco,
Barquisimeto, Maracaibo, Caracas, Barinas, Cumaná, La Asunción, Porlamar,
Sanare, Jusepín, caminos que supieron de las andanzas de estos cinco
normalistas, hombres amasados en el Quinteto Magistral, agrupación vocal que
naciera en 1963 en Valle de la Pascua, gracias al empeño de Salvador González,
José Oscar Guerra, Rafael Zamora, Luis Fernando Melo y Ricardo Hurtado.
Otra época, otro canto.
El
Grupo Escolar “Rafael González Udis”, la Farmacia La Pascua y el Liceo “José
Gil Fortoul” llegaron a ser puntos desde donde la energía de la creación
propició la unión de estos cinco guariqueños venidos de distintos terruños de
la inmensa geografía llanera. Salvador, nacido entre Tucupido y La Pascua, en
el caserío La Pastora; José O. Guerra, de Zaraza; Rafael Zamora, también de
Zaraza; Ricardo Hurtado, de Tucupido, y Luis Fernando Melo, de Valle de la
Pascua. Todos docentes. El último de los mencionados, doctor en farmacia y
profesor de química del prestigioso Liceo “José Gil Fortoul”.
Eran
otros tiempos y otra la música, otro el canto. Se pregonaba que “La educación
es empresa nacional”, y la vocación de los maestros llegaba realmente a ser una
labor académica encomiable, que tocaba lo social y lo afectivo. Cada uno, cada
voz, hizo de La Pascua el sueño de quienes pudimos estar cerca de ese canto.
Magisteriales.
Los
integrantes del Quinteto Magistral, aupados por una comunidad que se sentía
orgullosa de sus valores, dejaron bien colocado el nombre de la pequeña ciudad
que los albergaba.
Formados
para enseñar, también fueron alumnos avanzados y aventajados en estudios
musicales. José Oscar Guerra, director y arreglista del grupo, se preparó en
Zaraza con el maestro Ayala Romero y en la Escuela Superior de Música de
Caracas, dirigido por los maestros Vicente Emilio Sojo y Antonio Estévez. Fue
profesor de música en el estado Guárico y fundador de varias agrupaciones. Fue
uno de los tenores del Quinteto Magistral.
Ricardo
Hurtado, barítono, fue alumno de Antonio Estévez y de Flor Roffé de Estévez.
Formó parte de la banda de música de Valle de la Pascua. Igualmente, es un
destacado maestro de música. Durante todos estos años ha estado radicado en
Barquisimeto, donde se estableció para ejercer como abogado.
Rafael
Zamora, segundo tenor, comenzó en la música con el maestro Rufo Pérez. Miembro
destacado de la banda de música de Valle de la Pascua, formó parte del orfeón
de la Escuela Normal Monseñor Álvarez. Normalista de vocación, ejerció en
varias escuelas locales. Estudió años después en el Pedagógico de Maracay donde
casi a diario nos veíamos. Residía en Valencia.
Luis
Fernando Melo, bajo, cuatrista y guitarrista, músico de excepción, el doctor
Melo era farmacéutico egresado de la UCV. Además fue cronista oficial de Valle
de la Pascua.
Salvador
González, tenor, cuatrista y primera voz. Fue miembro del Orfeón de la Escuela
Normal “Miguel Antonio Caro” de Caracas. Posteriormente, se traslada a la
capital de Aragua donde destaca como solista y compositor. En Maracay, el
tiempo volvió a reencontrarnos, luego de aquellos años escolares en el
“González Udis”, donde él y Ricardo Hurtado fueron nuestros maestros.
Una mirada nostálgica.
Regresar
a viejos papeles. A carátulas de discos. A fotos de jóvenes maestros. Recoger
el polvo de ese olvido que a veces se acumula en los ojos. Desencajar la mirada
y hacerla palabras, voces y espacio de un pueblo que fue una vez orgulloso,
afable, madrugador, colmado de muchachos que veían a sus maestros como padres y
amigos.
Antonio
Higuera, Eva y Jesús “Chuíto” Lazaballet, Benjamín “Ben” Martínez, José Ramón
Hernández, Luis y Matilde Moreno, Josefina Locurcio, Marina Villasana, José
Bolívar, Fernando Hernández, Judith Rodríguez, Ramón Delgado, Nicolás Soto,
Juan Félix García, Gerardo Camero, Luis Fernando y Mauren Ulloa, Aldo Álvarez,
Baltazar Hernández, entre tantos, formaron parte del batallón de muchachos,
alumnos de estos maestros, que luego se convirtieron en los artistas de Valle
de la Pascua. De modo que había un doble motivo para admirarlos, como hombres
de aula y como creadores en un escenario.
Salvador,
Ricardo y Melo trajinaron tanto en el “González Udis” como en el liceo “Gil
Fortoul”.
Una
escuela inmensa, de las construidas seguramente por el gobierno del presidente
Medina o Larrazábal, albergaba esa expresión de niños y jóvenes que se
diseminaron por todo el país sin despegarse del todo del terruño.
Cinco
voces que no sólo destacaron en escenarios para la música, sino en resguardar
el material académico y afectivo que un pueblo las recibió calurosa y
entusiastamente.
La obra.
Tres
discos dejaron estos hombres para la historia del país. El primero fue editado
por el Ministerio de Educación. Los dos restantes salieron con sello comercial.
En
estos surcos conseguimos trabajos de Manuel Briceño (Dolor llanero), Lorenzo
Herrera (Canta tú ruiseñor), Rafael Chacín Soto (Mi caballito), Luis Alfonso
Larraín (Vente p´acá), Telmo Almada (¡Oh, Virgen María¡), Antonio Carrillo y
Arnoldo Vivas Toledo (Como llora una estrella) y muchísimas más que aún
despiertan en la gente de Valle de la Pascua la nostalgia y esa memoria que
regresa cargada de imágenes afectivas, color sepia.
El regreso.
Con
la muerte de Salvador González, los cuatro restantes miembros del Quinteto
Magistral se reunieron en la Casa de la Cultura de Valle de la Pascua para
despedir al amigo y colega, que dejó en las calles de su pueblo la huella de la
soisolita. Las voces de nuevo se recogieron para eternizar a Salvador, quien
tiene en esta tierra de polvo y silencio otro canto que entonar.
Hoy,
desaparecidos todos sus integrantes, quedan las voces por encima del olvido.
Siguen cantando en la memoria.
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