Ángel Custodio Loyola:
Matorrales y caminos
LA VOZ DE UN LLANO REMOTO
**Alberto
Hernández**
** Por los cuatro costados de la
casa se oye la voz de Ángel C. Entonces la noche era el contrapunteo cerca del
sueño y los tañíos de los cantadores salían de la rockola de Fermín Moreno,
allá en Guardatinajas.
1.-
La
foto fue la última que le hicieron en Venezolana de Televisión. La mirada como
entrando en detalles, el fuste de corres espantos y los sueños encumbrados
porque ya el llano tenía nombre en su voz.
Lo
cuentan la tierra y las tolvaneras de Calabozo, la Mata Arzolera, donde el sol
lo alumbró por vez primera y los cantos de ordeño en los días mañaneros paseaban por el hilito de garganta que la niñez le extrañaba.
El
"renco" Loyola -como pocos lo tenían cerca de la boca- ponía ojos de
empeño en aquellas calles de ese Calabozo donde aún la gente lo pronunciaba con
las letras completas. En la Carrera 12, o frente a la Iglesia de El Carmen, o a
la salida hacia El Rastro, porque su canto y su modo de silabear la llanura
destacaban su comportamiento, para salirle al paso a tanto faramallero de fácil
nocturnidad.
2.-
Por
los cuatro costados de la casa se oye la voz de Ángel Custodio Loyola. Entonces
la noche era contrapunteo cerca del sueño y los tañíos de los cantadores salían
de la rockola de Fermín Moreno. Guardatinajas cantaba con José Romero Bello, el
Carrao de Palmarito y el "Renco" Loyola, verdaderas leyendas de una cultura
que tenía como espacio la inmensa soledad del llano. En medio de la más temible
sequía se oía el Susurro de algún madrinero, la tonada bajita de quien más
tarde, ya en la oscurana, marcaría con pasión el botón para hacer presente a La
catira marmoleña, o irse a Puerto Miranda con el canto malcriado del hombre del
pañuelito.
El
llano seguía siendo un misterio. La única voz de las madrugadas emergía de los
grillos de las rockolas, porque Guardatinajas y todos los caseríos del llano
son islas rodeadas de botiquines por todas partes. Y en esos sueños de niño el
regazo y la canción de cuna eran los pajarillos, los merecures, los gabanes y
los sonidos de la sombra en la garganta de un hombre que sigue siendo en las
tierras de Guárico y más de ellas.
3.-
A
Luis Alberto Crespo lo mordió la curiosidad, por aquello de registrar todos
los rincones de la casa, y entonces montó potro cerrero para darle riendas a su
entusiasmo. Le entró al polvo de la planicie y floreó los terrones y los
caminos de los cascos de su caballo. Allí lo encontraron, untado de palabras
que trajo de París, sí, pero con la materia de su territorio afectivo intacto:
el país que le hincó la vida desde las imágenes de la sequía de Carora y
Calabozo. Con él, con el espíritu del llano, verbalizó con Ángel C. Loyola, en
una escritura, la "obra" de hombre de barro y canto.
Todo
el llano en la voz es la síntesis de Loyola: "A Ángel Custodio Loyola le
falta tiempo y memoria para regresar a sus primeros días de cantor de corríos y
contrapunteos, allá en la Mata Arzolera, donde anduvo detrás de su abuelo
Rafael Lo- yola y de su padre Casildo Laya, becerreando y oyendo cantar los
cantos de ordeño en los corrales de los hatos", porque este señor que
miraba el llano desde adentro habla de corrido tantos matorrales y caminos que
el canto se le había hecho eterno, largo como el silbido del viento o el de
algún animal de la sabana. Entonces Luis Alberto Crespo hizo libro con Ángel C.
y abrió las primeras páginas de la publicación Ángel Custodio Loyola: La voz de
un llano remoto (Serie Herrajes y Crónicas, N° 3 de la Coordinación de
Literatura, Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1994).
4.-
Libro
de contrapunteo porque el poeta Ángel Eduardo Acevedo, con su pausada y sabia
mirada de llanero, lo sigue en las letras y atajos, como encontrándose con él
mismo. Por la pluma de Ángel Eduardo pasan las canciones, el joropo sanguíneo y
versador: "Los corazones", "Pasaje número uno", "La guayaba",
"Tierra negra". "San Rafael", "Pajarillo".
El
poeta Acevedo es hombre de meterse en estas cosas. Es hombre de saber decir. Y
en este libro se pasea entre declaraciones que Ángel C. hiciera, como para
dejar la huella de su gentilicio: Adiós llanos del Oeste, cambio de climas para
sentir el mismo ajuste con la tierra.
5.-
A
José Antonio Silva lo tenemos en Calabozo. Por aquellos lados promueve cantos y
eventos de la cultura. En este libro conversa con el cantor y se deja llevar
por las respuestas de un hombre que jamás dejó preguntas sueltas. Entre hilos y
deshilos, tanto José Antonio como Ángel Custodio hacen un lugar a la buena
versación con las historias y anécdotas de quien fuera malcriado y coplero,
altanero y conversador, delicado y hombre de a caballo.
La
vida de un pedazo de memoria que quedará en las manos de quienes se acerquen a
las páginas de un libro que guarda muchos secretos. Algunos riesgosos por lo
que dice Ángel C., otros urticantes, porque ese hombre de la resolana supo
dejar bien sentado el testamento de su pasión por lo que hacía, echando a un
lado la estación de quienes quisieron hacer de su voz mercado de tristezas.
Coda:
Fuera del libro lo encontramos en Maracay, veguero desde su manera de respirar.
En esta comarca visible fue campesino y olvidado, también parte de la memoria
de una tierra que lo ha destinado a los terrenales de Calabozo, donde finalmente descansa la muerte, la eternidad de su canto.
Alberto Hernández
Poeta,
narrador, periodista y pedagogo venezolano. En 2020 fue designado miembro
correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua.
Tiene un posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar
y fue fundador de la revista Umbra.
Ha
publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980),
Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de
afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de
superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología
poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad
(2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de gallina
(2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), Ropaje (2012) y
70 poemas burgueses (2014).
Además,
ha publicado los libros de ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981) y
Notas a la liebre (1999); los libros de cuentos Fragmentos de la misma memoria
(1994), Cortometraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos
fascistas (2012); la novela La única hora (2016) y los libros de crónicas
Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001).
Dirigió
el suplemento cultural Contenido, del diario El Periodiquito (Maracay), donde
también ejerció como director, secretario de redacción y redactor de la fuente
política. Publica regularmente en Crear en Salamanca (España), en
Cervantes@MileHighCity (Denver, Estados Unidos) y en diferentes blogs de
Venezuela y otros países. Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados
en los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Carabobeño,
entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al
portugués y al árabe.
Con
la novela “El nervio poético” ganó el XVII Premio Anual Transgenérico de la
Fundación para la Cultura Urbana (2018).
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