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Recuerdos musicales de Tucupido. Parte No. 1 - Gladys Vásquez

 


Recuerdos musicales de Tucupido. Parte No. 1

Gladys Vásquez

En las primeras décadas del 1900, en Tucupido existían notables músicos, verdaderos maestros conocedores de este arte, productos de una corriente cultural proveniente de la región Oriental.

Encarnación Martínez era músico de escuela y maestro del clarinete, quien enseñó a su hijo Miguel Prado, quien a su vez fue destacado clarinetista.

Don Pedro Moreán tocaba la flauta, padre de Manuel María y Ángel que tocaban cornetín y guitarra y fundaron orquestas.

Por el 1925, don Teófio Ruiz enseñaba teoría, solfeo, Órgano, bombardino y otros instrumentos de viento.

Por el 1930, el maestro Antonio Miguel Martínez daba clases de música y enseñaba violín.

Estos músicos tocaban retretas en la plaza Bolívar y amenizaban fiestas en el pueblo y otros vecindarios.

Otro clarinetista era Moisés Moreán, quien organizó un conjunto donde lo acompañaban Fernando Aular, violinista, Antonio Cabeza, cuatrista, Fernando Méndez, guitarrista, Clemente Aguilera, guitarrista y percusionista, con el que tocaba en Tucupido y poblaciones vecinas como Valle de la Pascua, Zaraza, El Socorro y Las Mercedes.

Fernando Aular, El Vate Aular, fue alumno de don Teófio Ruiz con quien aprendió teoría, solfeo, trompeta y bombardino. Con el maestro Antonio Miguel Martínez aprendió a tocar el violín. A los trece años se encargó del armonio en la iglesia parroquial, que antes que él tocaba Ángel Rangel. Posteriormente tocaba el amonio y cantaba las misas Cointa Colorado, hermana del padre Miguel, hasta que por último esta función la hacían las monjas de la Congregación María Inmaculada. E1 Vate Aular amenizaba fiestas, tocaba en las misas de aguinaldos y en aquella época romántica era gran serenatero.

Ramón Díaz, era reconocido cuatrista, instrumento que tocaba en una forma muy especial. Autor de varias piezas musicales muy apreciadas y escuchadas, como "Muchachita de mi pueblo", "Tardes de Tucupido”, y "Como se quiere a un hijo” popularizadas por el cantante también tucupidense, Juan del Campo.

En estas décadas, en Tucupido había un notable movimiento cultural promovido por cultores de la música, la poesía y el teatro. En las veladas se recitaban poemas de los grandes poetas parnasianos y modernistas, los músicos interpretaban junto a los joropos y valses venezolanos, valses clásicos como el Danubio Azul de Strauss, Las patinadoras y fragmentos de zarzuelas españolas, como la Leyenda del Beso y el Vals de Luis Alonso.

Ángel Rangel era organista en la iglesia de Tucupido por los años veinte y se dedicaba a preparar veladas culturales donde predominaba la  música, el canto y el teatro. Su hija María Luisa Rangel tenía una hermosa voz de soprano y dominaba el arte teatral. En una velada interpretó el himno a  Santo Tomás Apóstol compuesto por E1 Vate Aular.

Ángel Rangel había formado un grupo de teatro con el cual hacia presentaciones de sainetes, comedias, parodias y zarzuelas. En el año 1931, cuando representaban en la población de El Socorro la obra "La Leona de su Honor", en la cual la dama, interpretada por María Luisa Rangel, en defensa de su honor debía disparar un arma de fuego contra su agresor, la carabina cargada con pólvora, en el momento justo falló. Tras varios intentos fallidos, al fin apuntó con el arma y exclamó: ¡PUM!, con lo cual el atacante cayó muerto.

Por esos mismos años vivía en Tucupido Pedro Izquiel, quien era arriero, farolero y después chofer, más tarde se convirtió en boxeador y posteriormente fue torero. También practicaba el canto, específicamente el tango, siendo su nombre artístico "El zorzal de la barriada", alternando con Moisés Caña, "El Turpial de Tamanaco", con Manuel Sánchez y con José del Carmen Regio, cantor gardeliano a quien llamaban "El tenor de la voz de seda".

Por los días decembrinos o de fiestas patronales, salía Ubence Aular a tocar la tablita, un rústico instrumento musical monocorde, es decir, formado por una tabla de madera a la cual se fija una cuerda, tensada por una clavija y como caja de resonancia una lata cuadrada. Por la cuerda sobre la tabla se desliza un vaso y la cuerda se pulsa con una púa.

De los lados de Juan Sabroso venía al pueblo Florencio Delgado quien tocaba el violín en joropos y fiestas populares. Por la plaza de El Sol vivía un arpista a quien llamaban El Taro.

Venido de San José de Unare, en una esquina de San Pablo vivía don Rafael Vidal arpista conocido en toda la región "El Negro de la voz de plata y Capitán de todos los corríos" como lo llamó el poeta Ernesto Luís Rodríguez. Era un arpista incomparable, porque dominaba los agudos y los bordones mientras a su vez cantaba. Es autor de muchas composiciones musicales.

Por los años cincuenta con frecuencia salían de ronda por el pueblo don Esteban Cabeza, quien tocaba el violín y sus hijas Rosita, cuatrista y Judith quien era la cantante. Don Esteban y su prole vivían por los lados de Tamanaco, donde cultivaban tabaco y tejían maras y atarrayas.

También en el pueblo se conocen otros violinistas, como Bonifacio Rodríguez, "Pata de Cacho" y Rafael Hernández del caserío San Jerónimo. Entre otros músicos se recuerdan a Espartaco Carrillo, nacido en el caserío Las Palmas, intérprete del cuatro y la bandolina. Clemente Aguilera "Mato Gordo" quien tocaba la batería, el redoblante, platillo, bombo y era guitarrista. Benito Ortega, cuatrista y maestro de este instrumento.

En la próxima nota les hablaré de Rufo Pérez, Rafael Rengifo, de Baltodano y sus muchachos y muchos músicos más.


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