La
gente de Tucupido ha cosechado durante años maíz y sorgo, entre otros productos
agrícolas. Ha visto también llegar a la gente en busca del petróleo; supo de lo
agreste del duro trabajar la tierra y la avalancha a borbotones de gente
auscultando las entrañas de la misma en busca del oro negro. Estas últimas
manifestaciones de actividad, cambió la apacible hasta entonces, población
bucólica del terruño tucupidense en las
década del 40 y 50. ¿Sabe el tucupidense
qué cultivó? ¿Saben mis paisanos algo de la actividad petrolera en si?.
Trataré aquí con la sapiencia de ese ilustre barquisimetano Pedro Elías Sequera
Tamayo en su obra “El Canto de
Comenzaron
a abrirse oficinas llamadas empleadoras o de reporte, que encontraron respuesta
entre los obreros y trabajadores del campo que en ese entonces devengaban un
bolívar y hasta uno cincuenta diario.
Las
torres de petróleo y los mechurrios ondeando en el horizonte sustituyeron a los
grandes árboles y a la imponente vegetación que embellecían el paisaje,
cambiando aquella espesura por grandes armaduras de hierro y llamaradas de
fuego agitadas por el viento, invadiendo los espacios de aquella “alfombra
verde” de inmenso cielo azul. En torno a los campamentos provisionales
pululaban los trabajadores. Las chicas a su alrededor ofrecían sus encantos y
favores ante el torrente de dinero llegado de improviso.
Así
Don Pedro Elías, cuando me dedicaste
ese magnífico libro, allá hace más de diez años, me dijiste que ojalá fuera de
mi agrado, y te diré que no solo me agradó, sino que esos sabios conocimientos
tuyos sobre la tierra y sus cultivos, sobre el petróleo y su significación para
el desarrollo de los pueblos, lo transmití a mi pueblo que para bien o para
mal, vivió, si así puede decirse, de la explotación de estos dos rubros. Así mi
querido Don Pedro Elías, gracias, por hacer llegar a mi pueblo Tucupido, un rincón llanero del Guárico,
estas valiosas apreciaciones, que entre otras, haces gala en el tratamiento de
la agricultura y del petróleo, y como tú dices en tu magnífica obra, son verdaderas cosechas del sol.
El
proceso agroecológico de una cosecha cualquiera no es otra cosa que el
resultado de un mecanismo bioquímico consistente en capturar o atrapar la luz
solar mediante la clorofila contenida en las hojas de las plantas, esa
irradiación es convertida en energía biológica, a través del proceso
fotosintético que ocurre dentro del tejido interno del follaje; allí se añade a
la fijación del anhídrido carbónico (CO2) contenido en el aire, la
presencia del agua proveniente del suelo. Esta penetra a la planta por métodos
físicos tejiculares de dirección y conducción. Con la suma de esos dos
elementos se logra almacenar la energía solar (proceso bioquímico) en forma de
hidratos de carbono primarios. De ahí en adelante son sintetizados los
monosacáridos, los bisacáridos, los polisacáridos, la celulosa, los
aminoácidos, los ácidos grasos, los almidones, las proteínas y otros. Estos
productos son representados en el mercado consumidor, por cereales tales como
maíz, trigo, avena, cebada, sorgo y arroz; también por madera (celulosa),
fibra, aceites de algodón y soya.
Igualmente,
se logran proteínas vegetales muy importantes como las provenientes de las
leguminosas, como las caraotas, arvejas, garbanzos, habas y otras.
En
realidad lo que sucede es que los fenómenos naturales logran transformar la fibra
y proteína vegetal contenida en los pastos, en carne, leche y otros derivados
tales como vísceras, huesos, cueros, trastes y otros. Dentro de la dieta normal
están las frutas, hortalizas, tubérculos, en fin una multiplicidad de productos
provenientes de la conjunción de vectores naturales condensados dentro de
procesos bioquímicos, que se convierten en infinitos renglones de consumo de
primera necesidad para el hombre.
El
proceso dentro de la naturaleza, se cumple en mayor o menor grado desde el
punto de vista agroecológico, pero el problema surge cuando interviene el
hombre con actuaciones no claras que agigantan las dudas convirtiéndolas en un
enorme rompecabezas difícil de armar. Por ello cualquier estrategia política
debe ser a largo plazo, progresista y coherente, pues de otra forma, todo sería
“pan para hoy y hambre para mañana”.
Existen
algunos países donde pareciera ser un enorme “pecado” crecer exitosamente, de
esto no se escapa la agricultura y peor aún, cuando en esta actividad gravitan
enormes e incontrolables riesgos, como la competencia con los eventos naturales
y la agresión de elementos climáticos, la constante envestida política a la
propiedad de la tierra que desilusionan al productor, que necesita trabajar a
largo plazo e introducir nuevos métodos, que aunque costosos, son necesarios
para poder competir y acceder con éxito a los mercados internacionales, después
de haber cumplido con las necesidades propias del país.
En
Venezuela la agricultura tiene que competir con el petróleo, que procede de una
industria extractiva de gran inversión que hace aflorar a la superficie una
vena de aceite mineral natural que como una gran alcancía ha sido guardado en
el vientre terráqueo. Todo ello esta constituido por una mezcla de
hidrocarburos y otros compuestos orgánicos, que como es sabido, proceden de la
descomposición de substancias orgánicas fotosintetizadas hace milenios, que han
sido sometidas a una enorme presión en conjunción con una gran actividad
microbiana anaeróbica que se realiza dentro de lo más profundo del subsuelo.
Como
no todo es perfecto, sobre la industria petrolera converge un factor de rebote
negativo, que surge cuando los usuarios utilizan su producto que al gastarse
parcialmente producen una combustión incompleta y expelen en forma residual
enormes cantidades de anhídrido carbónico (CO2) y monóxido de
carbono (CO). A consecuencia de esa reacción incompleta se produce el
perjudicial efecto “invernadero” que induce el recalentamiento de los océanos y
sus consecuencias, hoy por hoy, muy alarmantes pues alteran el equilibrio
terráqueo.
Tal
como se digo antes, las enormes reservas de energía oleosa almacenadas en el
vientre de la tierra, se deben entre otras cosas, a la fijación fotosintética
diurna durante millones de años donde la luz solar fue atrapada por aquellos
bosques que existieron y mediante un mecanismo especializado almacenado, bajo
alta presión grandes vetas de carbón, gas y petróleo.
Al
extraer esta energía guardada (no renovable), y comercializarla se convierte en
dólares y este recurso pareciera ser mas económico para el ávido bolsillo
cortoplacista, dispuesto a comprar con esa divisa internacional productos
agropecuarios subsidiados en otros países. Esto pareciera una repetición de lo
ocurrido con Cristóbal Colón cuando llegó a las Indias Occidentales y los
conquistadores cambiaban espejitos y baratijas a los indígenas por oro puro que
atesoraban los aborígenes sin darse cuenta de su enorme valor.
Los
desajustes como el fenómeno llamado “El Niño”, lo que acaba de ocurrir en New
Orleans con Katrina, constituyen ejemplos de cómo la ecuación del progreso
económico va limitada por incógnitas naturales que la frenan, pues se ha creado
una enorme deuda ecológica que gravita sobre el crecimiento humano.
Tengo
la duda que a través de la política agropecuaria aplicada en nuestro país,
pudiésemos cubrir en algunos rubros los requerimientos nutricionales de la
población venezolana. La política estatal agropecuaria siempre ha sido preñada
de improvisaciones, ignorancia y saltos que están ligados estrechamente al
espíritu del gobernante de turno.
Existieron
algunos planes que pudieran considerarse medianamente buenos, pero cuando casi
se cree lograda la meta establecida, ¡zuás!, surge la guillotina del atraso
para cortar del cuajo y desmembrar la estructura de la política anterior; es
decir, no ha existido continuidad en los
programas nacionales, lo que es muy lamentable, pues para obtener resultados
favorables en cualquier renglón agropecuario se requiere el esfuerzo continuo
de por lo menos tres generaciones, con una vocación a toda prueba mantenida con
liderazgo, paciencia, serenidad, determinación, esperanza, resolución, ánimo,
decisión, coraje, denuedo y estar dotado de una conducta casi marcial.
La
escasez de combustible a nivel mundial disparó los precios de energía fósil a
niveles elevados y aún así, la demanda sigue aumentando, principalmente por la
presencia de China y
La
elevación de precios de los hidrocarburos permiten que las arenas bituminosas del Norte de América y el bitumen
del Orinoco sean más apreciados y, en fin, cualquier esfuerzo en dirección a la
localización de energía por costoso que fuere cobra actualidad, de ahí el
posible uso futuro de energía proveniente de la hidrólisis del agua; el etanol
de la caña de azúcar, el maíz, el trigo, la uva y la remolacha azucarera. El
uso de las oleaginosas para la producción de biodiesel, el marcado interés por
la peligrosa energía atómica (recordar Chernobyl); la eólica, la hidráulica y
la solar.
En
fin, los políticos se encuentran ahora ante una enorme interrogante que
consiste en la posible super escasez de
“Commodities”, tales como la de los productos agrícolas cuyos excedentes
escasearían y por ello sobrevendría un forcejeo político de países
agroproductores con aquellos que no obstante tienen altas divisas petroleras,
no producen comida y por ello tendrían que negociar a base de trueque o con precios
elevadísimos.
Serán
las organizaciones políticas globales aquellas que tendrán que solucionar esta
novedosa situación de estira y encoge económico que seguramente vendrá en la
lucha por el crecimiento.
Los
desajustes de la naturaleza se pagan con siniestros, y el continuo mal uso de
los recursos naturales puede llevar a un país a ser sujeto de la caridad
internacional.
BIBLIOGRAFIA
1. Berroeta, Alejandro (2011) “Tucupido Pasos de su Gente”. Talleres
Litográficos de Miguel Angel García e
Hijo, S.R.L. Caracas, Venezuela.
2. Idem. (2005) “Tucupido es el Nombre del Recuerdo”.
Editora Tercer Milenium, C.A. Los Teques, Venezuela.
3. Sequera Tamayo, Pedro E.
(2007) “El Canto de
RESUMEN CURRICULAR
Alejandro Berroeta
Oriundo de Tucupido, Estado Guárico. Maestro
graduado (1955). Profesor graduado del Instituto Pedagógico Nacional (1964).
Cursos de Postgrado en
Autor de las siguientes obras: “Geografía
Económica de Venezuela”, “Historia de Venezuela”, “Geografía de Venezuela”,
“Historia de Educación Adultos y Parasistemas”, “Breve Ensayo sobre José
Antonio Páez”, “Tucupido es el nombre del Recuerdo” y “Tucupido, pasos de su
gente”.
Ponente en los diferentes Encuentros de
Historiadores y Cronistas, celebrados en Valle de
Ejerció el cargo de Director de Deportes del
Ministerio de Obras Públicas a nivel nacional y director de personal del
I.P.A.S.M.E. de
Posee varias condecoraciones, diplomas y
distinciones docentes, donde laboró por más de treinta años. Ocupó todos los
cargos en la docencia a nivel regional y nacional.
Actualmente es Director de Educación y Cultura
de
Miembro de
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