PRESENTACIÓN
Para saludar al ciudadano alcalde Jesús Antonio
Aguilar, su señora esposa Sonia Arruebarrena de Aguilar, al cronista de la
ciudad señor Garibaldi Soto y demás tucupidenses presentes en el acto. Y como
se comenta sobre la posibilidad de que yo fuese del lugar, informo que,
efectivamente pude nacer en Tucupido ya que mis abuelos Manuel Rodríguez Torrealba y María Isaíta Rico Nava
contraen nupcias en este pueblo de Tucupido ante el Padre Ortiz el 27 de agosto
de 1901: Mi madre era reticente al informar sobre el lugar exacto de su
nacimiento, por el espíritu errante de don Manuel, ejerciendo la medicina y
portando su farmacia, pero a los diez años asiste a la escuelita, que
regentaban aquí las hermanas Luisita y Belén Belisario y nos contaba historias
ya chuscas o ya ejemplares de la vida tucupidense que nunca olvidamos. Al
parecer por aquí permanecieron parientes avecindados en aquellas postrimerías
guerreras del siglo XIX o comienzos del siglo XX. A lo cual se añade que mi
padre Francisco Javier Rodríguez Barberii era de Zaraza y aquí se establece su primo
hermano Emilio Barberii.
EL DISCURSO
Soy un creyente en la importancia de los símbolos
para comprender y apuntalar el desarrollo. Algunos son de índole natural como
la selva de Tamanaco, otros históricos como la fuerte presencia de José Félix
Ribas en el poblado, edificaciones y sitios que algún suceso o personaje ha
impactado; en tanto que otros están signados por investiduras culturales,
sociales o económicas como los yacimientos arqueológicos, restos de un hato o esfuerzos
como el que eterniza el distintivo
“Tucupido, granero del Guárico”. Ninguno eludible. La consagración oficial de marcas
intransferibles no siempre complace al conjunto de una comunidad. Por lo que proceden los concursos. Y
tras los veredictos se convienen y ostentan, forjando consensos en beneficio de
sentidos de pertenencia que unen y
convocan.
Usualmente los
simbolismos copan el subconsciente y se convierten en reactivos sin discusión.
Pero hay instancias en las que, de improviso, se reclama un mínimo de análisis
justificativo. Sin que falten elucubraciones caprichosas, tendencias
interesadas o pareceres circunstanciales. Todo fenómeno cultural se presta para
la más variada interpretación y puede servir para aglutinar como para excluir. Posibilidades
subjetivas que bien valen si conducen al desarrollo y el bienestar general. Por
lo cual cabe esperar que un escudo, una bandera, un himno, un emblema, ícono,
sitio o construcción congreguen, representen y legitimen. De donde el
patrimonio cultural tangible e intangible de una localidad.
Si las marcas emblemáticas que distinguirán este municipio,
fueron ya seleccionadas, bienvenidas sean. Resta identificarse con ellas y
asumirlas como expresión de lo que podríamos denominar tucupidad y extraer de sus
componentes, la relación útil y pertinente a las más santas aspiraciones y
quereres de esta región. Un crisol con deseos que proporcionen, al territorio, fuerza
suficiente para ser y existir.
Aunque, me atrevo a poner, en manos de ustedes,
pistas resultantes de observaciones entre veredas y baúles. No existen
postulados definitivos. En este recodo guariqueño, convertido en ágora anual de
poesía, se sabe que siempre hay nuevos versos, nuevas coplas, nuevos cantos, dichos
oportunos, con qué saludar la vida y la amistad.
No soy especialista en heráldicas ni es mi área
predilecta, pero como interesado en cuanto tenga que ver con mi tierra, si me
consultan sobre uno para esta región, seleccionaría rasgos que juzgo de máxima
trascendencia. Y, a mi entender, lo básico y perenne tiene que ver con los
fondos primarios que sustentan los modos de vida en la región. Ante todo la
base territorial con su diversidad de ecosistemas: el río, la sabana, el monte,
en un escudo caben en un solo campo. Y en el eje cultural, los que se integran,
fertilizadoramente, al paisaje: la vega expresada en panojas, gajos o espigas,
y la llanería simbolizada por el caballo en esta planicie. El devenir
histórico, no depredador, en modalidades articuladas al medio, como la
agroalfarería, constatada aquí en 1951 por estudiosos de la UCV como “cerámica
de la luna”, instante del proceso civilizatorio alternativo que hubo o hay en
este contorno.
Uno de ellos, el hombre a caballo, antes de la soga
o la lanza ofensiva-defensiva. Porque
primero fue la paz de una tierra que daba para todos y para cuanto permitiera
convivir. El turbión vino después, entre acomodos y formas de poder que se traducen, a veces, en amenaza o advertencias.
Juzgo erróneo privilegiar lo que confronta, en
lugar de lo que une. Las energías fecundadoras retoñan como macollas al
iniciarse las lluvias. De donde esa soterrada tradición tucupidense a investir
o asociar el sacrificio de Ribas con ciertos árboles, representativos de
nuestra especificidad natural y cultural. Quebrahacho, cotopriz. Un reciclaje
que también se espera del petróleo.
Por lo tanto estimo y postulo que hay una fuerza
básica en nuestra historia cultural que nos dirige a concebir la república en
los términos societarios en que lo sugerían Juan Jacobo Rousseau y don Simón
Rodríguez, guías luminosos de Bolívar. Y es significativo, para estos espacios,
como en la trayectoria ideológica de Bolívar, hay instante crucial, en que
capta la dinámica cohesionadora y justiciera que emana de esta tierra. En el
sitio de El Chaparro experimenta un sesgo que fue determinante para la
independencia continental: se topa allí, en abril de 1817, con dos llaneros,
entre otros, el tucupidense Faustino Sánchez. Y el otro quizá también
tucupidense Juan Antonio Moronta, con
quienes se establece uno de esos intercambios de temperamento y de templanza,
que parecen contrapunteos, en que los hombres se miden, por su ingenio. Un
encuentro que relata otro nativo de esta tierra: don Lorenzo Zaraza. El par de
paisanos reconocen la autoridad de Bolívar así como el Taita Cordillera se
ampara y está amparando los hombres de la región, indios, esclavos, rebeldes de toda índole, sirviéndose de la
malicia y el entendimiento, antes que por la sumisión y el vasallaje. Amén de
que están salvando al máximo líder de una muerte segura en los llanos de
Barcelona ocupados por los realistas después de asaltar la Casa Fuerte. Fue una
revelación para Bolívar. El comienzo de una adscripción a la cultura llanera,
que proclama días después en El sombrero, cuando admite que estos desiertos,
sus caballos y su cultura, propician libertad y hacen invencibles a sus hombres. Sin que deje de calibrarlos como proclives a
la paz, como espera, para la República, en los días de su despedida. Diciembre
de 1830 en que lo visita uno de los hombres de Zaraza, vinculado con estos
mundos, Julián Infante, recién alzado a su favor, cuando gran parte de la
dirigencia venezolana lo recusa. Debió recordar el gesto amistoso, solidario,
que anida en los llaneros para sumarse al forastero con el lazo de la
hospitalidad. No de otra manera se le atrajo: los llaneros convienen en su
propuesta de República y Bolívar se hace llanero. Un canje cultural, legítimo e
interfecundante. Debió percibir, también, que desde estos fondos orinoquenses,
se le propone un modelo de democracia, que Pedro Zaraza había ejercido eficazmente
a favor de la Independencia.
Aquel encuentro con los
hombres de Zaraza marcó un cambio decisivo en la imagen que Bolívar se hacía de
los llaneros. Zaraza era tan decidido por
la emancipación americana como leal ante el liderazgo de Bolívar. Y buena
parte de sus hombres prosiguen en la Campaña del Centro y en la de la Nueva
Granada, como en Pantano de Vargas, cuando
la intervención de los soldados del Alto Llano deciden la lucha a favor
de la República.
Hombres como este Sánchez
que había residido aquí y fue expresión de esta franja que formaba parte de una
territorialidad libertaria que incide determinantemente en la suerte del
proceso independentista.
¿Y me pregunto en cuál de tales acciones estuvo
Cipriano Pérez, republicano que según Manuel Tomás Aquino presenció la ejecución de Ribas? Es
una tarea que ojalá podamos aclarar para comprender ese tejido de
acontecimientos que alguna vez tuvieron por centro a Tucupido.
Otros próceres vinculados al lugar y a la
Caballería del Alto Llano con Pedro Zaraza, fueron: los tenientes Pedro García y Manuel González y el Capitán Fermín Martínez Gabante.
Un historiador venezolano enumera hechos puntuales
del proceso democratizador venezolano, pero ignora el aporte indígena y el llanero,
como el patentizado aquí con el cabildo de indios, que emana, a su vez, del comunitarismo
tribal, fundamentado en el mérito y la identidad grupal. Olvidó un modelo de
democracia que hubo en el contexto del hato, donde la casa grande estuvo
abierta a todo rango social o racial como el caney, el paradero o cualquier
rumbo llanero.
Refiere Soto Arbeláez (2001) que “las tierras
comprendidas entre el Orinoco y El Tamanaco en sentido sur-norte, y entre el
Unare y el Manapire del levante al poniente, siempre fueron “cabeza de playa” o
zona liberada desde 1810 a 1821. Allí Manuel Cedeño, Zaraza y Julián Infante,
mediante la guerra de guerrillas” impidieron que desapareciera la patria de un
todo en 1812 y en 1814, luego de perdida la I y la II República (p. 41).
Un vasto espacio de resguardo, provisiones y entradas y
salidas que daban acceso al sur orinoqueño y al norte marítimo. Y facilitaban
numerosas rutas entre, otras, el itinerario que tantas veces sirvieron a los
expedicionarios patriotas para huir de zonas abiertas como los llanos de
Anzoátegui y el norte unareño.
Señorío que permite a Zaraza mantener irreductibles
las enseñas republicanas durante el tiempo en que “el país entero había sido
ocupado” por los realistas, tal como reconoce el escritor neogranadino José María
Salazar (1913): “Era hombre de bien, en la extensión del término, y jamás
alguno de sus soldados cometió desorden sin castigo” (p. 23).
Bolívar concede tremenda importancia al sitio de El
Chaparro, donde convoca, por sugerencia de Zaraza, en enero de 1817 a éste, a
Piar, Urdaneta y Monagas, a través de Arismendi. De allí clama por mulas, vacas
paridas, burros, mandando, a su vez, pertrechos y hasta un clarín. Se refugia
allí cuando los realistas ocupan la Casa Fuerte de Barcelona y casi todos los
llanos de tal provincia.
De tal modo valoraba Bolívar a Zaraza, que el 4 de
noviembre de aquel 1817 le manifiesta que “la división que actualmente manda
V.S. es quizá la más respetable que tiene ahora la República”.
Territorialidad hospitalaria y buena, como la cataloga
Gallegos, un sentimiento que persiste, como don de Dios y que bien vale como
lema de cualquier pueblo llanero: “Necesario es convivir”. Blindar entradas y salidas
con señales afirmativas a partir de sucesos reveladores que hubo o puede haber.
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