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AQUELLOS TIEMPOS DE SERENATAS - FERNANDO AULAR DURANT

 

II ENCUENTRO DE HISTORIADORES Y CRONISTAS DE TUCUPIDO. OCTUBRE  24 y 25 de 2011

Se entiende por serenata la composición musical o poética interpretada al aire libre y durante la noche para festejar a una persona. El término viene de la palabra sereno, referente a la locución "al sereno" o sea a la intemperie, durante la noche. La serenata concebida como una simple melodía vocal de carácter popular: uno o varios cantantes acompañado de instrumentos populares, como la guitarra, con temas sentimentales para ser cantados como homenaje bajo la ventana de la mujer amada, era ya conocida en la época medieval por los trovadores, Ejemplos de este género se encuentran en obras de teatro y óperas como en el Don Juan de Mozart, El Barbero de Sevilla de Paisiello y de Rossini.

Como género instrumental, la serenata se desarrolló como forma autónoma hacia 1770, y los ejemplos más resaltantes son La Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, La Serenata de Schubert, las serenatas de Haydn, Beethoven, Brahms, Strauss, Roussel, Stravinski y otros.

SERENATEROS

Una hermosa costumbre ya casi olvidada, es la serenata. Por las noches, a la luz de la luna o de las estrellas, en las casas donde había mujeres bellas, amigas o novias, los enamorados, en son de conquista, acompañados de músicos y cantantes le brindaban canciones frente a las ventanas para que las mozas salieran a darle las gracias por el gesto tan romántico.

En Tucupido eran serenateros Fernando "Vate" Aular, violinista, Moisés Moreán, clarinetista, Fernando Méndez "El Diablo Suelto" guitarrista y Clemente Aguilera, percusionista y guitarrista quienes integraban un conjunto que animaba fiestas en varios pueblos de la zona.

Ramón Díaz, excelente cuatrista que solía tocar con don Germán Delgado, violinista y Andrés Gómez "Chopito", guitarrista, quienes venían de Valle de la Pascua.

Germán Milano, cantante especialista en canciones rancheras, quien en una oportunidad cantó con Alfredo Sadel. Gabriel Nadales, Oscar Paraco, Pedro Izquiel "El Zorzal de la Barriada", Moisés Caña "El Turupial de Tamanaco", Benito Ortega, cuatrista; Manuel Sánchez, José del Carmen Reggio cantor gardeliano llamado "El tenor de la voz de seda", Manuel Reggio, cuatrista; Alejandro Lasaballet, cantante y guitarrista; Rubito Méndez, Peruchito Vidal y Celestino Pulido Reinefelt que conformaban el "Trío Tamanaco"; Luís Chito Hernández, Nardo Velásquez, y Carmelo Arévalo, el Trío Tucupido"; Juan del Campo, Héctor Morales, José Flores, José Vicente Arveláez, Domingo Ramos, Rafael Aguirre, Alberto Ponce, cantante y guitarrista; Pedro Arévalo "Papaya".

Ernesto Vidal, quien se destacaba por la magnífica forma como interpretaba las canciones "Garúa" y el pasillo "Querube", las cuales desde las ventanas se las pedían las amigas obsequiadas con la serenata:

Más bella que un querube

cuajado en el espacio;

más bella que un topacio,

que un ángel cuando sube;

más lindas que las ninfas

de mares encantados,

un bello paraíso de dioses esmaltados.

En Valle de la Pascua: Armando Prado, Rafael Ledezma, Eleuterio Navarro, Pastor Hernández, Salvador González, Claret Rodríguez, Héctor Ortega y muchos otros.

Las canciones preferidas eran aquellas que hablaban de amores idílicos o pasionales y entre ellas las más interpretadas eran: "Esta noche serena", "Serenata", "Fúlgida luna", "Matinatta", "Como un rayito de luna", "Serenata tapatía", "Vieja luna", "Noche de Ronda" y otras, Canciones que por su contenido eran verdaderas serenatas, como por ejemplo "Serenata" de Manuel E. Pérez Díaz:

Mi canción de amor viene a turbar la calma y el silencio

y mi pobre voz alzándose en la noche te despierta.

Debes comprender y perdonar mi corazón tan necio

que por arrullar el sueño de tus ojos, te desvela.

La luna en el azul oyendo está mi dulce sereta

y de la noche el tul rasgando va con su puñal de plata,

para bañarte en luz cuando asomada a tu balcón florido,

escuches al osado cantor enamorado que tu sueño turbó con su gemido.

Se cuenta que en algunas oportunidades los serenateros fueron corridos con bacinicas de orina, pero debemos suponer que eran malos cantantes, alborotadores o personas indeseadas.

Hoy por razones de seguridad las serenatas se dan de día y dentro de las casas, por lo que han perdido en parte el aura de romántica aventura, la emoción de la sorpresa, de la complicidad lunar y del flirteo al pie de una ventana.

LA CASA HOSPITAL

Era antigua costumbre que en las cercanías de hospitales, clínicas o de casas donde hubiera algún enfermo la gente respetara esa condición guardando silencio, por lo que los conductores se abstenían de tocar corneta y los vecinos de poner música a gran volumen,

En una casa por la calle Trincheras vivían varias hermosas muchachas, hijas del señor Tomás Martínez, a las que frecuentemente les llevaban serenatas, pero antes de que los noctámbulos comenzaran a cantar salía el padre de las muchachas y les decía que allí no podían dar serenata porque había un enfermo, por lo que los bohemios románticos optaban por retirarse y esto se repetía cada vez que alguien llevaba serenata a esa casa. Cierta noche en que Rafael Aguirre a quien le decían "El Ruiseñor de las noches", en compañía de otros serenateros llegaron ante la casa de las Martínez, cuando comenzaron a afinar los instrumentos salió don Tomás y les dijo la consabida cantaleta: -Jóvenes, amigos, por favor, que aquí hay enfermo. Aguirre le respondió: -¡Caramba don Tomás, pero esta casa suya parece un hospital!

BODEGA CONCERT

Fernando Aular "El Vate", tenía una pequeña bodega en la esquina de El Jalón, calle Bermúdez con Sucre en Tucupido, por el año 1946. Cuando no tenía clientes tomaba su violín y se ponía a ensayar. Si en medio de un vals llegaba alguien comprando un cuarto de kilo de queso blanco, él absorto continuaba con la melodía. Pronto llegaban otros clientes a comprar caraotas o papelón o una cuarta de tabaco y él sin atenderlos continuaba el arqueo atacando la parte alegre del Adiós a Ocumare, y así se iba formando un grupo numeroso de compradores que optaban por esperar a que el violinista terminara la pieza para que los despachara y cuando El Vate por fin terminaba el ensayo, la clientela que ya era un numeroso público, lo aplaudía y hasta le pedía que tocara otra.

EVOHÉ

Siempre recordaré a una bella muchacha de mi pueblo llamada Evohé. En realidad no la conocí. Nunca intercambié con ella una sola frase. Su nombre es sonoro y digno de evocación. Es el grito de las Valkirias o de las Bacantes. Exclamación con que las bacantes aclamaban o invocaban al dios Baco. La recuerdo porque cierta noche de claridad plenilunar, mientras dormía plácidamente, allá en la casa paterna sita en el barrio El Tranquero de Tucupido, me despertó un suave cántico, como un coro angelical, tan extraño en aquel lugar en el cual solían escucharse porros colombianos, vallenatos o rancheras mejicanas. Eran unas voces tiernas, melodiosas que al principio no sabía de dónde provenían, por lo que creía que estaba soñando. Me levanté de la cama y me dirigí a la ventana que daba a la calle. Una luna radiante iluminaba el espacio. Al ver hacia abajo, hacia la calle, me quedé admirado ante aquel cuadro insólito: un grupo de cuatro bellas muchachas, acompañadas de una guitarra, eran las que cantaban al pie de mi ventana. Era un canto religioso que hablaba de la vida, de la fuerza, la esperanza y la luz:

"Bellas palabras de vida son las de Cristo Jesús,

ellas alientan mi alma, dan fortaleza y luz.

Bellas palabras de vida resplandecen en mi ser.

Bellas palabras que nunca en mi vida había escuchado hasta hoy."

Terminada la canción, entonces ella, Evohé, la que pulsaba la guitarra, alzó la cara y mirándome con una reluciente sonrisa me preguntó: -¿Te gustó la serenata?

SERENATA BAJO LA LUNA

Cierta noche, como a la una de la madrugada, me encontraba dedicado a la lectura en mi pequeño estudio situado en el primer piso de mi casa en el barrio El Tranquero, cuando comencé a escuchar el punteo en las cuerdas de una guitarra que provenía de la calle, haciendo la introducción de una conocida canción, que con sus notas rompía el silencio y la quietud del lugar. Luego se alzó el torrente de voz, clara y poderosa de un tenor, cuyos agudos parecían a los de Alfredo Sadel, el gran tenor venezolano o la potencia de Alfredo Kraus, el famoso español. En la noche se dejó escuchar la bella canción del cubano Ernesto Lecuona:

"Damisela encantadora.

Damisela por ti me muero.

Si me miras. Si me besas,

damisela serás mi amor."

Al asomarme a la calle miré que allí estaban José Vicente Arveláez "Tablita", que era quien cantaba, Ángel Carpio y Domingo Ramos que tocaba la guitarra, amigos de muchas aventuras pueblerinas y compañeros de estudio de la primaria. Bajé, le di las gracias por la bella serenata, les dije que la canción había estado muy bella y les sugerí que para la próxima vez me cantaran una canción para caballero, no importando si fuera un pasillo cervecero de los que canta Julio Jaramillo, un pasaje torrealbero, un corrido mejicano o un tango de Gardel.

Por cierto que por esa palabra: damisela, al profesor Kanor Fariñas le armaron una poblada y hasta lo querían linchar en la plaza de toros de Valle de la Pascua. Este médico veterinario y profesor del Instituto Tecnológico, cuando fue presidente de la Feria de la Candelaria en 1996, la noche de la elección de la reina se refirió a las candidatas como "bellas damiselas", lo que fue traducido por algunos como una grave ofensa.

La palabra damisela proviene del francés demoiselle que significa señorita en sentido apreciativo, cariñoso, pero a veces irónico. Pero en otra acepción significa prostituta. Por lo que Kanor, aun cuando lo empleó en el sentido afectivo, tuvo que hilar muy fino para lograr el perdón del soberano.

LA LÁGRIMA

En Valle de la Pascua había una casa en la cual vivían ocho mujeres a la cual más fea, pero cosa extraña, en esa casa no pasaba una noche en que no llevaran una serenata con guitarras, con mariachis, conjunto de arpa, maraca y cuatro; cuando no era para una, era para otra y así sucesivamente.

En una oportunidad uno de los serenateros acompañado de su guitarra, cantó una canción donde decía que allí, al pie de la ventana, por el amor de su amada, como una perla salida de su alma, dejaría una lágrima pura. Después de las consabidas gracias se marchó el romántico enamorado, pero alguien que pasó más tarde por allí, tal vez acuciado por una urgencia intestinal o por burlarse del juglar enamorado, se evacuó justo debajo de la ventana de las poco agraciadas musas.

Al día siguiente, muy temprano, el padre de las mujeres se encontró con la plasta que allí habían dejado y llamó a las hijas y les dijo: -Vengan pá que vean la lágrima que les dejó el galán de anoche.

NOCTÁMBULOS

Una vez se realizó un superradio maratón de tres días continuos en la emisora Radio Enlace, la cual dirigía un locutor de apellido Barrios, actividad que tenía como objetivo recabar fondos a beneficio de la Cruz Roja. Día y noche se presentaban artistas de los más diversos renglones y géneros: cantantes, ejecutantes de instrumentos, contrapunteadores, conjuntos musicales, declamadores, cuenta cuentos y otros.

Coincidencialmente, en una de esas noches de maratón, en la casa del profesor Jackson Vicuña estaban reunidos varios amigos, entre ellos: el virtuoso cuatrista Guelmi Jaramillo quien había tocado con Los Torrealberos y Fernando Aular, médico aficionado al canto. A eso de las dos de la madrugada, después de una velada familiar muy amena, Jaramillo y Aular decidieron dar una serenata en Radio Enlace para colaborar con el radiomaratón. Acompañado al cuatro por Jaramillo, Aular cantó varias canciones y luego el cuatrista interpretó varias piezas en forma magistral.

El doctor Vicente Ledezma, médico anestesiólogo, intensivista y consumado noctámbulo, bohemio y acólito de Dionisos, que a esas horas de la madrugada escuchaba por la radio a los dos serenateros, expresó: -¿No les digo yo, cuando Jaramillo y el doctor Aular andan echándose los palos, entonces dicen por ahí que andan haciendo cultura, cuando Vicente Ledezma bebe, se anda emborrachando?

SERENATA CON LAS ESTRELLAS

El profesor José Sánchez Torrealba solía escribir en los diarios regionales "El Nacionalista" y "La Prensa del Llano", artículos sobre gramática y Literatura, Curiosidades del lenguaje Castellano, Notas Acribológicas, ensayos y crítica literaria sobre libros y autores. En cierta oportunidad publicó una serie de pequeños poemas en prosa, muy breves y en su gran mayoría cargados de sentimientos trágicos, de odio y despecho. Estos poemas fueron escritos especialmente para ser utilizados como introducciones a las canciones en un programa radial nocturno: "Serenata bajo las Estrellas", en el cual el locutor leía la breve introducción escrita por Sánchez, alusiva al tema de la canción y luego colocaba ésta. Como por lo general se trataba de introducciones de canciones de despecho, de desamor, de traición, culpa, rencor, los tics se referían a estos temas por lo que resultaban como las canciones, dramáticos, tristones, llorosos, llenos de odio y rencor. Es difícil explicar por qué esos programas radiales son llamados: "La hora romántica", "Cita con el ensueño", "Momentos inolvidables" y la mayoría de los temas son de desamor, de odio y traición, Por ejemplo Sánchez escribía:

"Me muerdo los labios para no llamarte. Mi vida es un tormento por culpa de tu amor que me hiere y por ello este odio que me destroza el alma. ¿Amar, odiar, es acaso locura? Debo estar loco pero te odio y te quiero."

Al terminar la lectura el locutor ponía el famoso bolero de Enrique Alesio en la voz de Panchito Riset, "Te odio y te quiero".

"Te duele saber de mí. Para ti sólo soy un pobre vagabundo.

Después de haberte dado todo lo que tienes ahora no soy

nada para ti. iOh amor, qué malo eres!

Y sonaba el bolero de Luís Marqueti "Amor que malo eres”. En la voz del trío Los Panchos.

"Ódiame! Nada me importa tu rencor. Así es la vida, llena de

odio, rencor y dolor. ¿Amor? No, Sólo sufrimiento y 

decepción, sólo despecho.

Y comenzaba a sonar en la radio en la voz de Luís Moneró la canción de Rafael Hernández titulada "Despecho".

Y así por el estilo.

Cierto día en San Juan de los Morros dialogaba con un profesor de la Instituto Universitario Isaac Newton y me preguntó si conocía en Valle de la Pascua a un señor llamado Sánchez Torrealba. Que él quería hablar con ese hombre. Que tenía que hablar prontamente con él porque era cosa de vida o muerte. Que tenía que intentar salvarlo, porque por las notas que escribe en el periódico El Nacionalista, ese señor debía estar al borde del suicidio.

FÚLGIDA LUNA

En una oportunidad un amigo me pidió que lo acompañara para llevar una serenata. Era por el mes de agosto y había un cielo lleno de nubes que anunciaban el próximo torrencial. Traté de excusarme aduciendo que la noche no era apropiada para serenatas. El amigo insistió argumentando que estaba muy enamorado y necesitaba llevarle la serenata a su adorada. Le advertí que no tocaba bien el violín. El me aseveró que yo era un Paganini. Nos fuimos. Ya ante la ventana de la casa le pregunté qué iba a cantar y me dijo que "Fúlgida Luna". Le dije que no había luna, que lo que venía era un aguacero. Nada. Comenzó a rasgar el cuatro y yo a serruchar el violín. Arrancó con la canción: -Fúlgida luna del mes de enero… Pausado y con estilo. Comenzaron a caer las primeras gotas. El cantante aceleró: raudalinmensodetiernaluz alainsensiblemujer quequierollévaletemosmensajestú... y salimos corriendo bajo un chaparrón.

Don Eleuterio Navarro y sus amigos en una serenata al Vate Aular

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