I
Encuentro de Historiadores, Cronistas e Investigadores
Ponencia
de Argenis Ranuárez A.
Tucupido
11/06/2009
José Rodríguez Sáez, nació en
1938 en el Caro de la Negra, caserío situado entre Tucupido y Zaraza. Murió en
accidente aéreo, en San Rafael de Laya, en 1983.
Rodríguez Sáez fue una
inteligencia superior al servicio de Venezuela, en su doble faceta de político
y escritor.
Don Lorenzo Rubín Zamora, el
quijote de la cultura guariqueña, así escribió en su “Diccionario biógrafo del
Estado Guárico”:
“Rodríguez
Sáez (José), meritorio guariqueño quien de su modesta condición de hijo de cuna
humilde, pero honorable familia campesina, ha alcanzado con sus propios
esfuerzos, una posición elevada como literato y como político. Es “orador de
grandes recursos y trabajador incansable”. Ha sido electo diputado al Congreso
Nacional por el estado Guárico, mandato que no ha ejercido por compromisos
ineludibles con el movimiento obrero.
Es autor del libro “Oratoria para
un militante de base”, aparecido en 1971. nació en Tucupido (1938), casado con
Khena Ruiz. Hijos: José Humberto, Yoquikenio, José Guillermo, Luis Gerardo,
Juan Bautista y Beatriz Rodríguez Ruiz”.
Este hombre vivió menos de medio
siglo y sin embargo dejó huella profunda durante su corta travesía terrena. En
Tucupido, donde fue obrero petrolero, pasó a San Juan de los Morros, como alto
dirigente regional del partido Copei y de allí a Caracas, donde ejerció la
dirigencia nacional de esa organización política y donde inició su actividad
como escritor.
Era un orgullo para Rodríguez
Sáez haber nacido en esta tierra. Como orgullo era su origen humilde y su
condición de campesino y de obrero. Su aguda inteligencia le permitió pasar de
dirigente local a distrital, regional y nacional. En lector emprendido,
acucioso, investigador de la sociología, la psicología social, la antropología
y de los estudios políticos. Estaba al día en materia económica y en literatura
fue apasionado de los clásicos. En su bien cultivado forma expresiva, citaba
con frecuencia a Twain, Hemingway, Poe, Cervantes, Tolstoi y Bolívar. Así como
fue de bueno su discurso en actos políticos, lo fue su prosa sobre historia
regional y nacional, buena fue su palabra en la amena conversa, caracterizados
todos por la contundencia propia de los convencidos, que solo con argumentos
convencen. Rodríguez publicó nueve obras, suficientes para ganarse puesto de
honor en la historia política y en las letras regionales. Vivió siempre de
prisa, como si presintiera la temprana llegada de la hora final, estuvimos
cerca de ese hombre, formamos parte de su equipo de gobierno, y de él recibimos
manifestaciones de aprecio.
De los Estados Unidos nos trajo
unas manos cruzadas en actitud de oración manos de grueso, pesado y
transparente material. Cuando lo veíamos en su peculiar manera de verse
aquellas manos gigantes y frotárselas, pensamos que algo o mucho se tenía entre
sienes con las manos. Cuando escribió sobre Páez, escogió las manos del
centauro como tema, y como título: “las manos de Páez”.
José, simplemente José, vivió su
lugar y su tiempo. Lo vimos enamorado de la vida, del amor, de las mujeres, de
los hijos y del Guárico, donde predicó para la formación y cultivo del
sentimiento regional; la guariqueñidad, constante en su palabra, palabras que
sonaba como él se veía, entusiasta hasta el final.
Del José Rodríguez Sáez, hombre
público, guardamos el recuerdo bueno de un llanero de muchas lecturas, aguda
capacidad crítica, vitalidad inagotable, nobleza con su adversario, solidaridad
humana donde fueron a beber sedientos y a abusar oportunistas. Del escritor, la
admiración a un creador que manejó con maestría el idioma de Cervantes, que
prosa cargada de imágenes frescas y espontáneas como el mismo.
En este “I Encuentro de
Historiadores, Cronistas e Investigadores” de su amado Tucupido, no vamos a
perder oportunidad tan valiosa para referirnos a una de sus obras, “Ribas, el
hombre del gorro frigio y su trágico final en Tucupido”. (San Juan de los
Morros, Gobernación del Estado Guárico, 1983).
Esa obra constituye un aporte
invalorable para el conocimiento de una vida ejemplar, truncada por la mano
criminal tras la delación. . El libro tiene prólogo del académico Adolfo
Rodríguez, quien bajo el título “Para la Biografía del heroísmo” esto dice
sobre el autor:
“El
reto de conmemorar a Bolívar en nuestro estado, desde 1980 nos ofreció esta
posibilidad de conocer a José Rodríguez Sáez, que dice de un intelectual
prestado a la oratoria, un orador prestado a la política, un político prestado
a la administración pública… su lar doméstico – Tucupido o el Caro de la Negra-
ostentaba ya en el joven líder haber sido periodista de circunstancias duras…
de eso nos habla este discurso, estos escalofriantes detalles de un ímpetu aún
poco conocido y que tiene en Rodríguez Sáez un baqueano que pesquisa, compara,
discute, reporta, concluye, relata, acota en minucias que aclaran, para esa
clase magistral que desde la tribuna de 1983 los mejores hijos del Guárico nos
dedicamos a dar oportunamente.”.
El trabajo de José Rodríguez Sáez
tiene fotografía y reproducciones de Carlos Hernández. El autor lo dedica “al
señor presidente de la República, Dr. Luis Herrera Campins,” como un modesto
pero sentido testimonio de reconocimiento a su empeño por animar y motivar al
país, para los grandes tributos que se le han rendido al Padre de la Patria en
el bicentenario de su nacimiento”.
El dilecto hijo del Guárico
gobernó a su estado por disposición de Herrera Campins, su entrañable amigo.
Rodríguez Sáez hace un paneo desde el descubrimiento en 1492, pasa por la
Revolución Francesa, la Guerra de ocho años de los EE.UU, contra Inglaterra, y
sobre la situación de Europa desde finales del siglo XVIII. Con una prosa
cargada de lirismo, trata sobre los primeros intentos de independencia”, con la
fuerza de sus contundentes afirmaciones, van también sus interrogantes.
“¿Cuántas
veces fue tumbada y cuantas veces volvió a erigirse como una fiera herida?.
¿Cuántos de sus hijos, rebelados contra la prepotencia hispana, regaron con su
sangre y con sus huesos su propia tierra?, ¿cuántos crespones de luto se
hicieron cruces a lo ancho y largo del camino?.
José – simplemente José, como se
le llamaba aquí, allá y más allá – trata los últimos días de Bolívar en Santa
Marta. Al preguntarse que sortilegios, que potencias celestiales alentaron al
Libertador, a emprender tantas proezas y sacrificios, el mismo se responde:
“Surge de su pasión por la justicia y la igualdad, de su vergüenza por la
esclavitud colonialista, de su generosidad y desprendimiento sin límites de su
amor por los sagrados derechos del hombre y de los pueblos”.
RIBAS, EL HOMBRE DEL GORRO FRIGIO
Diecisiete páginas de su obra
dedica José Rodríguez Sáez el prócer José Félix Ribas. Lo ubica entre los pocos
que alcanzaron ceñirse los Laureles de la Gloria, “una estrella fugaz en el
cielo de la patria, pero cuya estela luminosa quedó grabado para siempre en la
memoria agradecida de su pueblo”.
El autor expresa su convicción
sobre el valeroso Ribas que derrotó a Boves en la Victoria, el 12 de febrero de
1814, ubicando en ese día de gloria para la patria, el encumbramiento de Ribas
en el pedestal de la historia. Cita a Juan Vicente González, a Uslar Pietri,
Eduardo Blanco, Miguel Angel Mudarra, Guillermo Morón, Vicente Lecuna y a una
buena cantidad de historiadores. Magistral es el esbozo Rodríguezsaeziano sobre
la breve vida de la Primera República, “primer gran fracaso de nuestra
experiencia como país libre”, dice, al tiempo que reivindica a Miranda – eco de
las voces de Parra Pérez y Adriani – sobre las infundadas acusaciones de
traición a la patria y manejo indebido de dinero. Ribas, tío del Libertador,
huye con éste a la Nueva Granada, tras la capitulación de Miranda, JRS da
detalles.
No vacila en calificar el
ajusticiamiento de José María España, caudillo de la Revolución de 1787, como
elemento importante en las convicciones de Ribas, testigo de aquel espectáculo
de horror en la plaza Mayor de Caracas. Cuando Ribas tiene 24 años, Refiere el
exilio de la familia Ribas en Curazao, los estudios de Ribas en el Seminario
San Francisco “sin saber que el destino caprichoso habría de sustituir la
Biblia por una espada, convirtiéndolo en uno de los más temerarios combatientes
republicanos”.
Rodríguez Sáez escribía como
hablaba, y hablaba como pensaba, era un convencido y de convencido de la vida
era su prédica de Patria, de Republica y de País. Elogia el encendido verbo y
rápida captación de las masas de Ribas. “Donde él llegaba – dice con emoción
patriota – todo se vestía de luz y entusiasmo”.
Destaca el autor la actuación de
José Félix Ribas como gobernador militar de Caracas y de las rápidas posiciones
que éste logró “mediante su natural talento, dinamismo y voluntad”. Rodríguez
establece diferencia entre el José Félix Ribas de la Primera República, “donde
destacan sus dotes de orador y civilista, con su genio militar, demostrado
durante la Campaña Admirable, culminada el 7 de agosto de 1813, con la entrada
triunfal de Bolívar a Caracas, procedente de la Nueva Granada, proeza que le
valió el título de “Libertador de Venezuela” junto al nombramiento de “Capitán
General de los Ejércitos”.
El autor destaca la actuación de
Ribas para hacer posible la invasión de Venezuela desde Colombia y la
participación de héroes nacidos en ese país, de la talla de D´Elhuyar, Mazo,
Girardot y Ricaurte. Destaca igualmente la bravura y el coraje de Ribas en
Niquitao, el 23 de junio de ese año 13, con un arrollador triunfo en desiguales
condiciones y en Los Horcones, casi un mes después, a quien el Libertador llamó
“el vencedor de los tiranos, el héroe de Niquitao y los Horcones sobre quien la
adversidad nada puede”.
Bien documentado, Rodríguez hace
afirmaciones nada fáciles de desmentir, contrariar o demeritar. Califica a la
Segunda Republica de “hija de las armas”, perdida 16 meses después por falta de
unidad de los patriotas, inexperiencia y al desbordante magnetismo de Boves,
quien avanzó sobre Caracas, penetrando a los Valles de Aragua con la derrota al
Ejército patriota en la Batalla de la Puerta.
Cita a Eduardo Blanco, valora el
arrojo de Ribas en la Victoria y llega finalmente al momento del trágico final
del prócer en Tucupido. Pareciera que el autor del magnífico ensayo histórico
hubiera estado presente en cada jornada, en cada batalla. Narra la huida de
Ribas hacia Valle de la Pascua. La traición en Tucupido, la captura y la muerte
del prócer el 3l de enero de l8l5, colgado en la horca y su cabeza frita en
aceite, colgada en un palo su mano derecha a media legua del pueblo, y su
cabeza enviada a Caracas, vía Barcelona, con el gorro frigio que Ribas usó
desde los días del triunvirato.
Cierra su obras José Rodríguez
Sáez, con la evocación de sus días de niño cuando contemplaba con curiosidad
adolescente en carapacho de un cují negro todavía en pie, donde habían colgado
al General. Así culmina el relato del inolvidable tucupidense:
“Desde
la parte alta del terraplén, se contemplaba la silueta del cují manchado de
sangre y cargado de historia. Lo mirábamos con respeto y con temor. Sabíamos
que allí habían muerto los sueños de un valiente, traicionado en una hora
aciaga de la república, para endosarle a este pueblo, el nombre de un caraqueño
que abonó con su sangre los campos de una tierra que lleva nombre de guerrero
invicto: “RIBAS”
Finalizamos esta ponencia con una
propuesta: que el señor Alcalde Jesús Antonio Aguilar, quien bien conoció a
Rodríguez Sáez, campesino, orador, político y escritor, decrete una edición de:
“Ribas el hombre del gorro frigio y su trágico final en Tucupido”, para que las
generaciones de tucupidenses, de ribenses y guariqueños de hoy, conozcan por la
palabra sentida, reverente, lúcida, poética y sabia de José, buena parte de la
vida del vencedor de la Victoria, espíritu, corazón, cerebro, brazo y piernas,
entrega total, vida inmolada por la libertad.
Que
así sea.
Tucupido 11/06/2009
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