II ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES DEL ESTADO GUÁRICO
MAYO DE 2010. CASA DE LA CULTURA RAFAEL
RENGIFO.
CONMEMORACIÓN DE LOS 250 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE TUCUPIDO, CAPITAL DEL MUNICIPIO RIBAS EN EL ESTADO GUÁRICO
PONENCIA DE
MANUEL SOTO ARBELÁEZ
VIVENCIAS
DE UN CIENTÍFICO TUCUPIDENSE EN EL ZULIA:
Dr. HÉCTOR SERVIDEO SOTO
I. Presentación. Me
ha sido de grato placer transcribir las notas vivenciales de estimados paisanos
guariqueños. Considero que a los hombres y mujeres que hayan hecho carrera
positiva a favor del país, se les deben reconocer sus méritos cosa que estoy
tratando de hacer con algunos de ellos, en vida o ya desaparecidos. Las
siguientes notas vienen de puño y letra de mi querido y estimado médico
tucupidense Héctor Servideo Soto, residenciado en el Zulia desde 1951, hasta la
fecha de su muerte el 27 de Noviembre 2007, donde hizo carrera en unión a su esposa, también médico,
la Dra. Haydee Parra. Murió en Maracaibo rodeado del cariño de sus hijos y
esposa. Los siguientes párrafos van dedicados en este Encuentro de Cronistas de Tucupido, a este
valioso hijo suyo.
II. Orígenes y Educación Primaria. Dice
el Dr. Héctor Soto: “Nací en Tucupido, Edo. Guárico el 06-05- 1923, en el
seno de una familia humilde. Hijo de Josefa Antonia Soto, tuve cinco hermanos:
Rosa, Zoila, Josefa, Garibaldi y Sara. Asistí a la primera Escuela
Graduada de Tucupido, la “Narciso López Camacho” hasta el 5to grado, donde tuve
valiosos y preocupados maestros por nuestro aprendizaje, a quienes
admirábamos por su honestidad y sencillez, signos elocuentes de la pureza
de sus almas. He aquí algunos de ellos: Luís Guglieta Ramos, Vicente Arellano, Eleazar
Lozano, quien llevó a la Escuela métodos modernos, eliminando la
palmeta como medio para el castigo por cualquier falta o travesura
propias de la edad y en su lugar estimulaba nuestra estima y formación
con sabios consejos. Compartieron conmigo, de 1933 hasta 1938, los bancos de la
Escuela apreciados compañeros, cultivando la camaradería y la amistad entre
todos. Algunos de ellos: Rafael Celestino Rengifo, Isidoro Mendoza; Emilio y
Rubén Carpio Castillo, Rafael Panzarelli, Emma Ponce, Rosa Emilia Armas y
otros.
La narración continua así: “Con Celestino
Rengifo y el Profesor Lozano conseguimos una imprenta para la Escuela y
elaboramos con nuestro esfuerzo y trabajo el primer periódico infantil en
Tucupido, titulado El Chiquilín. Como
en la Escuela no había sexto grado tuve que trasladarme a Valle de La
Pascua para terminar mi educación primaria en la Escuela Graduada
Leonardo Infante durante el año 1939, donde tuve la fortuna de encontrarme
con un maestro y Director profundamente humano y solidario que me enseñó
la mejor disciplina en el estudio y la conducta para ser un buen ciudadano ¡Cuanto
le agradezco su empeño! se trata de Alberto I. Padra. Recuerdo algunos
compañeros de escuela: Manuel Castro Oropeza, Luis Lasaballet, Isidoro
Hernández, uno de los hermanos Flores Díaz y otros.
III. Educación Secundaria. “Terminado el 6to. Grado con un rendimiento óptimo, y como
en Valle de la Pascua no había Liceo, me trasladé con mi madre a San Juan de
Los Morros en busca de una ayuda-beca para estudiar bachillerato y nos
entrevistamos con el Gobernador y su Secretario Aníbal Paradisi. Con una
respuesta muy positiva, habida cuenta de la claridad de mi visión futura, la
beca fue de Bs. 91 mensual, lo cual me permitió ingresar a una residencia
estudiantil y al Liceo Juan Germán Roscio en San Juan de Los Morros,
donde permanecí desde el año 1940 al 43, compartiendo con mis compañeros los
encantos de la juventud. Recuerdo con mucha deferencia a mis profesores,
quienes vertieron en nosotros sus conocimientos: al Dr. Miguel Chacín, Pedro
Natalio Arévalo, al Dr. Leal, al Dr. Martínez Villasmil, al
Sacerdote Timoteo García de Corpa, a Guillermo Meneses, y al profesor Pineda,
entre otros”(..).
“Compartían las aulas de clases y/o la
Residencia estudiantil, entrañables amigos, difíciles de olvidar: Fernando
Alvarado hijo, Fabián Zerpa, Eduardo Toro, Ramón de J. Heredia,
Guillermo y Ángel Loreto. Guillermo Dumith, José Inés Pérez, Napoleón
Ledezma, David Díaz, Pedro Díaz Seijas y Rubén Rodríguez. Entre
ellos hubo uno con quien coseché una sincera y fraternal amistad: Fernando
Alvarado Guzmán, hijo, la cual mantuvimos siempre fresca al lado de toda su
familia y por toda la vida en especial con sus padres: Don Fernando Alvarado y
Misia Aida Guzmán de Alvarado, quienes me brindaron un amor puro, acogiéndome
en su hogar como un miembro más de su familia, noble gesto digno de mi
eterna gratitud y de la gracia de Dios para esta familia sanjuanera”
IV. Caracas. Estando
ya en la Capital dice Héctor Servideo: “Terminado el bachillerato en el Liceo
Roscio de San Juan de los Morros, me fui a Caracas a estudiar Pre-universitario
en el Liceo de Aplicación anexo al Pedagógico de la capital en el año
1944, allí tuve como profesores a excelentes y exigentes maestros de la
docencia: Pérez Rodríguez, Sansón, Arroyo, entre otros. Es bueno recordar que
ese año era el filtro exigente no sólo para los estudiantes que venían
del Interior, sino para los de Caracas también, por lo cual los que
tenían posibilidades económicas emigraban a Valencia. Yo me crecí ante el
compromiso y salí adelante. Luego ingresé a la Universidad Central de
Venezuela en el año 1945, ese fue uno de los momentos más felices de
mi vida, al pensar que un niño veguero de un pueblo llanero, con
toda una carga de necesidades, estaba de pié y ante la estatua del Sabio
José María Vargas y me prometí a mí mismo, y a los míos, que aprovecharía al
máximo la oportunidad que Dios y la Patria me ofrecían. Allí tuve
profesores brillantes, verdaderos gigantes de la medicina quienes volcaron sus
extensos y profundos conocimientos sobre nosotros, dignos ejemplos a seguir. En
los primeros años los profesores José “Pepe” Izquierdo, Montbrun, Pablo
Izaguirre, los hermanos Plaza Izquierdo, Rojas Contreras, O´ Dali, Félix Pifano.
En la segunda etapa, o de las Clínicas, recuerdo a los profesores Ruiz
Rodríguez; al zaraceño Hernández Rodríguez (Bambarito), Pérez Carreño,
Blanco Gásperi, al zaraceño Manuel Vicente Méndez Gimón, Pastor Oropeza (Padre
de la Pediatría Venezolana), Ernesto Figueroa, Gabriel Trompiz, Méndez
Castellanos, Gabriel Barrera Moncada, Espíritu Santos Mendoza y Ernesto
Vizcarrondo. Y entre los compañeros de curso mencionaré algunos; Vicente Armas,
Josefina Tejeda, Emilio Carpio, Josefina Brington, Alexia Sandoval, Martínez
Suárez, Víctor López García, Gustavo Silva, Romero Páez, Ligia Padilla, Luís
Cuenca Pérez, Eladio Díaz y Ríos De Vicente.”(..)
V. Penurias de un estudiante. Recordando sus pasantías por 7 pensiones en Caracas, que
una de las que le dejó más recuerdos “Fue una pensión situada en las
desaparecidas esquinas de Pájaro a Tejar, que considero como la más
emblemática de mi vida estudiantil, (pues) era manejada por un hombre
rudo, poco afable y de modales carentes de los Consejos de Carreño en su
libro de urbanidad y buenas costumbres; la administraba como un feudo que
soportábamos con estoicismo los estudiantes de diferentes facultades y
empleados y/o oficinistas del comercio y entes públicos. Su interés principal
era el provecho económico a expensas del estómago de los comensales. Con esta
escasa ración iniciábamos las actividades del día, hasta regresar al
almuerzo a ingerir lo que a él se le antojara”. Recuerdo a un paisano
guariqueño que compartía esta penuria con el resto de los pensionados, el hoy
abogado Dr. Máximo Salazar Carchidio, estudiante siempre vestido elegantemente(..).
Continua el Dr. Soto: “Como no podíamos estudiar por las noches, porque
argumentaba que “se gastaba mucha luz”, teníamos que emigrar a las
plazas públicas cercanas: la del Nuevo Circo, la Henry Clay, la Plaza España y
otras. Algunas veces expoliados por el hambre de la media noche un
compañero y yo, consumíamos de
la nevera todo cuanto podíamos: hasta zanahoria, remolacha, lechuga, etc.,
todo lo cual despertó la ira del patrón, que así lo llamábamos, y esto lo
solucionó encadenando la nevera durante las noches. En otras ocasiones más
afortunadas, como estudiábamos en las plazas hasta altas horas de la
noche, ocasionalmente se presentaban situaciones muy gratas: se nos
acercaban algunas personas alegres bajo los efectos del alcohol y
comenzábamos un diálogo más o menos en estos términos: -Hola Br., ¿qué
están estudiando? Le respondíamos (que) Medicina. Bonita y
noble profesión, -¿De dónde vienen?- Del Llano, -Bonita Región, ¿Y no
tienen frío y hambre a estas horas de la noche? De todo un poco, pero
estamos acostumbrados...-Ya se lo vamos a quitar vamos al cafetín del Chino de la esquina y
allí comerán una tostada, una torta burrera con almíbar, una gelatina o
un café, según prefieran. Consumido el contenido de tan
generoso gesto, le expresábamos nuestra gratitud más sentida, entonces él
se iba con su marcha vacilante y palabreando un monólogo –El llanero será un
buen médico para curar a nuestro pueblo. ¡Si señor!- y así se
alejaba esa alma generosa y caritativa ante la necesidad del prójimo(..). “Como
la pensión también alojaba por
VI. El Diploma de Médico. “Por fin llegó el día de la anhelada graduación de
Médico el 2 de agosto de 1951 en la promoción Dr. Pastor Oropeza en homenaje a tan honorable Maestro, día en que
el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela (hoy Palacio de las
Academias), se engalanó para recibir en Acto Solemne a los miembros de la
Promoción con las Autoridades Universitarias presidida por guariqueño
Rector Julio De Armas y nuestro Padrino Epónimo el Profesor Pastor Oropeza. Se
nos invitó a hacer el Juramento Hipocrático y luego a recibir el Título
de Médico Cirujano. Trascendental y memorable momento, donde una vez más sentí
la bendición de Dios entre coros y cánticos, exaltando la alegría, la
felicidad y el amor que palpitaba al unísono en el corazón de mi madre
junto al mío, de mis familiares y amigos, lo cual dejó una huella imperecedera
en nuestras almas. Al mismo tiempo en mi imaginación sentí la presencia del Dr.
José María Vargas que extendía sus brazos hacia mí, con una sonrisa de
triunfo y me susurraba al oído: ya eres uno de los nuestros, cumplirás siempre
con tu deber, y le he sido fiel a lo largo de mi vida”(..).
VII. Logros médicos,
científicos y académicos del Dr. Héctor Servideo Soto. Uno
de los mayores logros del Dr. Héctor Servideo Soto y de ejemplo para los
Tucupidenses, fue vencer siempre las grandes dificultades ligadas a la pobreza
y subdesarrollo presentes en las poblaciones del interior venezolano durante la
primera mitad del siglo veinte, que impedía el desarrollo intelectual y
humanístico de sus habitantes. Huérfano de padre a los 4 años de edad y de origen humilde,
Héctor S. Soto logró con su gran tenacidad e inteligencia manifestada desde su
niñez y con el apoyo de su madre, Josefa Antonia Soto y su hermana Rosa Soto,
obtener una beca para continuar sus estudios al terminar el 5º grado en
Tucupido. Su buen rendimiento académico le permitió conseguir una Beca de la Compañía Creole para realizar
sus estudios universitarios en la Escuela de Medicina de la Universidad Central
de Venezuela y obtener el Título de Médico Cirujano con excelentes
calificaciones, convirtiéndose el 1º de Agosto 1951 en el primer médico nacido
en Tucupido.
En
Diciembre 1961, se gradúa de Especialista en Puericultura y Pediatría en la
Universidad Central de Venezuela, con la máxima calificación de 20 puntos,
convirtiéndose en el primer pediatra Tucupidense y, el Título de Doctor en
Ciencias Médicas en la Ilustre
Universidad del Zulia con la
presentación de su Tesis Doctoral el 04 de Marzo de 2001, cincuenta años
después de su graduación en la UCV, lo que indica que nunca cejó en su afán de
superación.
Durante
su vida profesional el Dr. Héctor S. Soto fue considerado por sus colegas y
discípulos como un pediatra insigne,
porque ejerció la profesión con mucho amor, mística, dedicación y asumiendo con
gran responsabilidad a cada uno de sus pacientes aplicándoles los mejores
tratamientos en el momento oportuno para lograr su curación. Fue, además, un
incansable luchador por la igualdad de sus pacientes más necesitados.
Gracias
a sus cualidades científicas y humanas, en Julio del 1977 se convirtió en
Profesor Universitario en el Departamento Docente de Pediatría de la Facultad
de Medicina de la Universidad del Zulia, ganándolo por concurso de oposición y
ejerció los cargos de Coordinador de la
Cátedra de Propedéutica Pediátrica en la Unidad Docente Hospital
Chiquinquirá de la Universidad del Zulia,
Profesor de Clínica Pediátrica. En el año 1982 fundó la Unidad Docente Hospital
Materno Infantil Cuatricentenario de Maracaibo, coordinándola hasta su
jubilación en el 1998.
En
Julio de 1978 ganó el concurso de oposición como Jefe de Servicio de Pediatría
fundando el Servicio de Pediatría dependiente del Hospital Materno Infantil
Cuatricentenario de Maracaibo, cargo que ejerció hasta su retiro por enfermedad en el 2002.
El
doctor Héctor Servideo Soto fue nombrado Padrino Epónimo de 4 y Padrino
Honorario en 10 promociones de Médicos egresados de la Universidad del Zulia.
Asistió durante su carrera médica a más de 120 cursos de Actualización
en Pediatría, Jornadas y Congresos presentando trabajos científicos originales
sobre el tema en 17 oportunidades. Fue miembro de 7 Sociedades Científicas:
fundador y Presidente de la Sociedad Médica
de Cabimas, Miembro Honorario y Presidente de la Sociedad Venezolana de
Puericultura y Pediatría, Filial Zulia,
Miembro Fundador y Honorario de la
Sociedad Zuliana de Perinatología
(AZUPERINAT), Miembro de la Sociedad
Venezolana de Infectología y Miembro de la Academia Americana de Pediatría y
fue Miembro Fundador del Colegio de Médicos
del Estado Zulia
En
su matrimonio con la Dra. Haydee Parra de Soto, Héctor Servideo Soto constituyó
un hogar con elevados valores éticos, morales y cristianos ejemplo de
honestidad, rectitud y responsabilidad, valores que inculcó a sus hijos, a sus
discípulos y a toda su familia. Tuvo la oportunidad de recoger sus frutos en
sus hijos, familiares y en sus alumnos. Sus 8 hijos obtuvieron títulos académicos con excelentes
calificaciones, tres de los cuales Summa Cum Laude: un médico veterinario, una
enfermera, una administradora, dos médicos cirujanos, un ingeniero agrónomo, un
arquitecto, y un abogado sacerdote jesuita
filósofo y teólogo.
El
Dr. Héctor Servideo Soto fue un hombre cristiano enemigo de la ostentación y el
derroche, buen hijo honrando a su madre y benefactor de toda su familia, hermanos,
sobrinos, hijos, y nietos. Fue un hombre
amante de la naturaleza y de todo cuanto lo rodeaba: amó el arte, la música clásica, la lectura y las culturas que conoció en sus
viajes alrededor del mundo, y nunca olvidó
a su Tucupido, pueblo que lo vio nacer el 6 de mayo de 1923 y al cual
visitaba frecuentemente junto a su esposa e hijos. Dio ejemplo de honestidad,
rectitud, responsabilidad a toda su familia y a quienes le conocieron en el
desempeño de su vida hogareña, como pediatra, como profesor universitario y
como ciudadano de este país.
Sufrió
con humildad y paciencia su larga y penosa enfermedad y falleció rodeado del
amor de todos sus seres queridos el 27 de Noviembre 2007, a los 84 años de edad.
Su vida fue, es y será motivo de inspiración para familiares, amigos y
generaciones futuras de su querido Tucupido, población que estuvo siempre
sembrada en sus recuerdos.
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Notas:
Estos logros fueron escritos por su
esposa y todos sus hijos quienes fueron aportando referencias alusivas a tal fin.
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