UNEFA ALCALDIA
Municipio
Ribas
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Ier ENCUENTRO DE HISTORIADORES Y
CRONISTAS.
Fundamentado en el devenir histórico de la comunidad
Ribense, desde el período prehispánico hasta la actualidad.
Fecha: 11 y 12 de junio de 2009
Lugar: Casa de
Tucupido – Edo. Guárico
Ponencia: Tucupido pueblo de querencias, recuerdos
y tertulias.
Ponente: Prof. Alejandro Berroeta
“Non ha mala palabra, si non es a mal tenida,
verás que bien es dicha, si bien fuese entendida”
(Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor)
“Siempre me ha seducido los pormenores del recuerdo
me agrada mucho
mas escribir lo vivido”
Efraín Subero, Individuo de número
de
PALABRAS
INTRODUCTORIAS
Originario
de palenques y cumanagotos que posiblemente vio su luz, por iniciativa de aquel
santo varón Fray Anselmo Isidro de Árdales, quien llegó a las riberas y montes
de Tamanaco con hermosas palabras, corazón, voluntad de persuasión, valor y
entereza. Así convence y triunfa dentro de las más grandes calamidades y
hechos. Muchos compañeros se asombraban de los métodos persuasivos que empleó
para dominar aquella manada de indios rudos y terribles que habitaban esos
parajes.
Con
la visión, la firmeza, la valentía y la dirección de este ilustre Fraile
Ardales; empieza la fundación de Tucupido, donde se hablaba solamente caribe y
su primer nombre fue “Tocopio”. Desde 1760 el español fue haciendo dominio
sobre las lenguas nativas. En 1791, se hace el primer croquis de este pueblo
llanero, luego la iglesia es construida lo mismo que las primeras casas para
que aquellos 483 cumanagotos, palenques y dos familias españolas, tuvieran un
lugar de fe y de esperanza, en busca de nuevos horizontes. Gracias a los directivos
de este 1er encuentro de historiadores y cronistas y la invitación
efectuada a Tucupido, mi lar nativo,
éste encuentro me invita a soñar, lo que nunca he dejado de hacer; pues con más
de siete décadas de existencia y con el sol en las espaldas, no me he rendido,
por lo que me he propuesto escribir una nueva obra sobre mi pueblo titulada: Tucupido y sus Tertulieros, cosa que no
es fácil sino se hace con verdadero amor, ya que en realidad soy un “amateur”
que quiere dejar por escrito su modesto aporte a la sociedad en la cual
vivimos, y para que los habitantes de mi Tucupido querido, rememoren algo de su
existencia, y los jóvenes conozcan parte de la sangre buena y generosa de
aquellos superhombres y mujeres que fueron sus ancestros. Vayan así estas palabras
y tema a desarrollar, dirigidos especialmente a un recordatorio feliz y hermoso
a los hijos de este pueblo.
ESTE
PUEBLO
De cardones y guatacaros, tarares y
cerezas, ciruelas, pipas, paraulatas con su gracioso trino, el comer mamones
calladamente de los verdes pericos, el rápido deslizar de las iguanas y
lagartos, las misas de aguinaldo en las bellas madrugadas, el viejo Rivero, la
famosa Laguna Nueva, la Aguadita y sus saludables aguas, la quinta de
Dominguito Rueda, las matanzas de cochino de Papita y Rangelito, los cohetes y
fuegos artificiales en las fiestas
decembrinas, las fiestas patronales, ruletas y mesas de juego, el viejo
teléfono de doña Esther, los grandes quesos de don Teodoro, aquellos excelsos
trabajadores “Perico” y doña Conchita queridos por todos nosotros. Hoy su hijo
rige con acierto y sentido social la ilustre Alcaldía de este pueblo, la Chicha
Yroba Ramón y Alejandro todos ínclitos, igual que sus descendientes, los
rebaños de ganado hacia Villa de Cura, los juegos de trompo con sus “troyas”,
los velorios de angelitos en casa de doña Amelia Betancourt, famosa posada
junto con la de doña Devota, los inigualables cines de Campito, Morales,
Victorio y la moderna sala del Teatro Ribas de don Alejo, don Isidoro y su
botiquín con sus infinitas bondades, y su amantísima esposa doña María Luisa,
las veladas culturales donde se ponían en juego parte de aquella imaginación
pueblerina, las procesiones para acentuar la fe, los famosos reyes magos de
Moisés, Gaspar y Juan Vicente, que nos hacían vivir la ilusión de que éramos
niños aunque fuera una vez al año, el burro tusero que tantas veces nos sirvió
en las labores diarias, doña Rufa con sus “zamuras” las hembras del papagayo
quienes muchas veces cruzaron el límpido cielo tucupidense, doña Ana y sus
famosos quesos de mano conocidos en toda Venezuela; lo mismo que las “tecuecas”
de doña Mercedes o los pan de horno de doña Margarita. Las matronas y sus
catres, muchas vidas trajeron a este mundo.
Era la época de la “pelona”, la
“coquimba” y “rancho grande” famosas en aquella ebullición de la actividad
petrolera. Las esplendorosas retretas en la Plaza Bolívar, el vate Aular con su violín, Moisés
Moreán y su clarinete y Ramón Diaz con su cuatro. Como olvidar aquellos
insignes músicos de Rufo Pérez y Baltodano con su hijo Lalito, que hicieron
placentera nuestra existencia, Rafaela González con sus ataques epilépticos que
nos asombraban a todos, Machalero y Charlotte verdaderos genios de la mecánica,
los “brocos” junto con “verguero” hacen inolvidables mis pensamientos. Como no
recordar aquellos maestros, verdaderos Franciscanos como fueron
don Luis Guglietta, Chicho Soto o Victorio Cabeza fueron verdaderos
prebostes de esta tierra.
Don Custodio Requena quien hizo su
aporte para que mucha gente descansara eternamente y en paz; José de los Santos
Soto, impenitente bodeguero, que junto a Cayetano Guillén daban de lo mejor con
sus esfuerzos para el bienestar de la gente, doña Eladia y Rosita Arvelaez como
olvidar sus exquisitas empanadas de
picadillo llanero; Pilar y Ramonita Rangel, aquellas misas de aguinaldo fueron
testigos de sus famosas arepitas, don Ricardo Caguaripano, en su bodega nunca
faltaron topochos verdes y maduros, el popular Asunción Deceda, eterno
descontento, quien despotricaba perennemente contra la dictadura de Pérez
Jiménez, sin pensar que posiblemente no llegaría alguna madrugada a su casa,
allá por los lados del barrio “El Sol”. El tiempo se me hace corto, y, quiero
acordarme de todo para expresárselos con cariño en estas páginas, pero en la
vida nunca se termina de recordar ni de aprender; porque a veces surgen nuevos
acontecimientos que junto a los pasados nos ayudan a cimentar nuestra
personalidad y experiencia.
Era y es tan grandioso vivir en este
pueblo y hablar de sus recuerdos, que la naturaleza siempre estuvo presta a
satisfacer la mayoría de las necesidades con el menor esfuerzo posible. Hombres
de bien, de reducida actividad, aquellas sabanas y aquellos pajonales, permitió
con creces la cría del ganado vacuno y caballar, ejercida la más de las veces
con métodos primitivos, sin preocupación por los adelantos con que a veces la
ciencia lograba socorrerlos.
Los hombres de Tucupido junto con sus
mujeres e hijos, no fueron héroes, sino superhéroes; pues dedicaron y dedican
los mejores años de su vida, en cada instante, en cada momento, cada vez que
respiran y tienen aliento, a las faenas propias de su terruño, salvo aquellos
momentos muy restringidos por cierto, a un mínimo y bien ganado reposo. De este
Tucupido que más puede decirse: Tierra amplia para pensar, para sentir la
libertad a flor de piel, para extasiarse con sus pajonales de invierno y
remolinos veraneros, para recrearse en sus sabanas criadas por Dios, como una
bienhechuria para que estos habitantes lo hagan suyo, junto con sus
descendientes, moradores y amigos para siempre durante una eternidad.
Para finalizar, cosa que no quisiera,
pero el orden del día y las bases del encuentro no me permiten el ir más allá,
aunque como dice Dostoiesvki: “Dentro
conservo más de lo que me sale en las palabras” diré que este pueblo de
querencias, recuerdos y tertulieros, llenan todos mis anhelos y pensamientos.
Se que aquí, hay sangre y semilla buena, que debemos salvar y de la cual todos
en mayor o menor grado, somos dueños de una parcela. Ojala volvamos a ser como
aquellos tertulieros que no hacían mal a nadie y sus conversas o tertulias eran
no con el objeto de dañar a persona o a institución alguna, solamente lo hacían
para dentro de un manejo de opciones; escoger aquellas de mayor factibilidad y
en la cual cada quien se comprendiera con palabras simples y anécdotas
sencillas, donde se les asimilaba sin mayores contratiempos sin denostar de
nadie o malquerencia alguna.
Así pues, muy tempranito no más de 7 u 8 de la mañana, Guillermo Hernández,
Próspero Pérez, Fernando Rodríguez, Antonio Guevara, Chicho Barrios, muy a la
calladita se dejaban caer en la bodega de don Carlos Guaita; allí pedían su
“fregosa”, “hierbabuena”, “guásimo” o “piritu” para tirárselas muy tempranito a
las lombrices, ya que su decir y manera de ver esas “bichas” les estaban haciendo crecer las barrigas muy rápidamente
y había que atacarlas mas temprano que tarde. Allí tertuliaban plácidamente,
hasta que cada quien se iba en busca de sus quehaceres.
Don
Anacleto y don Manuel Tomás Aquino
conversaban sobre sus hijos y nietos, Héctor, Rubén y Manuelito se habían ido
para Caracas a buscar nuevos aires y nuevas esperanzas. Doña Sara, conversadora
por excelencia, comentaba con don Juan María Carpio sobre los vecinos del
terruño y sobre la génesis de cada quien. Doña Concha de Dangelo y don
Francisco Casado, hablaban sobre la venta de leche de la famosa lechería de
esta ilustre matrona. No podemos dejar de mencionar a tertulieros más jóvenes
como nuestros épicos “gallito” y “tari-tari” Caguaripano, Juan Magallanes,
Poncho Correa, Dumas Andrade y aquellos refuerzos nada farragosos como Aquiles
Silvera, Miguel Nassif y Nery Parra, quienes a veces entumecían sus huesos y
lenguas hasta las 2 ó 3 de la mañana en la Plaza Bolívar para hablar y
tertuliar sobre lo humano y lo divino, de siembras, créditos, deudas, tierras y
animales, sin ninguna mala intención. Por cierto, no olvido aquí a los
tertulieros de mi época Angel y Tino Castejón, Rigoberto y Santiago Aquino,
Guillermito Casado, Manuel María Toro, Musio Balza, Gaspar Peñalver, Guillermo
Bermudez, Lorenzo y Rufinito Rengifo y
aquellas amigas que a veces nos acompañaban como Elsie, Amintica, Pilar y
Leticia Casado, Dulce y Alicia Rodríguez, Oda Ilda, Carmenza, Eukaris y Nancy,
Mariita y Graciosita, las Correa y muchos y muchas que escapan a mi memoria y
que llenaron de dichas, encantos y bellas tertulias, aquellas calles
polvorientas e hicieron placentero por demás, el encuentro de viejas y nuevas
realidades. La buena historia y el buen recuerdo se hacen presente porque como
dice don Miguel de Unamuno: “Se vive en
el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo,
sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza; el
esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir”. Aquí trato de rememorar
para que sea interminablemente dulce la rememoración. No hay atisbos de
maledicencia. Si acaso hubo algo malo o cometí algún error, alguna experiencia
ingrata, el olvido se prestará para esconderlo y el recuerdo para revestirlo de
tierra buena.
Debemos hacer reverencia hacia aquellas
y hacia estas figuras de hoy que hicieron y hacen de sus vidas un sólido
triángulo de trabajo, hidalguía y honor.
BIBLIOGRAFÍA
ARBELAEZ
SOTO, Manuel. “El Guárico Oriental”.
ARMAS
CHITTY, José Antonio. “Historia del Guárico”.
BERROETA,
Alejandro. “Tucupido es el Nombre del Recuerdo”.
SEQUERA
TAMAYO, Pedro Elías. “El Canto de la Candela”.
SUBERO,
Efraín. “Por el Puerto”.
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