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THE KILLER’S SURF - Iván Flores / Degnis Romero

 

      THE KILLER’S SURF, pasajes de esa época
 
                                                                   Por: Iván Flores

                                                

 1.- Corría el año 1965; en esa época estudiaba en el liceo José Gil Fortoul, tercer año de bachillerato. Una tarde fui a comprar en la bodega de Don Valeriano (el evangélico), algunos artículos y oí en la parte trasera de los anaqueles que alguien practicaba con un arpa criolla y pregunté quién estaba tocando. “Es Arturito a quien le estoy dando clases”, dijo. Cuál sería mi sorpresa que como a las dos semanas, Arturo se presentó en el acto cultural del liceo tocando la canción en el arpa con bastante soltura.

 Tiempo después me compré una armónica en Caracas y en una semana le logré sacar una canción más o menos reconocible; al llegar a La Pascua, se la muestro a Arturo quien la tomó y a los diez minutos ya tocaba canciones de los Beatles que tenían acompañamiento de armónica, es decir, es un músico nato.

 2.- En la misma esquina donde estaba la bodega, quedaba la casa de “Mesota”, casi frente a la casa de Carlitos Santaella, ahí nos empezamos a reunir varios amigos, Arturo, Carlos Santaella, Jesús María Rodríguez (cabeza de culebra), Freddy Villarroel, el negro Araujo y algunos otros. Era la esquina “La Canastilla”, a la que luego llamamos esquina “Liverpool”. Hablábamos de discos, de programas de radio, como “To young” de Jesús Leandro, “El Hit Parade”, pero Arturo iba mas lejos, todos los sábados buscaba por onda corta la BBC de Londres y anotaba las canciones que sonaban en Europa y en USA.

Un día Arturo llegó con una guitarra, luego Jesús María llegó con un cuatro al que le pusimos cuerdas de metal de guitarra y lo afinamos como bajo, se buscó un pote de plástico como percusión.

Empezamos a sacar algunas canciones, en ese momento no teníamos intención de formar una banda.

3.- Yo por mi parte estudiaba en el liceo, por la noche asistía a las clases de música que dictaba el padre Chacín, en la Asociación Socorro Mutuo, que estaba frente al Concejo Municipal, en el liceo participaba en el coro, donde ensayábamos, nos daban clases de canto, armonía, armábamos canciones en dos y tres voces. El director era un profesor de música que no me llega a la mente, pero algunas veces era Matute.

Era participar en el coro, en los ensayos en el auditorium bajo techo, por las tardes o jugar fútbol o béisbol bajo esa pepa de sol de La Pascua.

4.- Ese mismo año o el siguiente, fue a La Pascua, por el cumpleaños de Perla Veitia el grupo “Los Darts”, pues Carlos Moreán era primo de ella. Varios de nosotros fuimos a esa fiesta, creo que viendo lo bien que tocaban nos sirvió de inspiración para empezar a tocar, después teníamos todos los discos y versionamos muchas de sus canciones.

5.- La primera batería surge de un redoblante y un bombo que nos regalaron de la banda del colegio de Padre Chacín, que fuimos a buscar en un depósito de cosas arrumadas. Luego se consiguen unos platillos y se improvisan unos parales con unas cabillas y se buscó un soldador y los preparó con un boceto que le dibujé. Por supuesto que las baquetas eran de gancho de ropa.

6.- Los primeros instrumentos formales fueron comprados en un viaje que hice a Caracas, por ser el de mayor edad, viajé en Línea La Pascua; con el dinero que me dio Arturo compré una guitarra, Carlos me dio para un bajo eléctrico, yo por mi parte compré un redoblante, unos platillos hi-hat, una chola para acoplarla al bombo, baquetas y un manual de cómo tocar batería, que creo que lo perdí porque nunca lo leí. Luego compré una batería más formal.

Después de dos días regresé a La Pascua, con el mismo chofer que era amigo de mi casa, pero la carretera por Barbacoa estaba interrumpida por la caída de un puente y nos regresamos por Guatopo, pero en esa época había una columna guerrillera en la zona y al llegar nos para el ejercito y pide papeles y abren los equipajes, al ver la caja del hi-hat tan bonito esos tubitos me preguntan qué es eso, al decirles que es un Hi-Hat, el teniente me dice ¿y de qué calibre?, si es automático, etc. Me hizo instalarlo y con las baquetas empecé a tocarlos. Con todo y eso llegué de noche y me acosté, pues todos me estaban esperando para ver lo que había traído, la mañana siguiente fue una fiesta, probando todo.

7.- Empezamos ya con el grupo, después de mucho discutir por el nombre alguien dijo que éramos los asesinos del surf, pero creo que fue Arturo que dijo para ponerlo en inglés para que la gente no se entere mucho qué significa, empezamos a practicar en mi casa y/o en casa de Arturo, pero era un problema guardar los equipos. Muchas veces que ensayábamos en casa de Arturo, Don Nicolás Soto Martínez nos bajaba la cuchilla y nos mandaba a joder para otro lado. Pero ese mismo día fue a mi casa el mismo papá de Arturo de visita y sentado me llama y dice: mira Iván tráeme un cafecito, mi respuesta: si como no, con mucho gusto.

Nos decían el club de los zancudos, pues no dejábamos dormir la siesta a nadie.

Por cierto, a la casa de Arturo le decíamos “Uras Tana”, pues en la fachada de la ferretería había un letrero de Pinturas Montana, pero había perdido unas letras.

8.-Tocamos en varios sitios, en el liceo en varios actos culturales, me acuerdo uno en especial que fue el día de las madres. También nos pidieron que animáramos un acto de los de izquierda para las elecciones del centro de estudiantes del liceo, pero luego vinieron los de derecha y también nos lo pidieron.

Una vez tocamos en el intermedio de una película en el cine Manapire, pero la gran presentación fue en una fiesta organizada por la asociación de estudiantes universitarios vallepascuenses de la UCV, fue en los salones del aeropuerto que en esa época estaba cerrado, vinieron Los Dementes, Las Cuatro Monedas y nosotros, todos tocamos una versión del éxito de la época “Pata Pata” de Miriam Makeba, fue muy cómica la comunicación entre los músicos, unos nos pedían conectar su bajo en nuestro amplificador, otros me pedían el platillo, el paral del micrófono y así todo, hicimos mucha amistad con los hermanos de las 4 monedas, años después me encontré al mayor de ellos en la facultad de ingeniería de la UCV pues estudiaba ingeniería mecánica. 

Me acuerdo que uno de los profesores del liceo, un gringo que vino por el cuerpo de paz, nos ayudaba a traducir las letras en ingles de las canciones.

Carlos Santaella debe acordarse de la vez que vino a la Pascua un famoso grupo de música vallenata y fueron a mi casa para que les alquilara un amplificador del bajo, luego me piden también el instrumento y al final el bajista, una vez que me pagan voy a buscar a Carlitos para que ensaye con ellos, al día siguiente en la tarde me encuentro con él y me dice: “Qué bolas tienes tú, la fiesta era donde Mery´s el burdel y yo soy menor de edad y estaba un tío mío en esa fiesta, cuando mi mamá se enteró imagínate el regaño”.

Cada uno de nosotros debe tener un cúmulo de vivencias que sería interesante que las escriban.

Hay muchas anécdotas y vivencias de la época que poco a poco irán saliendo. Después las pondremos por escrito. Lamentablemente fotos no tengo de esa época.

Adendum de Degnis Romero, acicateado por Iván:

1.- En enero de 1965, con 13 añitos a cuestas, me mudé de Tucupido a La Pascua para continuar el tercer año de bachillerato iniciado en el liceo Víctor Manuel Ovalles. Entre los compañeros de curso estaban dos de los integrantes del grupo: Iván Flores “Chiripo” y Jesús María Rodríguez “Culebra” (Esos apodos son sólo una ínfima muestra de la gran creatividad de los adolescentes vallepascuenses en el uso de calificativos del género fáunico). 

Ese compañerismo sirvió para saber, de primera mano, de la formación del grupo, para darme cuenta de mi incipiente pasión rockera, y para asistir, consuetudinariamente, a las prácticas nocturnas en el patio del hotel de Corita, un lugar repleto de anécdotas. Luís Pérez Guevara, en su excelente escrito “La Princesa del Guárico”, narra: “CORITA FRAILE DE DEL CORRAL, era una mujer voluminosa, de grandes senos y extraordinario sentido del humor. Por muchos años, esta dama, trabajadora y de una notable calidad humana, mantuvo, en la calle Real de la ciudad, un hotel donde también vendía comida criolla, sitio muy concurrido por el gusto exquisito de los platos y por los precios que eran realmente económicos.” 

Otra curiosa referencia la contó el Dr. Pedro Pablo Azpúrua Quiroba (1917-2014), Doctor en Ciencias Físicas, Matemáticas e Ingeniero Civil, UCV, 1940: “Ni el pasado siempre fue malo, pero el porvenir siempre es mejor; cuando yo llegué a Valle La Pascua, iba a hacer una represa en Tucupido. Esa noche, en el llamado Hotel de Corita, la hotelera me dijo: “Pedro Pablo, ¿qué quieres, estera o colgadero?”; yo no entendía; “bueno chico, déjate de pendejadas, estera es esto”, una estera sucia, estera para acostarse en el suelo; el “colgadero” que te daban era el derecho a colgar el chinchorro, o sea que si tú no llevabas “chinchorro y cabullera”, no podías dormir sino en la estera. Esa era la Venezuela de entonces. Esa noche alguien mató a un hombre por la ventana del hotel, esa era la realidad. Yo tuve que irme para Tucupido después de estudiar en Estados Unidos. Cuatro años trabajé entre Valle La Pascua, Tucupido, Zaraza y Barcelona.” 

La represa del cuento es “Coco de mono” y el año es 1942. Además, se encargó del proyecto de aducción, de la planta de purificación y de la red de distribución del acueducto, así como también de las cloacas de la población. 

A la fecha han transcurrido 80 años en los cuales los gobernantes municipales (con honrosas excepciones) han dilapidado (y robado) ingentes cantidades de dinero que debieron haber evitado que el pueblo sufra por la falta de agua. 

Otra referencia al hotel la narró, en entrevista con este servidor, el profesor Ángel Agustín Sarmiento Bueno: “Llegué a Valle de la Pascua, un 15 de Septiembre del año 1966, sin conocer nada del llano. El Sr. Sotillo (Chofer de Línea La Pascua) me divirtió en todo el trayecto ya que a cada rato le preguntaba: ¿Cuándo llegamos? Recuerdo que fuimos a llevar un pasajero al Banco Obrero. Bueno, le dije que me llevara a un hotel no tan caro y me condujo hasta la Pensión de Corita y ésta lo primero que me preguntó era que si había aprendido a hablar español; me confundió con Coleman Felser, del Cuerpo de Paz. No me gustó ese hotel y el Sr. Sotillo me llevó al Hotel Venezuela. Cuando el encargado preguntó: ¿Quiere la habitación con A/A o ventilador? el Sr. Sotillo le dijo: ¡Si quiere le quita el ventilador para que pague menos! Esa misma noche me presentaron al Dr. Melo, estuve en un ensayo del Quinteto Magistral y nos fuimos de farra”. 

Corita contaba con los buenos oficios de doña Bartola Flores, madre de Iván y de Alexander, egresado del Gil Fortoul en 1964, con quien me unió una gran amistad en el primer lustro de los 70s, durante la época de oro de las discotecas caraqueñas. Recuerdo la canción de Sandro “París ante ti”, porque los hombres envidiaban nuestra suerte. Nuestras parejas eran unas chicas que parecían sacadas de unos “figurines” que era como se les decía antes a las revistas de modas. Par de mises o modelos o bombones de marca mayor. En las discotecas a todos los babosos se les salían los ojos. Igual pasaba después, cuando iba con un par de enfermeras cubanas Rin-18 a las discotecas mayameras de Coconut Grove. Allá se les salían los ojos hasta a las demás mujeres. Tiempos en que éramos felices y lo sabíamos. ¡Igual que ahora y siempre, a Dios gracias! 

2.- No tenía que caminar mucho para llegar a los ensayos. Salía de mi casa en el 31 de la calle Camaleones norte (10 de Downing Street), pasaba frente al salón de billar de la gallera El Maguey y cruzaba a la derecha en la esquina del mismo nombre, donde estaban el abasto de los Piñero y la bodega de los Silva. En la calle Paraíso saludaba a los Matos, al negro Clemente en el estacionamiento, veía a las Salazar, Floremma y Acacia (mi pre-cuñada) y recordaba que su padre había ganado el pleito legal de mi progenitora en contra de un italiano mafioso.

El 31 de la calle Camaleones norte (10 de Downing Street) por fuera en 1967

         El 31 de la calle Camaleones norte (10 de Downing Street) por dentro en 1967

                                    Floremma, Mireyita, Alejandro y Acacia

                   Ismael Matos “Matico” tomándose un pote, a su lado Alberto Silva

                                            El negro Clemente en 2012

                 Don Valerino Gómez, al arpa                                         Freddy Villarroel

En esa misma cuadra veía a los hermanos Cedillo: Alejandro y Héctor. Este último fungió de asistente personal de CAP en su primer gobierno. Estaba en las Grandes Ligas, tanto que en una oportunidad lo vimos en la discoteca New York New York del Centro Comercial Concresa, acompañado por la actriz Mayra Alejandra (1958-2014), un mujerón espectacular que estaba en la cúspide de su popularidad gracias a su actuación en la telenovela de RCTV “Leonela”. 

Seguía caminando y pasaba por la esquina “Puerto Arturo”, allí estuvo el bar El Estoril y luego la famosa cervecería Koré. Dicha esquina la recuerdo de manera especial porque poco tiempo después una vecina precoz me estrujó contra un poste de luz y me estampó un fogoso beso que me marcó por varios años, haciéndome ver al mundo desde la perspectiva de una res cuando la hierran. 

Seguía calle arriba y pasaba frente a la tipografía Victoria, del señor Benavente, padre de otro gran amigo y compañero de estudios Rafael Antonio Benavente Sánchez (el teniente “Cañita”). Tal amistad merece un capítulo aparte ya que fueron muchas las circunstancias compartidas, desde sesiones de estudio en el ático del edificio de la tipografía, aderezadas con abundantes paquetes de cigarrillos Lido (¡Pido Lido!), los que fumábamos como murciélagos. Rafa era un chamo consentido. Su papá le compró una moto Honda 1000 con la que iba al liceo. Una noche me la prestó en la plaza, recorrí unos 20 metros y rodé aparatosamente frente a la librería La Llanera, dejando media oreja en el asfalto. En esa época también tuvo un pony que era mala boca. Cuando le jalaban el freno partía despavorido. Fueron dos las veces que me lo prestó en la Laguna del Pueblo y en ambas rodé de nalgas por la tierra justo antes que el caballo se metiera por los densos cujiales que rodeaban la laguna. Creo que era esa opción o no poder echar el cuento. Otra jocosa situación quedó dicha en el escrito “Tarúpido inútil”. Él era cadete de primer año de la Escuela Naval, nos fuimos de farra donde El Chivú. Estaba en franela con una bola criolla en una mano y una cerveza en la otra cuando apareció en el lugar el coronel Vicuña. El Renco al verlo le espetó: “¿No le da vergüenza? ¡Váyase al trote pa’ su casa, se pone el uniforme y se presenta a las ocho ’e la mañana en la Escuela Militar!”. Sufrimos rogándole al hombre para que lo dejara tranquilo y que le perdonara el desliz. Al final eso fue lo que hizo y nos tocó brindarlo toda la larga noche. A las 6 a.m., Rafa resoplaba trotando en la pista del aeropuerto. También hubo ‘piques’ de carros en la calle Camaleones y encuentros cercanos del tercer tipo con chamas en la barra del hotel San Marco. ¡El tipo exhibía una labia proverbial!


Frente a su casa quedaba el cine Paraíso, al que debo confesar que nunca conocí por dentro. Al lado del cine vivían los Rodríguez Hernández. Dos de ellos eran compañeros en el liceo: Marisalma y Jesús María “Culebra”, el bajista del grupo y quien promovía que me execraran de las prácticas porque yo regaba en el liceo que tocaba un bajo de tres cuerdas. Lo cierto del caso es que pasó una temporada sin conseguir la cuarta cuerda del bajo. 

Luego venía el cine Morichal que tenía al banco Industrial enfrente. Al lado del cine estaba el hotel-restaurante Olímpico, atendido por sus dueños Mario y Dionisio. Juan “Culeco” Ortega Piñero, era amigo de ellos y habitué del lugar. Todas las noches se le veía en amena cháchara, llamando la atención por el fino planchado de sus pantalones Ruxton y de su camisa. ¡De punta en blanco! 

Frente al hotel estaba la capilla evangélica, frecuentada por Valerino Gómez, arpista, cuatrista y tecladista aventajado y quien tenía su bodega en la esquina “La Canastilla”, donde, según Iván, fungía de instructor de Arturo Soto. 

En la esquina “Hotel Caracas”, estaba la Bomba Paraíso y la farmacia Infante, en la que atendía la vecina Antonia Leal. 

Subiendo hasta “La Canastilla” se pasaba frente a la casa del otro compañero José Miguel Moreno Higuera, alias “Mesota”, apodo ganado porque en una clase a la pregunta: “¿Cuál es el plural de mesa?”, respondió: “¡Mesooota!”. 

Casi enfrente estaba la casa de Carlitos Santaella, a quien recuerdo con deferencia porque salió en mi defensa la vez que una cuaima (tigra-mariposa) me daba un C.V.P. (Corte Violento de Patas). Lo curioso del caso es que, en una oportunidad, la tipa me había abordado en el liceo diciendo que yo le caía muy bien y que quería tener algo conmigo. Hay que tomar en consideración que era mayor que yo y que era ‘lanzada’ (sinónimo de audaz), al extremo que una tarde pasó frente a mi casa, se bajó del carro y habló con mi papá quien después gozaba un imperio echando el cuento que ella había ido a pedirle mi mano. 

A Carlitos lo conseguí, por chepa, en 2010, en el Instituto de Biomedicina, donde gané una licitación para desarrollar un software. No se acordaba de ese cuento, pero sí narró, con lujo de detalles, el que echa Iván de su incursión como bajista en la fiesta realizada en los predios de Mery y del posterior regaño de su progenitora. También contó que formó parte del grupo sucesor de los Killers después de la migración gilfortouliana de 1967. Primero se llamó Soul Power, con él y los que aparecen en la foto de portada: Arturo Soto, Nicolás Soto y Carlos Araujo en la batería. Arturo emigró el año oral 1969, después de eso lo nombraron HBO (Hot Bloomers Organization) integrado por Nicolás, Freddy, Antonio Madail en la batería, Angelo Alleci (hijo del dueño del abastos “Sol de Oro”) en el órgano y Carlos en el bajo. 

En 2016 le envié un link donde al meter la fecha de nacimiento te devolvía el nombre de la canción de moda. Me respondió eufórico: “Hola mi pana, realmente simpática la vaina y funciona muy preciso: metí mi fecha de nacimiento y ¿sabes qué canción salió? Sugar Sugar de los Archies, ¡soy un pavo! ¿Qué te parece?”. Le respondí al instante: “¿Sugar Sugar? Hay que meter la fecha de nacimiento, ¡no la del primer pase de marihuana!”. 

Carlos es un rockero empedernido. Una vez le envié la canción “The Time Has Come”, del grupo “Shango”, contenida en el LP “Trampin'”, de 1970, un disco de colección que sufrí para ubicarlo. Al día siguiente me escribió agradeciendo el gesto y diciendo que la había escuchado más de 1.000 veces.

En otra oportunidad me dejó boquiabierto con el colofón de este mensaje: “Primero. Debo manifestarte mi profundo agradecimiento por esa manifestación tan cariñosa y, sobre todo, PÚBLICA de la gran amistad que me profesas; puedes tener la certeza que es plenamente correspondida. Segundo. Quiero felicitarte por el nuevo aniversario, que ya tiende a diez, de esta “cartelera digital” en donde nos ofreces la oportunidad de disfrutar la cronología de tus vivencias, aliñadas por tu magnifica narrativa. Tercero. No recuerdo un carajo la anécdota sobre la “tigra-mariposa”, pero debe ser cierta; el del problema soy Yo. Cuarto. Un grandísimo y fraternal abrazo, amigo mío.

PS: Olvidé decirte algo: elimíname la mariquera esa de “Carlitos”, ¡suena como a pato!  JAJAJAJA”. 

Al parecer prefiere ser llamado como lo hacían en el liceo: Santaella Pérez Carlos Rafael. El profe Simoza se enteró del asunto por triangulación y comentó: “Hoy mismo le acabo de enviar un mensaje por Facebook para preguntarle "Epa, Carlitos, ¿cómo está la cosa por allá?”, en alusión al estado de salud de Marta, su esposa, quien ha estado muy enferma. No me ha respondido, pero por el tono que emplea al hablar contigo, supongo que hay alguna mejoría. Por otra parte, creo que el "Carlitos" no se lo quita nadie.” 

Cruzando hacia la plaza llegaba a la esquina “Mata Palo”, donde funcionaba la heladería Eureka, lugar que abría sus puertas durante las misas de aguinaldo. Alguno debe recordar el knock-down de derecha que le dio un tipo a alias “El Cuervo”, a quien se le oyó decir desde el suelo: “Fulano, ¡me diste ese coñazo!”, recibiendo por respuesta: “¡Ese y otro, Cuervo! ¡Ese y otro!”. 

Otra anécdota, que ya suena a echonería, pero que se basa en el hecho de haber tenido suerte con algunas chamas espectaculares, reza así: En esa época estaban de moda los recién inaugurados teléfonos de CANTV. Recuerdo que el de mi casa era 2715. Estaba empatado con una que le roncaba el mambo y se lo había dicho al amigo Catana, quien se mostró incrédulo con el asunto. “¡Déjate de cobas!", fue lo que me contestó. Una noche estaba de visita en mi casa y sonó el teléfono. Era la chama reportándose. Para comprobarle lo dicho le pasé el teléfono a Catana. Ella se dio cuenta, me insultó y me obsequió un CVP. Ese diciembre, estando en la Eureka con Catana, le comenté: “Esa tipa se parece a Fulana”, y me dijo: “¡ES Fulana!, ¡’tas más ‘perdío’ que el hijo ‘e Lindbergh!”. 

La otra, de grata recordación, quedó dicha en el escrito La Pascua 69-70 y narra la vez que recogí a Ivo en esa esquina y lo llevé a mi casa, donde cantó “La Casa Del Sol Naciente”, acompañado con mi guitarra eléctrica. ¡Un acontecimiento! 

A una media cuadra subiendo por la calle Real llegaba donde Corita y disfrutaba hasta la saciedad de los ensayos de rigor. Siempre me pregunto por qué ningún huésped reclamaba por la bulla de la música a las 10 o más de la noche. A lo mejor todos eran rockeros y se gozaban el asunto. 

3.- De los toques, el más emblemático para mí fue el que dieron frente a la casa del profesor Rojas Anato, frente al liceo. Lo recuerdo como si fuera ayer. Buena parte quedó dicha en el escrito “La Pascua 66, el derrape totalitario”, el primero de mi cosecha que fue publicado en el periódico “El Reportero” (fueron más de 10 desde 2009) por su director Misael Flores, avezado periodista que dejó honda huella durante su periplo vallepascuense. Creo, firmemente, que ese pueblo se encuentra en mora con los reconocimientos a su encomiable labor y que seguirá estándolo hasta que haya alguna plaza con su busto y que lleve su nombre. 

El jaleo fue algo apoteósico y alucinante. El profesor gringo Coleman Felser, era el más eufórico. Brincaba y cantaba a todo gañote. Curiosamente, he tratado de averiguar, sin éxito, cuál era la canción que cantaba Arturo Soto, con su voz que más bien parecía un graznido y sonaba algo como: ♫You gotta say goodbye, bye bye bye. Ni él mismo se acordó cuando se lo pregunté en el velorio de su hermana en el Cementerio del Este. “¡Pregúntale a Iván!”, fue lo que dijo. Cuando tuve la oportunidad lo hice, pero ni él ni Carlos se acordaban. Tampoco me enteré nunca del motivo de esa serenata rockera. 

Lo que sí pude reafirmar, aunque él mismo lo negara, es que Freddy Villarroel “Bichito”, llamaba a las guitarras acústicas “de palo”. Cierta vez le pregunté acerca de sus orígenes en el grupo y me contó que comenzó a tocar con Arturo porque su papá trabajaba con Nicolás Soto Martínez, papá de Arturo. También dijo que estaba ensayando con Nicolás para relanzar el grupo. 

Carlos me comentó que Arturo compuso al menos dos temas instrumentales: “La Mosca” y “A Veces”. ¡Un músico por naturaleza! ¡De oído!, ya que nunca cursó estudios musicales formales. Su hijo heredó los genes y se convirtió en guitarrista profesional.

Le seguimos la pista porque era la guitarra líder en la ópera-rock “Jesucristo Superestrella”, montada varios años en el Aula Magna de la UCV. Es contemporáneo con otro guitarrista hijo del insigne cantautor Edgar Alexander (1945-2016), uno de los pioneros del rock venezolano. Recuerdo que lo vi una vez en el refinado restaurante de comida francesa “La Bastille”, en Las Mercedes, al que yo era habitué. Le pregunté que si todavía le quedaba algo y lo demostró con una actuación memorable. La intervención de su hijo mereció que lo catalogara como un demonio de la guitarra. 

Le reafirmo a Iván que sí hay memoria funcional de las vivencias de esa época y que me quedo corto con lo narrado. Incluso, Carlos me comentó que está trabajando con Nicolás, que es buena pluma, para abundar en esas vivencias.  

No dejo pasar la oportunidad para reiterar mi reclamo por el uso de la expresión ‘Vallemetío’, cuya autoría le pertenece al Padre Chacín (para mí un prohombre-alienígena, por su descomunal obra en beneficio de Valle de La Pascua), y que debe ser execrada del léxico vallepascuense. A él le quedaba bien, pero a sus seguidores les suena horripilante, con el agregado de que lo usan creyéndose iluminados culturales sin darse cuenta del estropicio verbal que cometen. 

En contraste, y en virtud de mis orígenes orilleros (a mucha honra), siempre celebré la referencia que hizo en su libro acerca de los orígenes de Valle de la Pascua, donde expresó que en ese pueblo nuca hubo gente de alcurnia, sangre azul o alta nobleza, bajándole los humos a un gentío. ¡Cosas veredes…! 

Por otro lado, y con mucha humildad, le doy gracias a la vida por haber formado parte de esa época de oro vallepascuense-gilfortouliana, que marcó a toda una generación con el sello indeleble de la felicidad; y por haber sido consentido por chicas encantadoras. 

En señal de eterna gratitud, les dejo la letra de la canción “Thanks”: 

We used to dwell in love's own palace

A palace of dreams come true

Now that we're through I bear no malice

Though we've called it a day

All I can say is

Thanks for all the lovely delights

I found in your embrace

I'm thankful though I know

It's ending all too soon

 

And thanks for unforgettable nights

I never can replace

And memories that linger like a haunting tune

 

It is better to have loved you dear and lost

Than never to have loved at all

Yes it's better, for no matter what the cost

I held the world in sway, an emperor for a day

 

And thanks again for taking me on the road to paradise

We lost our road, but still I must convey our thanks

 

It is better to have loved you dear and lost

Than never to have loved at all

Yes, its better, for no matter what the cost

I held the world in sway, an emperor for a day

 

And thanks again for taking me on the road to paradise

We lost our way but still I must convey my thanks

 

Se cierra con la nota que usó una vallepascuense bonita, simpática e inteligente (otra alienígena), luego de un tórrido romance, para mandarme a freír monos:

 

Degnis  (BRUTICO Y MALA GENTE).

 

PS

 

En la próxima edición de mi libro “Huellas Mundanas” quedará registrado que ¡por fin! conseguí  la canción cantada por Arturo Soto. Se trata de “You Can't Say Good-Bye”, de Trini López, lanzada en 1964 como Reprise Release. Esto reafirma el valor de seguir la conseja bíblica de que ¡El que persevera alcanza!

Trinidad López III, conocido como Trini López, fue un estadounidense de ascendencia mexicana famoso en esos años, en particular por su versión de 1963 de la canción “If I Had a Hammer”, muy escuchada en esa época.


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