Tiempo
después me compré una armónica en Caracas y en una semana le logré sacar una
canción más o menos reconocible; al llegar a La Pascua, se la muestro a Arturo
quien la tomó y a los diez minutos ya tocaba canciones de los Beatles que
tenían acompañamiento de armónica, es decir, es un músico nato.
2.- En la misma esquina donde estaba la
bodega, quedaba la casa de “Mesota”, casi frente a la casa de Carlitos
Santaella, ahí nos empezamos a reunir varios amigos, Arturo, Carlos Santaella,
Jesús María Rodríguez (cabeza de culebra), Freddy Villarroel, el negro Araujo y
algunos otros. Era la esquina “La Canastilla”, a la que luego llamamos esquina
“Liverpool”. Hablábamos de discos, de programas de radio, como “To young” de
Jesús Leandro, “El Hit Parade”, pero Arturo iba mas lejos, todos los sábados
buscaba por onda corta la BBC de Londres y anotaba las canciones que sonaban en
Europa y en USA.
Un
día Arturo llegó con una guitarra, luego Jesús María llegó con un cuatro al que
le pusimos cuerdas de metal de guitarra y lo afinamos como bajo, se buscó un
pote de plástico como percusión.
Empezamos
a sacar algunas canciones, en ese momento no teníamos intención de formar una
banda.
3.-
Yo por mi parte estudiaba en el liceo, por la noche asistía a las clases de
música que dictaba el padre Chacín, en la Asociación Socorro Mutuo, que estaba
frente al Concejo Municipal, en el liceo participaba en el coro, donde
ensayábamos, nos daban clases de canto, armonía, armábamos canciones en dos y
tres voces. El director era un profesor de música que no me llega a la mente,
pero algunas veces era Matute.
Era
participar en el coro, en los ensayos en el auditorium bajo techo, por las
tardes o jugar fútbol o béisbol bajo esa pepa de sol de La Pascua.
4.-
Ese mismo año o el siguiente, fue a La Pascua, por el cumpleaños de Perla
Veitia el grupo “Los Darts”, pues Carlos Moreán era primo de ella. Varios de
nosotros fuimos a esa fiesta, creo que viendo lo bien que tocaban nos sirvió de
inspiración para empezar a tocar, después teníamos todos los discos y
versionamos muchas de sus canciones.
5.-
La primera batería surge de un redoblante y un bombo que nos regalaron de la
banda del colegio de Padre Chacín, que fuimos a buscar en un depósito de cosas
arrumadas. Luego se consiguen unos platillos y se improvisan unos parales con
unas cabillas y se buscó un soldador y los preparó con un boceto que le dibujé.
Por supuesto que las baquetas eran de gancho de ropa.
6.-
Los primeros instrumentos formales fueron comprados en un viaje que hice a
Caracas, por ser el de mayor edad, viajé en Línea La Pascua; con el dinero que
me dio Arturo compré una guitarra, Carlos me dio para un bajo eléctrico, yo por
mi parte compré un redoblante, unos platillos hi-hat, una chola para acoplarla
al bombo, baquetas y un manual de cómo tocar batería, que creo que lo perdí
porque nunca lo leí. Luego compré una batería más formal.
Después
de dos días regresé a La Pascua, con el mismo chofer que era amigo de mi casa,
pero la carretera por Barbacoa estaba interrumpida por la caída de un puente y
nos regresamos por Guatopo, pero en esa época había una columna guerrillera en
la zona y al llegar nos para el ejercito y pide papeles y abren los equipajes,
al ver la caja del hi-hat tan bonito esos tubitos me preguntan qué es eso, al
decirles que es un Hi-Hat, el teniente me dice ¿y de qué calibre?, si es
automático, etc. Me hizo instalarlo y con las baquetas empecé a tocarlos. Con
todo y eso llegué de noche y me acosté, pues todos me estaban esperando para
ver lo que había traído, la mañana siguiente fue una fiesta, probando todo.
7.-
Empezamos ya con el grupo, después de mucho discutir por el nombre alguien dijo
que éramos los asesinos del surf, pero creo que fue Arturo que dijo para
ponerlo en inglés para que la gente no se entere mucho qué significa, empezamos
a practicar en mi casa y/o en casa de Arturo, pero era un problema guardar los
equipos. Muchas veces que ensayábamos en casa de Arturo, Don Nicolás Soto
Martínez nos bajaba la cuchilla y nos mandaba a joder para otro lado. Pero ese
mismo día fue a mi casa el mismo papá de Arturo de visita y sentado me llama y
dice: mira Iván tráeme un cafecito, mi respuesta: si como no, con mucho gusto.
Nos
decían el club de los zancudos, pues no dejábamos dormir la siesta a nadie.
Por
cierto, a la casa de Arturo le decíamos “Uras Tana”, pues en la fachada de la
ferretería había un letrero de Pinturas Montana, pero había perdido unas
letras.
8.-Tocamos
en varios sitios, en el liceo en varios actos culturales, me acuerdo uno en
especial que fue el día de las madres. También nos pidieron que animáramos un
acto de los de izquierda para las elecciones del centro de estudiantes del
liceo, pero luego vinieron los de derecha y también nos lo pidieron.
Una
vez tocamos en el intermedio de una película en el cine Manapire, pero la gran
presentación fue en una fiesta organizada por la asociación de estudiantes
universitarios vallepascuenses de la UCV, fue en los salones del aeropuerto que
en esa época estaba cerrado, vinieron Los Dementes, Las Cuatro Monedas y
nosotros, todos tocamos una versión del éxito de la época “Pata Pata” de Miriam
Makeba, fue muy cómica la comunicación entre los músicos, unos nos pedían
conectar su bajo en nuestro amplificador, otros me pedían el platillo, el paral
del micrófono y así todo, hicimos mucha amistad con los hermanos de las 4
monedas, años después me encontré al mayor de ellos en la facultad de
ingeniería de la UCV pues estudiaba ingeniería mecánica.
Me
acuerdo que uno de los profesores del liceo, un gringo que vino por el cuerpo
de paz, nos ayudaba a traducir las letras en ingles de las canciones.
Carlos
Santaella debe acordarse de la vez que vino a la Pascua un famoso grupo de
música vallenata y fueron a mi casa para que les alquilara un amplificador del
bajo, luego me piden también el instrumento y al final el bajista, una vez que
me pagan voy a buscar a Carlitos para que ensaye con ellos, al día siguiente en
la tarde me encuentro con él y me dice: “Qué bolas tienes tú, la fiesta era
donde Mery´s el burdel y yo soy menor de edad y estaba un tío mío en esa
fiesta, cuando mi mamá se enteró imagínate el regaño”.
Cada
uno de nosotros debe tener un cúmulo de vivencias que sería interesante que las
escriban.
Hay
muchas anécdotas y vivencias de la época que poco a poco irán saliendo. Después
las pondremos por escrito. Lamentablemente fotos no tengo de esa época.
Adendum de Degnis Romero, acicateado por Iván:
1.-
En enero de 1965, con 13 añitos a cuestas, me mudé de Tucupido a La Pascua para
continuar el tercer año de bachillerato iniciado en el liceo Víctor Manuel
Ovalles. Entre los compañeros de curso estaban dos de los integrantes del
grupo: Iván Flores “Chiripo” y Jesús María Rodríguez “Culebra” (Esos apodos son
sólo una ínfima muestra de la gran creatividad de los adolescentes
vallepascuenses en el uso de calificativos del género fáunico).
Ese
compañerismo sirvió para saber, de primera mano, de la formación del grupo,
para darme cuenta de mi incipiente pasión rockera, y para asistir,
consuetudinariamente, a las prácticas nocturnas en el patio del hotel de
Corita, un lugar repleto de anécdotas. Luís Pérez Guevara, en su excelente
escrito “La Princesa del Guárico”, narra: “CORITA FRAILE DE DEL CORRAL, era una
mujer voluminosa, de grandes senos y extraordinario sentido del humor. Por
muchos años, esta dama, trabajadora y de una notable calidad humana, mantuvo,
en la calle Real de la ciudad, un hotel donde también vendía comida criolla,
sitio muy concurrido por el gusto exquisito de los platos y por los precios que
eran realmente económicos.”
Otra
curiosa referencia la contó el Dr. Pedro Pablo Azpúrua Quiroba (1917-2014),
Doctor en Ciencias Físicas, Matemáticas e Ingeniero Civil, UCV, 1940: “Ni el
pasado siempre fue malo, pero el porvenir siempre es mejor; cuando yo llegué a
Valle La Pascua, iba a hacer una represa en Tucupido. Esa noche, en el llamado
Hotel de Corita, la hotelera me dijo: “Pedro Pablo, ¿qué quieres, estera o
colgadero?”; yo no entendía; “bueno chico, déjate de pendejadas, estera es
esto”, una estera sucia, estera para acostarse en el suelo; el “colgadero” que
te daban era el derecho a colgar el chinchorro, o sea que si tú no llevabas
“chinchorro y cabullera”, no podías dormir sino en la estera. Esa era la
Venezuela de entonces. Esa noche alguien mató a un hombre por la ventana del
hotel, esa era la realidad. Yo tuve que irme para Tucupido después de estudiar
en Estados Unidos. Cuatro años trabajé entre Valle La Pascua, Tucupido, Zaraza
y Barcelona.”
La
represa del cuento es “Coco de mono” y el año es 1942. Además, se encargó del
proyecto de aducción, de la planta de purificación y de la red de distribución
del acueducto, así como también de las cloacas de la población.
A
la fecha han transcurrido 80 años en los cuales los gobernantes municipales
(con honrosas excepciones) han dilapidado (y robado) ingentes cantidades de
dinero que debieron haber evitado que el pueblo sufra por la falta de agua.
Otra
referencia al hotel la narró, en entrevista con este servidor, el profesor
Ángel Agustín Sarmiento Bueno: “Llegué a Valle de la Pascua, un 15 de
Septiembre del año 1966, sin conocer nada del llano. El Sr. Sotillo (Chofer de
Línea La Pascua) me divirtió en todo el trayecto ya que a cada rato le
preguntaba: ¿Cuándo llegamos? Recuerdo que fuimos a llevar un pasajero al Banco
Obrero. Bueno, le dije que me llevara a un hotel no tan caro y me condujo hasta
la Pensión de Corita y ésta lo primero que me preguntó era que si había aprendido
a hablar español; me confundió con Coleman Felser, del Cuerpo de Paz. No me
gustó ese hotel y el Sr. Sotillo me llevó al Hotel Venezuela. Cuando el
encargado preguntó: ¿Quiere la habitación con A/A o ventilador? el Sr. Sotillo
le dijo: ¡Si quiere le quita el ventilador para que pague menos! Esa misma
noche me presentaron al Dr. Melo, estuve en un ensayo del Quinteto Magistral y
nos fuimos de farra”.
Corita
contaba con los buenos oficios de doña Bartola Flores, madre de Iván y de
Alexander, egresado del Gil Fortoul en 1964, con quien me unió una gran amistad
en el primer lustro de los 70s, durante la época de oro de las discotecas
caraqueñas. Recuerdo la canción de Sandro “París ante ti”, porque los hombres
envidiaban nuestra suerte. Nuestras parejas eran unas chicas que parecían
sacadas de unos “figurines” que era como se les decía antes a las revistas de
modas. Par de mises o modelos o bombones de marca mayor. En las discotecas a
todos los babosos se les salían los ojos. Igual pasaba después, cuando iba con
un par de enfermeras cubanas Rin-18 a las discotecas mayameras de Coconut
Grove. Allá se les salían los ojos hasta a las demás mujeres. Tiempos en que
éramos felices y lo sabíamos. ¡Igual que ahora y siempre, a Dios gracias!
2.-
No tenía que caminar mucho para llegar a los ensayos. Salía de mi casa en el 31
de la calle Camaleones norte (10 de Downing Street), pasaba frente al salón de
billar de la gallera El Maguey y cruzaba a la derecha en la esquina del mismo
nombre, donde estaban el abasto de los Piñero y la bodega de los Silva. En la
calle Paraíso saludaba a los Matos, al negro Clemente en el estacionamiento,
veía a las Salazar, Floremma y Acacia (mi pre-cuñada) y recordaba que su padre
había ganado el pleito legal de mi progenitora en contra de un italiano
mafioso.
El 31 de la calle Camaleones norte (10 de Downing
Street) por fuera en 1967
El 31 de la calle Camaleones norte (10 de Downing
Street) por dentro en 1967
Floremma, Mireyita, Alejandro y Acacia
Ismael Matos “Matico” tomándose un pote, a su lado
Alberto Silva
El negro Clemente en 2012
Don Valerino Gómez, al arpa Freddy Villarroel
En
esa misma cuadra veía a los hermanos Cedillo: Alejandro y Héctor. Este último
fungió de asistente personal de CAP en su primer gobierno. Estaba en las
Grandes Ligas, tanto que en una oportunidad lo vimos en la discoteca New York
New York del Centro Comercial Concresa, acompañado por la actriz Mayra
Alejandra (1958-2014), un mujerón espectacular que estaba en la cúspide de su
popularidad gracias a su actuación en la telenovela de RCTV “Leonela”.
Seguía
caminando y pasaba por la esquina “Puerto Arturo”, allí estuvo el bar El
Estoril y luego la famosa cervecería Koré. Dicha esquina la recuerdo de manera
especial porque poco tiempo después una vecina precoz me estrujó contra un
poste de luz y me estampó un fogoso beso que me marcó por varios años,
haciéndome ver al mundo desde la perspectiva de una res cuando la hierran.
Seguía
calle arriba y pasaba frente a la tipografía Victoria, del señor Benavente,
padre de otro gran amigo y compañero de estudios Rafael Antonio Benavente Sánchez
(el teniente “Cañita”). Tal amistad merece un capítulo aparte ya que fueron
muchas las circunstancias compartidas, desde sesiones de estudio en el ático
del edificio de la tipografía, aderezadas con abundantes paquetes de
cigarrillos Lido (¡Pido Lido!), los que fumábamos como murciélagos. Rafa era un
chamo consentido. Su papá le compró una moto Honda 1000 con la que iba al
liceo. Una noche me la prestó en la plaza, recorrí unos 20 metros y rodé
aparatosamente frente a la librería La Llanera, dejando media oreja en el
asfalto. En esa época también tuvo un pony que era mala boca. Cuando le jalaban
el freno partía despavorido. Fueron dos las veces que me lo prestó en la Laguna
del Pueblo y en ambas rodé de nalgas por la tierra justo antes que el caballo se
metiera por los densos cujiales que rodeaban la laguna. Creo que era esa opción
o no poder echar el cuento. Otra jocosa situación quedó dicha en el escrito
“Tarúpido inútil”. Él era cadete de primer año de la Escuela Naval, nos fuimos
de farra donde El Chivú. Estaba en franela con una bola criolla en una mano y
una cerveza en la otra cuando apareció en el lugar el coronel Vicuña. El Renco
al verlo le espetó: “¿No le da vergüenza? ¡Váyase al trote pa’ su casa, se pone
el uniforme y se presenta a las ocho ’e la mañana en la Escuela Militar!”.
Sufrimos rogándole al hombre para que lo dejara tranquilo y que le perdonara el
desliz. Al final eso fue lo que hizo y nos tocó brindarlo toda la larga noche.
A las 6 a.m., Rafa resoplaba trotando en la pista del aeropuerto. También hubo
‘piques’ de carros en la calle Camaleones y encuentros cercanos del tercer tipo
con chamas en la barra del hotel San Marco. ¡El tipo exhibía una labia
proverbial!

Frente
a su casa quedaba el cine Paraíso, al que debo confesar que nunca conocí por
dentro. Al lado del cine vivían los Rodríguez Hernández. Dos de ellos eran
compañeros en el liceo: Marisalma y Jesús María “Culebra”, el bajista del grupo
y quien promovía que me execraran de las prácticas porque yo regaba en el liceo
que tocaba un bajo de tres cuerdas. Lo cierto del caso es que pasó una
temporada sin conseguir la cuarta cuerda del bajo.
Luego
venía el cine Morichal que tenía al banco Industrial enfrente. Al lado del cine
estaba el hotel-restaurante Olímpico, atendido por sus dueños Mario y Dionisio.
Juan “Culeco” Ortega Piñero, era amigo de ellos y habitué del lugar. Todas las
noches se le veía en amena cháchara, llamando la atención por el fino planchado
de sus pantalones Ruxton y de su camisa. ¡De punta en blanco!
Frente
al hotel estaba la capilla evangélica, frecuentada por Valerino Gómez, arpista,
cuatrista y tecladista aventajado y quien tenía su bodega en la esquina “La
Canastilla”, donde, según Iván, fungía de instructor de Arturo Soto.
En
la esquina “Hotel Caracas”, estaba la Bomba Paraíso y la farmacia Infante, en
la que atendía la vecina Antonia Leal.
Subiendo
hasta “La Canastilla” se pasaba frente a la casa del otro compañero José Miguel
Moreno Higuera, alias “Mesota”, apodo ganado porque en una clase a la pregunta:
“¿Cuál es el plural de mesa?”, respondió: “¡Mesooota!”.
Casi
enfrente estaba la casa de Carlitos Santaella, a quien recuerdo con deferencia
porque salió en mi defensa la vez que una cuaima (tigra-mariposa) me daba un
C.V.P. (Corte Violento de Patas). Lo curioso del caso es que, en una
oportunidad, la tipa me había abordado en el liceo diciendo que yo le caía muy
bien y que quería tener algo conmigo. Hay que tomar en consideración que era
mayor que yo y que era ‘lanzada’ (sinónimo de audaz), al extremo que una tarde
pasó frente a mi casa, se bajó del carro y habló con mi papá quien después gozaba
un imperio echando el cuento que ella había ido a pedirle mi mano.
A
Carlitos lo conseguí, por chepa, en 2010, en el Instituto de Biomedicina, donde
gané una licitación para desarrollar un software. No se acordaba de ese cuento,
pero sí narró, con lujo de detalles, el que echa Iván de su incursión como
bajista en la fiesta realizada en los predios de Mery y del posterior regaño de
su progenitora. También contó que formó parte del grupo sucesor de los Killers
después de la migración gilfortouliana de 1967. Primero se llamó Soul Power,
con él y los que aparecen en la foto de portada: Arturo Soto, Nicolás Soto y
Carlos Araujo en la batería. Arturo emigró el año oral 1969, después de eso lo
nombraron HBO (Hot Bloomers Organization) integrado por Nicolás, Freddy,
Antonio Madail en la batería, Angelo Alleci (hijo del dueño del abastos “Sol de
Oro”) en el órgano y Carlos en el bajo.
En
2016 le envié un link donde al meter la fecha de nacimiento te devolvía el
nombre de la canción de moda. Me respondió eufórico: “Hola mi pana, realmente
simpática la vaina y funciona muy preciso: metí mi fecha de nacimiento y ¿sabes
qué canción salió? Sugar Sugar de los Archies, ¡soy un pavo! ¿Qué te parece?”.
Le respondí al instante: “¿Sugar Sugar? Hay que meter la fecha de nacimiento,
¡no la del primer pase de marihuana!”.
Carlos
es un rockero empedernido. Una vez le envié la canción “The Time Has Come”, del
grupo “Shango”, contenida en el LP “Trampin'”, de 1970, un disco de colección
que sufrí para ubicarlo. Al día siguiente me escribió agradeciendo el gesto y
diciendo que la había escuchado más de 1.000 veces.
En
otra oportunidad me dejó boquiabierto con el colofón de este mensaje: “Primero.
Debo manifestarte mi profundo agradecimiento por esa manifestación tan cariñosa
y, sobre todo, PÚBLICA de la gran amistad que me profesas; puedes tener la
certeza que es plenamente correspondida. Segundo. Quiero felicitarte por el
nuevo aniversario, que ya tiende a diez, de esta “cartelera digital” en donde
nos ofreces la oportunidad de disfrutar la cronología de tus vivencias,
aliñadas por tu magnifica narrativa. Tercero. No recuerdo un carajo la anécdota
sobre la “tigra-mariposa”, pero debe ser cierta; el del problema soy Yo.
Cuarto. Un grandísimo y fraternal abrazo, amigo mío.
PS:
Olvidé decirte algo: elimíname la mariquera esa de “Carlitos”, ¡suena como a
pato! JAJAJAJA”.
Al
parecer prefiere ser llamado como lo hacían en el liceo: Santaella Pérez Carlos
Rafael. El profe Simoza se enteró del asunto por triangulación y comentó: “Hoy
mismo le acabo de enviar un mensaje por Facebook para preguntarle "Epa,
Carlitos, ¿cómo está la cosa por allá?”, en alusión al estado de salud de
Marta, su esposa, quien ha estado muy enferma. No me ha respondido, pero por el
tono que emplea al hablar contigo, supongo que hay alguna mejoría. Por otra
parte, creo que el "Carlitos" no se lo quita nadie.”
Cruzando
hacia la plaza llegaba a la esquina “Mata Palo”, donde funcionaba la heladería
Eureka, lugar que abría sus puertas durante las misas de aguinaldo. Alguno debe
recordar el knock-down de derecha que le dio un tipo a alias “El Cuervo”, a
quien se le oyó decir desde el suelo: “Fulano, ¡me diste ese coñazo!”,
recibiendo por respuesta: “¡Ese y otro, Cuervo! ¡Ese y otro!”.
Otra
anécdota, que ya suena a echonería, pero que se basa en el hecho de haber
tenido suerte con algunas chamas espectaculares, reza así: En esa época estaban
de moda los recién inaugurados teléfonos de CANTV. Recuerdo que el de mi casa
era 2715. Estaba empatado con una que le roncaba el mambo y se lo había dicho
al amigo Catana, quien se mostró incrédulo con el asunto. “¡Déjate de
cobas!", fue lo que me contestó. Una noche estaba de visita en mi casa y
sonó el teléfono. Era la chama reportándose. Para comprobarle lo dicho le pasé
el teléfono a Catana. Ella se dio cuenta, me insultó y me obsequió un CVP. Ese
diciembre, estando en la Eureka con Catana, le comenté: “Esa tipa se parece a
Fulana”, y me dijo: “¡ES Fulana!, ¡’tas más ‘perdío’ que el hijo ‘e
Lindbergh!”.
La
otra, de grata recordación, quedó dicha en el escrito La Pascua 69-70 y narra
la vez que recogí a Ivo en esa esquina y lo llevé a mi casa, donde cantó “La
Casa Del Sol Naciente”, acompañado con mi guitarra eléctrica. ¡Un
acontecimiento!
A
una media cuadra subiendo por la calle Real llegaba donde Corita y disfrutaba
hasta la saciedad de los ensayos de rigor. Siempre me pregunto por qué ningún
huésped reclamaba por la bulla de la música a las 10 o más de la noche. A lo
mejor todos eran rockeros y se gozaban el asunto.
3.-
De los toques, el más emblemático para mí fue el que dieron frente a la casa
del profesor Rojas Anato, frente al liceo. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Buena parte quedó dicha en el escrito “La Pascua 66, el derrape totalitario”,
el primero de mi cosecha que fue publicado en el periódico “El Reportero”
(fueron más de 10 desde 2009) por su director Misael Flores, avezado periodista
que dejó honda huella durante su periplo vallepascuense. Creo, firmemente, que
ese pueblo se encuentra en mora con los reconocimientos a su encomiable labor y
que seguirá estándolo hasta que haya alguna plaza con su busto y que lleve su
nombre.
El
jaleo fue algo apoteósico y alucinante. El profesor gringo Coleman Felser, era
el más eufórico. Brincaba y cantaba a todo gañote. Curiosamente, he tratado de
averiguar, sin éxito, cuál era la canción que cantaba Arturo Soto, con su voz
que más bien parecía un graznido y sonaba algo como: ♫You gotta say goodbye,
bye bye bye. Ni él mismo se acordó cuando se lo pregunté en el velorio de su
hermana en el Cementerio del Este. “¡Pregúntale a Iván!”, fue lo que dijo.
Cuando tuve la oportunidad lo hice, pero ni él ni Carlos se acordaban. Tampoco
me enteré nunca del motivo de esa serenata rockera.
Lo
que sí pude reafirmar, aunque él mismo lo negara, es que Freddy Villarroel
“Bichito”, llamaba a las guitarras acústicas “de palo”. Cierta vez le pregunté
acerca de sus orígenes en el grupo y me contó que comenzó a tocar con Arturo
porque su papá trabajaba con Nicolás Soto Martínez, papá de Arturo. También dijo
que estaba ensayando con Nicolás para relanzar el grupo.
Carlos
me comentó que Arturo compuso al menos dos temas instrumentales: “La Mosca” y
“A Veces”. ¡Un músico por naturaleza! ¡De oído!, ya que nunca cursó estudios
musicales formales. Su hijo heredó los genes y se convirtió en guitarrista
profesional.
Le
seguimos la pista porque era la guitarra líder en la ópera-rock “Jesucristo
Superestrella”, montada varios años en el Aula Magna de la UCV. Es
contemporáneo con otro guitarrista hijo del insigne cantautor Edgar Alexander
(1945-2016), uno de los pioneros del rock venezolano. Recuerdo que lo vi una
vez en el refinado restaurante de comida francesa “La Bastille”, en Las
Mercedes, al que yo era habitué. Le pregunté que si todavía le quedaba algo y
lo demostró con una actuación memorable. La intervención de su hijo mereció que
lo catalogara como un demonio de la guitarra.
Le
reafirmo a Iván que sí hay memoria funcional de las vivencias de esa época y
que me quedo corto con lo narrado. Incluso, Carlos me comentó que está
trabajando con Nicolás, que es buena pluma, para abundar en esas
vivencias.
No
dejo pasar la oportunidad para reiterar mi reclamo por el uso de la expresión
‘Vallemetío’, cuya autoría le pertenece al Padre Chacín (para mí un
prohombre-alienígena, por su descomunal obra en beneficio de Valle de La
Pascua), y que debe ser execrada del léxico vallepascuense. A él le quedaba
bien, pero a sus seguidores les suena horripilante, con el agregado de que lo
usan creyéndose iluminados culturales sin darse cuenta del estropicio verbal
que cometen.
En
contraste, y en virtud de mis orígenes orilleros (a mucha honra), siempre
celebré la referencia que hizo en su libro acerca de los orígenes de Valle de
la Pascua, donde expresó que en ese pueblo nuca hubo gente de alcurnia, sangre
azul o alta nobleza, bajándole los humos a un gentío. ¡Cosas veredes…!
Por
otro lado, y con mucha humildad, le doy gracias a la vida por haber formado
parte de esa época de oro vallepascuense-gilfortouliana, que marcó a toda una
generación con el sello indeleble de la felicidad; y por haber sido consentido
por chicas encantadoras.
En
señal de eterna gratitud, les dejo la letra de la canción “Thanks”:
We used to dwell in love's own palace
A palace of dreams come true
Now that we're through I bear no malice
Though we've called it a day
All I can say is
Thanks for all the lovely delights
I found in your embrace
I'm thankful though I know
It's ending all too soon
And thanks for unforgettable nights
I never can replace
And memories that linger like a haunting tune
It is better to have loved you dear and lost
Than never to have loved at all
Yes it's better, for no matter what the cost
I held the world in sway, an emperor for a day
And thanks again for taking me on the road to paradise
We lost our road, but still I must convey our thanks
It is better to have loved you dear and lost
Than never to have loved at all
Yes, its better, for no matter what the cost
I held the world in sway, an emperor for a day
And thanks again for taking me on the road to paradise
We lost our way but still I must convey my thanks
Se
cierra con la nota que usó una vallepascuense bonita, simpática e inteligente
(otra alienígena), luego de un tórrido romance, para mandarme a freír monos:
Degnis (BRUTICO Y MALA GENTE).
PS
En
la próxima edición de mi libro “Huellas Mundanas” quedará registrado que ¡por
fin! conseguí la canción cantada por
Arturo Soto. Se trata de “You Can't Say Good-Bye”, de Trini López, lanzada en
1964 como Reprise Release. Esto reafirma el valor de seguir la conseja bíblica
de que ¡El que persevera alcanza!
Trinidad
López III, conocido como Trini López, fue un estadounidense de ascendencia
mexicana famoso en esos años, en particular por su versión de 1963 de la
canción “If I Had a Hammer”, muy escuchada en esa época.