LA PERSONALIDAD DE DOMINGO
SOLORZANO.
El
caso de Domingo Solórzano se puede inscribir entre los relatos más
extraordinarios e interesantes de un ser
surgido de la nada. En efecto, este hombre sencillo, afable, docto y con un
gran dominio de sí mismo, podemos decir que se formó a puro esfuerzo y trabajo,
sumamente humilde desde el mismo momento de su nacimiento hasta alcanzar la
madurez que representa hoy como persona digna y respetable. Nació el 4 de
agosto de 1946 en un apartado barrio llamado “Zanjonote”, en los aledaños al
sur del pueblo de Tucupido, jurisdicción del antiguo distrito Ribas del Estado
Guárico, o sea en el Alto Llano de Venezuela. Este pequeño barrio estaba habitado
por unas quince familias donde las casas eran de bahareque (de paredes fabricadas
de barro amasado con paja), en un ambiente rural de gran tranquilidad.
Fueron
sus padres José Saturnino Zarramera, agricultor, y Juana Francisca Solórzano
hacendosa campesina que cuidaba con amor sus cuatro hijos. Cuentan ellos que el
nacimiento de Domingo ocurrió a las tres de la mañana, siendo atendida la madre
por una comadrona, partera práctica a quien todos llamaban “Má Justina” y cuyo
verdadero nombre era Justina Méndez. Esta comadrona se hacía acompañar de
ordinario de un nieto llamado Efraín Méndez y conocido con el remoquete de “El
Chingo”. Muy cerca del sitio en que naciera Domingo se erguía un frondoso y
viejo roble que servía de parque infantil a la chiquillería del barrio. Nos
refiere nuestro biografiado que este hermoso árbol fue cercenado el día 7 de
mayo de 2007, justamente en el mes consagrado en Venezuela a la santa cruz y
que por ironía del destino la vestidura que se utiliza en las fiestas de este
sagrado símbolo está hecha casi siempre de hojas de roble. Este lamentable
arboricidio fue recogido por el mismo Domingo en una glosa muy sentida y muy
humana que nos vamos a permitir reproducir en el presente texto. En la misma se
apreciará la facilidad con la que el compositor se expresa y la sencillez con
que se lamenta de tal hecho. Helo aquí:
GLOSA
DEL ÁRBOL TALADO.
LO
QUE DIOS EN ESTA TIERRA
CON
GRAN AMOR CONSTRUYÓ
EL
HOMBRE Y SU MOTOSIERRA
CON
SAÑA LO DESTRUYÓ.
Terrible
fue la impresión
Que
sentí aquel mediodía
Lo
que mi vista veía
No
le hallaba explicación.
Se
angustió mi corazón
Como
una espina se aferra
Al
ver como aquella sierra
Amputó
a ese viejo roble.
Árbol
centenario y noble.
QUE
HIZO DIOS EN LA TIERRA.
Viejo
árbol creciste conmigo;
Con
niños de la barriada
Bajo
tu sombra jugaba
Siempre
fuiste fiel amigo.
Y
eras el mejor testigo
De
lo que el barrio creció
Entonces,
pregunto yo
Y
lo digo en alta voz
¿Por
qué asesinas lo que Dios
CON
GRAN AMOR CONSTRUYÓ?
En
la semana mayor
Recuerdo
que florecías
Y
eran tantas alegrías
Con
ese fresco verdor.
Tertulias
alrededor
Y
no se hablaba de guerra.
Por
eso mi voz se aferra
Y
me incita a preguntar
¿Por
qué tuvo que llegar
EL
HOMBRE Y SU MOTOSIERRA?
¡Viejo
árbol! Hoy ruego con devoción
Con
el temblor de mis labios
Por
amor un desagravio
Levantando
el corazón
De
toda la población.
La
sequía no te venció
Pero
a Dios le pido yo
Que
le conceda el perdón
Al
hombre sin compasión
QUE
CON SAÑA DESTRUYÓ.
¡Viejo
árbol! Por tu heroísmo
Yo
te hare mil desagravios
Con
los versos que mis labios
Pronuncian
sin egoísmo.
¡Ya
basta de tanto cinismo!
Del
hado que lo abatió
Y
aunque Dios lo permitió
Yo
le pediría perdón
Para
el ser que sin razón,
CON
SAÑA LO DESTRUYÓ.
Su niñez fue la de todo niño campesino, en extrema
pobreza pero feliz. El viejo barrio Zanjonote gozaba de un ambiente bucólico y
pastoril, donde reinaba la hermandad y la tolerancia entre sus moradores.
El
ambiente familiar y social siempre fue tranquilo, mantenían la armonía, el
compadrazgo y el acercamiento vecinal. Acostumbraban los vecinos intercambiar
el almuerzo dominguero; ejemplo: si su mamá hacía cochino frito con cachapa, le
pasaba una ración al vecino y éste a su vez le devolvía el envase con un
suculento sancocho de gallina. Cuando por casualidad el vecino que recibía la
comida no tenía cómo retribuir el obsequio, el envase era regresado sin lavar,
porque existía una conseja muy popular que decía que si dicho envase era
regresado sucio, el vecino que donaba la comida se acordaría nuevamente de la
persona que la había recibido. Los tiempos de su niñez se han perdido en la
memoria, y solo podemos anotar que al tener uso de razón, en las frescas tardes
llaneras o bajo la suave claridad lunar, cuando las familias se cobijaban bajo
los aleros de los ranchos, el niño escuchaba con atención las extrañas
historias que los viejos narraban de hechos reales o ficticios, casi siempre
envueltos en una inevitable nostalgia de poesía. La principal diversión de los niños eran esos juegos ingenuos y
sanos que se observan todavía en muchos pueblos aislados del país: el trompo (usado
generalmente por los varones), la zaranda (usada por las hembras), el gurrufío
hecho con tapas de refresco especialmente ahuecadas en su centro para pasar el
pábilo; la perinola, los carritos hechos de madera y con ruedas de jabillo; ”el
escondío” o escondite, la pelotica de goma, los pares o nones, también llamados
“quiriminduñe”, etc. Como en esa época los niños no se enviaban al kindergarten
por no existir en la escuela este nivel de enseñanza, ellos eran ocupados en
faenas del hogar como buscar leña, limpiar los conucos o cargar agua en
barriles a lomo de burro. Este último oficio algunas veces se hacía utilizando
latas mantequeras que se llenaban en una pila pública existente en la calle
Pérez Rengifo, o llenándolas en una laguna cercana llamada ”El 19”. Esta labor,
la efectuaban los niños llevando dichas latas sobre sus cabezas usando como
amortiguante un rollo de cualquier trapo que se interponía entre el fondo
metálico del envase y el cuero cabelludo
de la persona.
Otro
oficio en que se ocupaban los niños era el de hacer los mandados en la bodega
del señor José Inés Duran que quedaba en la calle Trincheras. Esta ocupación
era más agradable para los pequeños porque al menos tenían el aliciente de
obtener una “ñapa” por sus compras; esta bonificación era una especie de adehala
que los estimulaba para ir a la citada bodega.
A
los ocho años la madre de Domingo lo inscribió en una escuela particular, cuya
propietaria, la maestra Rosa Zurita, impartía las clases bajo un extendido
tamarindo y cobraba por cada niño la suma de cinco bolívares mensuales. Esta
escuela-árbol estaba ubicada en la calle Sucre de Tucupido, y allí el niño
inició sus primeras lecturas en el libro “Vaquita”; a los nueve meses pasó al
texto “Mi Libro Segundo”, cuyo autor era el eminente pedagogo Santiago Schnell.
En 1955 ingresó al Grupo Escolar “Narciso López Camacho”, construido
recientemente en los terrenos de un antiguo campo de béisbol; este sitio era
conocido con el nombre de “Centenario” en homenaje a los cien años de nuestra
independencia. De esta época infantil, Domingo nos habla de los maestros cuya
imagen vívida en su memoria: César Díaz Ledezma, a quien por vez primera le oyó
pronunciar la palabra folklore como valor y significado de nuestra identidad
nacional; Parmenia Pérez Martínez, quien le inculcó las ideas de la emocionante
historia venezolana y le parecía que en su voz resonaban las cargas de
caballería del general Páez, las marchas de Bolívar durante la Campaña
Admirable, el verbo elocuente de las proclamas del Libertador y el lamento de la
población caraqueña huyendo de Boves durante la emigración a Oriente; Idalia
Higuera de García, de la cual se apagó trágicamente el farol de su
inteligencia; Adán Rodríguez, quien les explicaba con elocuente claridad a sus
alumnos el origen del sistema solar, las guerras púnicas y la caída del imperio
romano. En su melancólico relato, Domingo trae al tapete los nombres de algunos
de sus condiscípulos, muchos de ellos posteriormente convertidos en destacadas
personalidades al igual que él, tales como Rafaelita Ponce, Esteban Velásquez,
Eugenio Herrera, Lino Seijas, Rubén Torrealba, Iván González Espinosa, Julián
Machuca, Moisés Zamora, hermanas Campos, Aura Amariscua, Pedro Gómez Iroba,
Dicla García y Geovanina García. Seis años después coronaba sus estudios
primarios obteniendo el sexto grado (1961). De esta época nos refiere Domingo
que, estando en 4to grado, un curandero de la zona llamado Vicente Campos lo
usó como mandadero para llevar algunas medicinas a sus pacientes, y esto
resultó una gran ayuda para él, pues el curandero le dejaba dos bolívares de
ganancia por cada cinco que le llevaba. Este señor se hacía llamar doctor, pero
no sabía leer ni escribir y llamaba a Domingo con el título de bachiller.
Con
esta dádiva Domingo cubría los gastos de la merienda y todavía le quedaba algún
remanente para asistir a la función de matinée que pasaban en el Teatro Ribas
los domingos. Sus estudios de bachillerato en el liceo “Víctor Manuel Ovalles”
tuvieron que ser interrumpidos debido a la enfermedad de su padre, lo cual lo
obligó a trabajar para contribuir con los gastos del hogar. En 1966 abrió sus
puertas en Tucupido una seccional del Instituto Nacional de Cooperación
Educativa (INCE) y Domingo aprovechó la oportunidad de inscribirse en la
especialidad de Pintura Industrial; paralelamente practicó la tapicería,
latonería y pintura de vehículo. En este sentido fue muy útil el apoyo del
instructor Miguel Antonio García. Su vocación por el arte comenzó como un
intento de ejecutar el arpa, pero él mismo reconoce que no tenía oído para
ello, en vista de lo cual se puso a aprender a tocar cuatro con el señor Juan
Herrera, quien le enseñó el tono que era reconocido en la localidad como “la
burra del pueblo”, o sea el “Re Mayor”. La primera canción que aprendió a
cantar fue el pasaje “El Cunavichero”. Fue así como se mezcló en la farándula
popular, nutriéndose del prestigio de figuras como Víctor Morillo, Ángel
Custodio Loyola, Los Torrealberos, Adilia Castillo, Pedro Emilio Sánchez y
Alfredo Tenepe. Esta era la época del cine romántico hispanoamericano en que
figuraron Jorge Negrete, Pedro Infante, María Félix, Agustín Lara, Dolores del
Río, Mario Moreno (Cantinflas), Germán Valdés (Tin Tan), Lola Flores, Sarita
Montiel, Sara García y Antonio Aguilar. Las películas de estos artistas
constituían la mayor atracción de las
salas de cine en los pueblos de Venezuela, y naturalmente, Domingo se rebuscaba
en los bolsillos las pocas monedas que le permitieran no solamente pagar la
entrada al cine, sino además adquirir las golosinas tanto para él como para
alguna compañerita de ocasión: chicles, caramelos, bocadillo o galleta María.
Su inclinación por la lectura lo indujo a leer importantes obras literarias,
así en prosa como en verso, el Nuevo Testamento, los poemas de Ernesto Luís
Rodríguez, Andrés Eloy Blanco y Roque Peñalver. Entre estas muchas lecturas
estuvo un resumen del libro “El Capital” de Carlos Marx, cuyos temas de
filosofía antimercantilista le abrieron los ojos hacia nuevos y amplios
horizontes. Sus anhelos de conocimientos le llevaron a lecturas de muchos
textos y panfletos, entre otros el “Manifiesto de Barranquilla” que fue el
génesis de Acción Democrática. Sintió admiración por el dirigente político
Jorge Dáger, líder nacido en Zaraza y gran opositor del dictador Marcos Pérez
Jiménez. Subyugado por las narraciones del Nuevo Testamento, leyó repetidas
veces este texto bíblico que le fue regalado por doña Dominga Seda de Espinoza.
Teniendo más o menos 16 años escuchó por primera vez el poema llanero
“Florentino y el Diablo” de Alberto Arvelo Torrealba”, recitado por don
Santiago Rodríguez, un cantor del pueblo que se acompañaba con un cuatro y se
entretenía con una mascada de tabaco y algunos tragos de aguardiente lavagallo.
Al escuchar el referido canto se sintió animado a escribir su primera copla que
dice así:
Soy
nacido en Tucupido
Bella
región guariqueña
Donde
la guitarra sueña
Entre
el palmar florecido.
Esta
copla, que más que copla es una redondilla por sus versos consonánticos y la
disposición de su rima (a-b-b-a) , nos dan un parámetro de valoración sobre la
calidad de una estrofa que para haber sido realizada por un muchacho, resulta
bastante aceptable.
A
los 23 años fue nombrado preceptor de la Escuela Especial Nro. 556 ubicada en
el caserío Cerro Grande, a 20 kilómetros de Tucupido, en el corazón de los
montes de Tamanaco. No es raro que esta escuela no tuviese nombre para la fecha
del citado nombramiento, pues desde la época del presidente Medina se
construyeron tantas escuelas en el país que no se encontraban nombres para
distinguirlas. Este nombramiento fue recibido por Domingo Solórzano el 15 de
mayo de 1969, emanado de la Dirección de Educación y Cultura del Estado
Guárico, y en sustitución de la maestra Titular que había renunciado dejando el
puesto vacante.
El
22 de mayo del mismo año viajó a Cerro Grande en compañía de Ángel Ramón
Pedrique y Ángel María Pedrique a recibir la escuela de manos de la comunidad,
la cual tenía una matrícula de 40 niños, siendo 21 varones y 19 hembras
aspirantes a ser promovidos al grado superior. El 12 de julio, un jurado
integrado por las maestras María Manuela Melo de Cardona e Isolina Porras hizo
la evaluación del alumnado de los cuales fueron ascendidos unos 32 niños, que
representaba el 80% de los inscritos. Este hecho fue valorado por Domingo
Solórzano como un verdadero éxito, tal vez debido a la feliz y oportuna
intervención de su persona como a la buena preparación de los párvulos.
Domingo
no es hombre que cree en cábalas, pero es muy observador. Como anécdota curiosa
nos refiere que el día 22 de ese año de 1969 y los días 22 de mayo de 1979 y
de 1989, sin saber si fue por mera casualidad o por una fuerza misteriosa que
él no pudo comprender, cayeron sendos aguaceros sumamente torrenciales que
obstruyeron el paso de los caminos donde
generalmente no había puentes y tanto él
como otros viajeros debieron esperar que bajaran las aguas para poder vadear
las quebradas y lagunas. Esta circunstancia fue especialmente sorprendente el
día 22 de mayo del último año citado, cuando fue invitado a un velorio de cruz
en el fundo “Guamachito” propiedad del canario Marcos Llanos Abreu, y una
tormenta de lluvia le impidió el regreso, habiendo tenido que esperar al día
siguiente para retornar a Cerro Grande.
En
1991, habiendo cumplido su tiempo legal como docente, fue jubilado por la
administración de Modesto Freites Piñate, que para ese entonces era Gobernador
del Estado Guárico.
El 12 de agosto de 1992 se mudó con la familia a la Angostura del Orinoco, con el propósito de lograr un lugar más propicio para darles una mejor educación a sus hijos, y al mismo tiempo porque Ciudad Bolívar tiene muchas similitudes históricas con Tucupido, su pueblo natal: la capital guayanesa fue fundada el 22 de mayo de 1764, mientras que Tucupido lo fue el 5 del mismo mes de 1760; Ciudad Bolívar presenció el martirio del gran héroe Manuel Piar, cuyo cadáver está desaparecido, y Tucupido fue testigo del dacapitamiento de otro prócer de la libertad, cuyo cuerpo fragmentado fue expuesto por partes en caminos reales, en la Plaza Mayor de Caracas y en el camino que iba de esta ciudad a La Guaira, conocido como la Puerta de Caracas. Antes de mudarse a Ciudad Bolívar había contraído matrimonio con Teresa de Jesús Vidal Carrillo, en quien tuvo 4 hijos; Daisy Josefina maestra de escuela; José Domingo, administrador y comerciante, José Alexander, geólogo, y Rosalinda Teresa también maestra. También crió junto a su esposa a su sobrina María Yudit Martínez Carrillo, quien es T.S.U en Higiene y Seguridad Industrial. Esporádicamente ejerció la docencia en las escuelas concentradas de Las Palmas y El Jobo, adscritas al Núcleo Escolar Rural No 5, donde entre 1980 y 1982 desempeñó el cargo de Coordinador de Actividades Culturales. Con este empleo se hizo realidad uno de sus sueños que anheló en 1975.
Así
mismo, en el lapso que estuvo como coordinador de actividades culturales en
dicho sector, tuvo la satisfacción de institucionalizar, dentro de la Semana
Bolivariana que se celebraba en las escuelas, algunos eventos que aún perduran
en el tiempo, tales como: Festival Bolivariano de la canción venezolana en el
medio rural (1980-1982); competencias de atletismo interescolares y
eliminatorias para escoger los representantes del núcleo en festivales,
competencias, programas radiales, etc.
La
humildad de Domingo Solórzano le impide dar muchas explicaciones de sí mismo,
pero nosotros indagando en los vericuetos de su vida pública y privada, hemos
podido determinar algunos datos no revelados por él, como por ejemplo, que es
compositor de música llanera; participante en varios festivales folclóricos;
fundador de grupos vernáculos, y por último pertenece al Movimiento Pedagógico
Porche Literario Capitulo Bolívar, que junto a La Barca de Oro, Semillero y
Literatura suplementos culturales constituyen un poderoso organismo de ayuda
tanto para niños y adultos que desean iniciarse en la literatura. Nos confiesa
el propio Domingo que su afán de reafirmación por la lectura de grandes obras
literarias y por ende de su intento por la creación en prosa y verso, se
despertó cuando, en octubre del año 2003 leyó un aviso en el diario “El Bolivarense”, en que se incitaba a los
interesados a acudir a las charlas de historia y poesía que se daban a partir
de las 9 de la mañana en el local de la biblioteca “Juan Bautista González” en
la calle Brasil de la parroquia La Sabanita de Ciudad Bolívar. Allí tuvo la
oportunidad de conocer a sus actuales compañeros de letras; Eucario García
Ribas, Guillermo Argüello, Ángel Fuenmayor, Oscar Pirrongelli Seijas, Manuel
Antonio Ramírez Barazarte, Petra Fernández y Hugo Mendoza. Gracias a ellos sus
escritos y su persona se han dado a conocer en los medios culturales de esta
ciudad, y sobre todo, a Luis Alexis del Nogal quien lo dio a conocer en los
medios radiales, pues Solórzano fue moderador del programa “Desde El Caney del
Recuerdo” por la emisora “107.9 Cima FM” durante siete años. Como consecuencia
de sus incursiones en el Porche Literario, Domingo se dio a la tarea de
escribir algunos libros de poesía y narrativa, habiendo procreado hasta el
momento unos cinco títulos que son los siguientes: “Topocutos, Tocopio,
Tucupio” historia de su pueblo natal; “De Tamanaco a Orinoco”, relatos; “Caney
de Recuerdos”; poesía; “La vaca conuquera”; e “Historia del grito”, memorias en
preparación.
Recordando
su ingreso al “Porche Literario” y su posterior inclusión en el suplemento
cultural “La Barca de Oro”, Domingo escribe una bella composición (entre seria
y jocosa), cuya reproducción hacemos de seguidas con el permiso de su autor:
La Biblioteca En La Barca
Como
soy agradecido
Les
traigo un verso sentido
Que
sale del corazón.
Es
que hoy quiero contarles,
O
mejor dicho expresarles
Algo
de mi producción:
Un
poema en prosa o verso
Que
se encontraba disperso
Por
el llano y su cajón
Recuerdo
aquel mediodía
Cuando
en mi casa leía
La
prensa de la región
Repasaba
y repasaba
Y
sentía que algo faltaba
Para
avivar mi pasión,
Pasión
por la lectura,
Por
las musas, la escritura,
Que
son mi predilección
De
pronto leí un aviso
Que
apareció de improviso
Y
observé con atención
Les
voy a decir aquí
Lo
bueno que conseguí
En
el aviso en cuestión
La
noticia que me daba:
Tener
comunicación
Con
poetas, con artistas,
Escritores,
periodistas,
Maestros
de vocación
Que
van dejando la estela
Por
toda mi Venezuela
Para
bien de la nación,
Enalteciendo
la historia
Para
llevar a la gloria
Esta
patria de Simón.
Al
llegar toqué la puerta
Y
la profesora Petra
Me
habló con el corazón:
¡Pase
adelante Domingo,
Que
aquí no existe distingo
Para
los hombres de honor!
Usted
lleva su semblante
Dotado
de gran valor
Y
me encontré con Eucario
Es
un hombre extraordinario
Juglar
de cuatro y canción.
Mi
gran estima lo abarca
Con
destreza en el timón
Y
por exponer la historia
En
su prodiga memoria
Con
talento y formación.
Eucario
García me dijo:
Domingo,
venga conmigo,
No
tenga preocupación,
A
la Barca es bienvenido
Por
ser usted nuestro amigo
De
buena disposición
Agarre
su canalete
Y
desde hoy se compromete
A
acompañarme al timón.
Siga
con su inspiración
Que
pronto verá la cima
Adornando
con su rima
Un
“seis por numeración”;
Pues
de la seca a la meca
“La
Barca y la Biblioteca”
Viajan
con mi bendición
Y
un señor muy circunspecto,
Hombre
probo, muy correcto,
También
dio su aprobación
Se
llama Guillermo Argüello
Cuya
palabra es destello
Por
su fácil narración
Igual
es Hugo Mendoza
Cronista
de verso y prosa
Y
un corobero en acción
Conocí
un cantor genuino,
Por
su verso relancino
Un
experto glosador,
Y
al que llaman sus amigos
“el
poeta campesino”
Es
Don Ángel Fuenmayor.
También
a Carlota Villena,
Es
mujer que vive llena
De
romántico fervor.
A
Nereida y a Yolanda
Con
mi más profundo afecto
Les
dedico este cuarteto
Con
todo mi corazón.
Cantando
me siento ufano
Pues
soy un venezolano,
Llanero
de condición.
Y
este verso se lo digo
A
toditos mis amigos
Embargado
de emoción.
Soy
coplero en mis cantares,
Kariña
y Maquiritare,
También
Guajiro y Pemón.
Aquellos
que no nombré
Será
porque me olvidé
(Me
perdonan la omisión)
Y
con esta me despido
Llevando
en cada latido
Un
pámpano por honor.
Aunque
nací en Tucupido
Yo
soy un “guayametido”
De
Sabanita a El Zanjón (*)
Tuvo
la gran satisfacción de haber sido electo concejal del Distrito Ribas para el
período 1978-1983. Junto con sus compañeros ediles y el pueblo campesino del
distrito, con la colaboración de algunos funcionarios del gobierno como José
Vicente Balza B. y Antonio Ruiz consiguió algunas reivindicaciones urgentes a
saber: engranzonamiento de la vía a Cerro Grande, para hacerla transitable todo
el año, la puesta en servicio del fluido eléctrico por parte de Cadafe
(Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico), doce viviendas
rurales construidas por Malariología, un local nuevo para la escuela, un local
para el dispensario por la gobernación del Estado Guárico. Todos estos logros
fueron acogidos con beneplácito y alegría por la comunidad vecinal, y este
contento fue recogido por Domingo en la pequeña estrofa que dice:
El
pueblo lo agradeció:
Luz,
vivienda, carretera,
Con
la música llanera
Todo
eso se logró.
Cerro
Grande, pueblo noble,
En
Semana Santa el roble
Con
su sombra lo arropó.
Una
de las notas familiares más sobresalientes de Domingo Solórzano es el profundo
respeto y acendrado afecto que siempre les manifestó a su madre y a su padre.
Sobre todo su relación con Don José Saturnino Zarramera fue notable por la
comunicación tan cercana que hubo entre padre e hijo. Por ejemplo, al fallecer
su progenitor ya anciano de 94 años, le escribió la composición tipo “corrio”
que reproducimos a continuación:
JOSÉ SATURNINO ZARRAMERA.
Mi
pecho siente congoja
Brotan
lágrimas sinceras
Al
pensar que se ha marchado
Con
la tarde veranera
Un
hombre honesto y sencillo,
Orgullo
de nuestra tierra
Y
que hasta el fin de sus días
Se
acordó de La Cabrera. (**)
Al
escribir estos versos
¡Como
recuerdo a mi viejo,
Compañero
de la tarde
Y
del canto sabanero,
Fiel
a todas las costumbres
Y
de su ancestro llanero!
Aún
conservo conmigo
Su
viejo sombrero e pelo.
En
conversa vespertina
Debajo
de nuestro alero
Saboreábamos
contentos
Un
trago de café negro.
Yo
le observaba el semblante
Con
un profundo respeto,
Admirando
las virtudes
Que
adornaron a mi viejo.
Ejemplo
de honestidad
Para
tu querido pueblo,
Viviste
con humildad,
Y
reconozco sincero
Que
nos dejaste una estela
Para
tiempos venideros,
Virtudes
que necesita
La
juventud de relevo.
Nativo
de La Leona
De
joven fue parrandero,
Su
educación, la doméstica,
Y
nunca fue pendenciero.
Hoy
vives en el recuerdo
De
quienes te conocieron
Y
te rinden homenaje,
Saturnino
maraquero.
(*)
Domingo Solórzano:
“La
Biblioteca en La Barca”, suplemento literario “La Barca de Oro “, diario “El
Progreso” de Ciudad Bolívar”, 18 de junio de 2006.
(**)
Domingo hace referencia en estas estrofas al caserío de La Cabrera que está
cercano a La Leona, lugar éste en que nació su padre José Saturnino Zarramera.
Alumnos
Escuela Estadal 556 CERRO GRANDE 1969.
1970
Poeta
Ernesto Luís Rodríguez y Domingo
Solórzano 1980
Saturnino
Zarramera, Juana Solórzano y Domingo Solórzano
Teresa y Domingo 1970 Teresa
y Domingo 2010
ENCUENTRO
DE HISTORIADORES Y CRONISTAS - TUCUPIDO - COMPLEJO CULTURAL ANSELMO ISIDRO DE
ARDALES: LUÍS “CHITO” HERNÁNDEZ, DOMINGO SOLÓRZANO, FRANKLIN SANTAELLA ISAAC,
DEGNIS ROMERO Y JOSÉ GARIBALDI SOTO - AÑO 2010.
Daysi,
Alexander, María Yudith, Rosalinda, José Domingo Solórzano Vidal (hijos) y
Rossana Andrea Marcano Solórzano (nieta).
MI
HERMANA MARÍA SEGUNDA Juana
Solórzano 1970
Guillermo
Arguello y Domingo Solórzano en Librería del Sur Ciudad Bolívar
Obra
de Teatro en la Plaza Miranda con la Compañía Nacional de Teatro
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