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VIVENCIAS - Tula M. Aular Durán

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Tula M. Aular Durán

 

PRIMER ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES

 

Tucupido, mi pueblo natal, Pueblo llanero situado al nororiente del Estado Guárico, pueblo de cantores, músicos y poetas, de gente humilde y hospitalaria y orgullosa de ser llaneros. Fundada en 1760 por Fray Anselmo Isidro de Ardales, para ese entonces habitada por indios cumanagotos y palenques, a quienes los frailes enseñaron a sembrar el maíz, y a elaborar el pan y el ladrillo, pero también grandes guerreros y defensores de nuestras tierras.

Es  muy bonito imaginarse aquellos tiempos, cerrar los ojos y mirar a nuestros antepasados viviendo en pequeñas chozas, con guayucos y con flechas cazando para obtener alimentos, o en coloridas danzas celebrando sus fiestas, o el día en que llegaron los frailes, aquellas caras de sorpresa  o de miedo o mejor decir de firmeza y resistencia en defensa de su gente y de su pueblo. Oír y ver esa primera comunicación entre nuestros indígenas y los recién llegados, nuevos pobladores y nuevas costumbres. Yo pienso que fue como cuando un maestro o maestra llega por primera vez a un aula de clase (presentación, diagnóstico, metodología, estrategias, enseñanzas, educación, formación, hermandad, familia). Me imagino a nuestros indios aprendiendo a sembrar el maíz, a elaborar el pan, hacer los ladrillos y también a tener fe y a creer en nuestro Cristo Dios.

Me imagino aquellas primeras casitas o mejor diría chocitas, del Tucupido de esos siglos pasados, cómo poco a poco fueron evolucionando, cómo poco a poco su población fue en aumento y fueron cambiando sus costumbres, cómo esas primeras chocitas se fueron transformando con el pasar del tiempo, y llegar a ser construcciones de barro, bahareque. Convertirse en pequeñas aldeas, vecindarios, barrios, el cambio en la forma de vestir, de hablar, de alimentarse. La aparición de los primeros barrios, la alegría del momento de la construcción del templo, y frente a este la plaza, entonces ricamente adornada por florestas naturales las primeras calles, la música de las diferentes décadas, los primeros edificios, las primeras escuelas, los pequeños y grandes conucos de los agricultores que daban el pan y los frutos  para alimentar al pueblo.

Ahora mi imaginación, se pasea por el Tucupido del siglo XIX, época de gobierno del  general  Joaquín Crespo quien mandó durante dos períodos: 1884 – 1886, 1892 – 1898.

Para esta época, según me contó mi bien recordada abuelita, habían varios bandos guerrilleros, que decían luchar por la patria, pero en realidad eran bandidos que se aprovechaban para entrar a los hogares o casas de familia para robar todos los bienes que estas poseían, se llevaban el dinero, las comidas, iban a los sitios donde había queseras y productos alimenticios y los tomaban, es decir acababan con todo.

Época llena de dolor y de sangre. En las casas campestres fabricaban trojes que eran utilizadas para resguardarse o protegerse de los atropellos de estos bandidos. Las familias se resguardaban en dichas trojes y esperaban que éstos se retiraran para salir de las mismas, por supuesto que al salir se encontraban con que se habían llevado todo. Eran unos verdaderos bandoleros. Viene a mi memoria un hecho que ocurrió precisamente para esa época y que también me contó mi abuelita, se trata de una familia que habitaba en Tucupido formada por el padre, la madre y un hijo varón, que fueron víctimas de estas guerrillas. A continuación les cuento:

Un día encontrándose en sus casas compartiendo en familia, fueron sorprendidos por un bando guerrillero, se oía decir que era de la gente del Mocho Hernández, quienes entraron bruscamente a su casa y se llevaron al joven de la familia reclutado para luchar en la guerrilla, en contra de la voluntad de los padres, puesto que el padre pertenecía a otro bando, cuestión que trajo mucha preocupación a los padres del joven, solo de pensar que algún día pudieran tener que enfrentarse padre e hijo. Pasaron muchos días, y el muchacho logra escapar del grupo guerrillero que lo había reclutado y llegar hasta su casa, donde se mantenía escondido en un monte, al cual su madre le llevaba a escondidas la comida. Pero un día se le ocurrió salir del monte y llegar hasta la casa y al poco rato  llegó la misma gente que se lo había llevado a la fuerza, y lo descubren, lo sacan de la casa, y delante de sus padres, lo amarran  al tronco de un árbol, le dieron una paliza y con un disparo lo remataron. Se dice que cuando logró escaparse, fue seguido para matarlo. Este es uno de los tantos casos ocurridos cuando el gobierno de Joaquín Crespo, gobierno que demás está decir era muy sanguinario, y para esta época Venezuela estaba llena de bandidos y ladrones que atropellaban a las familias.

Pero también habían cosas bonitas como la solidaridad en la familia, el respeto, los libros de literatura que llegaban de otros países, no se conoce de qué manera llegaban, pero llegaban, como por ejemplo los que leía la señora Antonia Blanco, que eran libros  que contenían poesía española.

Es importante también decir que para esta época estaba muy marcado el racismo y las clases sociales y había un alto índice de analfabetismo, muy pocas personas sabían leer y escribir.

Para los años 1899 al 1908, del siglo XIX y XX continúan las guerrillas y los desórdenes en el país, hasta que llega el gobierno dictatorial de Gómez, y acaba con todas las guerrillas y limpia de dichos males la nación.

En el gobierno del General Gómez el pueblo vivió bajo un régimen dictatorial, pero había mucho orden, respeto y seguridad.

Para estos años los arrieros iban a Caracas y a Valencia en recuas (burros), en el transporte de productos alimenticios cosechados en el terruño incluyendo bolsas de dinero que sería entregado a casas comerciales, tardaban quince días para ir a Caracas y quince días para el regreso.  Descansaban en posadas, pero había una gran seguridad, no eran nunca tocados por los amigos de lo ajeno, porque con la llegada de Gómez al poder ese mal fue erradicado, podían viajar tranquilos sin ningún temor.

Para el año de 1910 en el mes de mayo, ocurre un hecho muy importante, la aparición del cometa Halley, Dos años más tarde en 1912 y por coincidencia en el mismo mes en que apareció el cometa nace mi padre (El Vate Aular). Me contó mi abuelita  que cuando apareció este cometa, mucha gente se volvió como loca, hubo gente en Caracas que se suicidó, muchos vendieron lo que tenían y quedaron sin nada, porque pensaron que era fin de mundo. Mi abuelita decía que era un cometa muy grande y que su luz iluminaba toda la tierra, que la noche parecía día y que tenía una inmensa cola, por lo que se regó la noticia de que iba a chocar con la tierra. Lo que ocasionó mucho miedo y nerviosismo. Cierra los ojos e imagínate el cometa Halley en el cielo, gigantesco y con su luz iluminando la tierra y su inmensa y larga cola casi tocándola. Allí cabe la expresión de un viejo amigo vecino de la casa llamado “El Parientito” (el mismo murió hace muchos años) cuando vio un oso blanco y grande que cargaban  exhibiéndolo por el pueblo para que la gente lo viera. ¡ESE ES UN BICHO BONITO Y FEO! Decía la gente que era un oso polar. En Tucupido para los años cincuenta y a mediados de los sesenta siempre había gente que venían al pueblo exhibiendo animales que eran muy difícil de ver, como cualquier otro y la gente se aglomeraba para verlos, como es el caso del día que trajeron un oso hormiguero, una vez también trajeron un camello, el circo que vino con leones, tigres y elefantes y los simpáticos monitos, el indio que vino con un plumaje en la cabeza y un animal que llamaba  guaripete, ese si es verdad que nadie lo vio, solamente el que lo trajo. Todo eso llegó al sector “El Tranquero”, otrora llamado Calle Real.

Para la década de 1920 Tucupido sigue siendo un pequeño pueblo, habitado por gente muy trabajadora, sobre todo en el agro, comienzan a fundarse escuelitas privadas y también los niños y jóvenes de la época comienzan a incursionar en la música y la poesía. En esta década el 20 de abril del año 1920 nace mi madre Inés María, quien también me habló mucho acerca de vivencias de esa época, de cuando iban a recibir clases en la escuelita evangélica de  la maestra María Migdalia, de la ropa que usaban en la época, los vestidos largos hasta más debajo de las rodillas, bien entalladitos y con las mangas largas, y con un lazo en la cintura, el pelo largo, las crinejas, la pollina, los velos para ir a la misa. También me contó como pilaban el maíz para hacer las arepas y que desde muy pequeñas las niñas tenían esa tarea que cumplir. A pesar del trabajo eran tiempos bonitos y de mucho respeto. Se oía mucho la música de Gardel, Andrés  Cisneros y Valses Venezolanos y pasodobles.

En las navidades había mucha alegría, se preparaban las hallacas en familia, se hacía el tradicional dulce de lechosa, las familias se visitaban e intercambiaban platos navideños, las misas de aguinaldos eran muy alegres y al salir de la misa a comer las arepitas con queso, esta tradición duró hasta hace pocos años. Las mismas fueron despareciendo y en la actualidad se han tratado de rescatar.

Para  los años treinta en el barrio El Sol, tenía su habitación una señora, que era muy alegre y chusca y le gustaba mucho pintarse la cara, pero lo gracioso era que ella se pintaba las mejillas con onoto, los labios con cundeamor y las cejas con carbón, no era loca, sino que le gustaba usar esa pintura natural.

En la celebración de la Semana Santa había mucho respeto y devoción y tenían como tradición y costumbre, no comer carne para esos días santos, sólo podían consumirla los mayores de sesenta años, sin embargo, había muchas personas mayores de esa edad que se abstenían de hacerlo. Para esos días sólo se consumía pescado, pastel de morrocoy, era como obligatorio la preparación del dulce de coco, de ciruela , dulce de leche, arroz con leche, arroz con coco y los muy sabrosos bollitos hechos con maíz pilado y molido en la casa, los cuales forraban con hojas de maíz. Estos bollitos los guindaban en una cuerda, los hacían en gran cantidad para comer toda la semana. Yo recuerdo que cuando yo era pequeña, mi mamá seguía esta tradición, pero en la confección de los mismos la ayudaba una señora vecina muy amiga de la casa de nombre Victoria Aular, llamada por todos cariñosamente, doña Vitorita.

La Semana Santa de esos años, cada día salía una procesión, con una imagen diferente de acuerdo al momento que se estaba evocando o conmemorando. A estas procesiones la gente  acudía con mucho respeto y devoción.

En estos años también había la superstición de que la gente que se bañara un viernes santo se convertía en pescado. Esta tradición a mediados de los años setenta desapareció. Para esta fecha ya la Semana Santa comienza a convertirse en días de vacaciones en las playas y ríos. Sería bueno aclarar que había personas, muy pocas, que no creían en esa superstición de volverse pescado y se bañaban el día viernes de Semana Santa. Yo recuerdo que a mediados de los años sesenta, siendo todavía una niña, yo sentía miedo de bañarme el día viernes, porque los mayores nos hacían sentir ese temor, cuando nos decían, si te bañas te vas a volver pescado, por eso cuando me iba a bañar le decía a mi mamá que estuviera en la puerta de baño, para que me cuidara mientras estaba bajo la regadera, yo sentía que con mi mamá allí cuidándome iba a contrarrestar todo, nada me iba a pasar, me sentía súper protegida.

Volviendo a los años treinta, en estos tiempos para Semana Santa, también se realizaban muchos juegos como trompo, metras, zaranda, pares o nones, las agujas y el muy divertido trompito, que consistía en un trompo, hecho de madera, con cuatro caras, una cara tenía escrita la palabra saque, otra la palabra meta y así sucesivamente las palabras deje y todo. Era un juego muy divertido que fue pasando al olvido y casi siempre terminaba con la palabra burususo, que significaba que el que ganaba más caramelos, los demás jugadores le hacían cayapa y se los quitaban todos, y era como una broma. Este juego para los años sesenta, hasta los ochenta todavía se jugaba con mucho entusiasmo, en la actualidad se juega muy poco o tal vez estaría mejor decir que está olvidado. Ahora Semana Santa para la mayoría de la gente es sinónimo de playa, ríos, bingo, dominó, bolas criollas, otros.

A mediados de los años treinta Tucupido todavía era un pequeño pueblo, con pocas calles, y las casas cercanas a la plaza, la mayoría de estas tenían corrales llenos de ganado y los mismos se paseaban por el pueblo y la pequeña plaza siempre llena de vacas, porque en las noches estas se posaban en ella. Por lo que la autoridad de la época se veía en la necesidad de limpiarla todos los días, y para ello utilizaba a los presos, quienes todos los días tenían que realizar esa tarea.

Igualmente en la Calle Sucre, había una casa sola, que tenía un corral detrás, lleno de ganado, este corral daba con la placita El Sol, razón por la cual ésta siempre estaba llena de ganado y por las calles aledañas, también siempre había ganado acostado en las calles, por lo que las personas que se veían en la necesidad de transitar por estas, siempre tenían que caminar esquivando el ganado. En esta casa ordeñaban las vacas y vendían leche y queso al pueblo. Me imagino que esto era algo muy bonito digno de ser plasmado en un cuadro y exhibirlo en la pared.

Para estos años ocurrió también un acontecimiento muy importante en Tucupido, la construcción de un campo para jugar pelota, Este se realizó por la iniciativa que tuvieron unos jóvenes de esa época, entre otros Fernando El Vate Aular, Ramón Díaz, quienes a fuerza de machete limpiaron un terreno que estaba lleno de maleza, ese terreno es precisamente el lugar donde se construyó la E.B.B. Narciso  López Camacho, este grupo de jóvenes con mucho afán y entusiasmo lograron su objetivo. Una vez terminado decidieron inaugurarlo y como fecha escogieron el 17 de Diciembre, para rendir honores a nuestro Libertador Simón Bolívar, porque precisamente para esa fecha se estaría conmemorando el centenario de su muerte.

Para estos mismos tiempos, en el lugar donde se encuentra actualmente la Alcaldía, en toda esa manzana comprendida entre la calle San Pablo y Zaraza – Roscio y Salón  solamente había una casa grande y con un gran salón, (antiguamente lo que había en ese lugar era una laguna, que la quitaron por razones de salud) en la misma funcionaba una escuelita privada atendida por unas mujeres de apellido Medina, que vinieron de Santa María de Ipire para Tucupido con una escuela para niñas (para esos tiempos no existía la escuela mixta) a quienes siempre visitaba un señor que  también era maestro de nombre Próspero Infante, a este señor le gustaba mucho escribir poemas. Entre otros les presento un extracto de unos de sus sonetos recordado por el Vate Aular:

Yo adiviné de lejos tu venida

envuelta en suaves gasas transparentes

y fuiste para mi espíritu doliente,

como vaga noctámbula dormida

 

tu rojo labio de sangrienta herida

posóse con piedad sobre mi frente

y ese beso de amor puro y ardiente

dulcificó las penas de mi vida

 

También para estos años se hacían carreras de caballos en la Calle Sucre, a las mismas acudía mucha gente, pero luego estas fueron trasladadas para la Calle Zaraza. Los caballos arrancaban de Ramonote (se llamaba Ramonote porque por allí cerca vivía un señor que se llamaba Ramón) y la meta era en la esquina del Tranquero, para ese entonces Centenario. A estas carreras al igual que en la Calle Sucre asistía mucha gente y también hacían muchas apuestas. En estas carreras corría un caballo de nombre Canelón y su dueño era el señor Lucio Soto, este caballo siempre era el ganador.

La esquina del Tranquero, siempre ha tenido mucha suerte para el comercio y a ella siempre ha acudido mucha gente. Actualmente El Tranquero es un centro siempre ocupado por muchos buhoneros y vendedores de alimentos, restaurantes, quincallas, panaderías, pequeñas tiendas, otros. Hay también mucha afluencia de gente de los caseríos rurales, barrios vecinos y urbanizaciones de todo el pueblo. Los días sábados y domingos, los feriados, diciembre, Semana Santa hay gran concentración de gente que da la impresión de que se estuviera celebrando una feria, es un sector muy alegre y pintoresco y sus habitantes de mucho respeto, cordialidad y armonía.

Cuando se habla del Sector El tranquero no se puede dejar de mencionar, la bodega La Cariñosa, que ya tiene muchos años, y es conocida en todo el pueblo. La misma tiene una gran afluencia de clientes, la mayoría del sector rural, Pero la bodega que dio inicio a este punto de comercio, fue la Bodega ”La Buena Fe”, del Vate Aular, bodega que se mantuvo desde los años cuarenta hasta el año 2003, cuando su dueño decidió cerrarla. En esta bodega siempre se encontraba el artículo que la gente buscaba.

Es importante hacer la mención, de que el sector “El Tranquero”, antes formaba parte del barrio “Centenario” y haciendo historia, el barrio Centenario, era un sector pequeño, con pocas casas y calles, por la parte norte y sur no había calles sino montarascales. A finales de los años cuarenta, estando mi padre (El Vate Aular) ejerciendo el cargo de síndico en el Concejo Municipal, tiene la idea del proyecto  para abrir nuevas calles. Según él cuenta, el acepta este cargo con la idea de llevar a la práctica ese proyecto, claro aprovechar la oportunidad que se le brindaba para beneficiar al pueblo. Su proyecto es aprobado y sin perder tiempo se inician los trabajos, para fiscalizar el mismo, él busca la ayuda de un señor amigo y vecino de nombre Evaristo Correa, quien realiza la función de caporal, a medida que se iban abriendo las calles, la gente estaba allí para obtener puestos para fabricar sus casas, son las casas y calles que actualmente vemos en nuestro sector y mucho más allá de sus límites. Yo diría que la mayoría de las calles de Tucupido fueron abiertas por este equipo de trabajo.

Para el año 1945, fue derrocado el Presidente Medina Angarita, se dice que su gobierno dio paso a una apertura hacia la democracia de manera lenta y gradual, en el mismo había libertad de prensa y no había persecuciones políticas, ni exiliados. Cuenta mi padre (El Vate Aular) que el día que derrocaron a Medina Angarita, él estaba en la ciudad de Caracas, ciudad a la que había viajado con el objetivo de comprar un violín. Mejor les cuento lo acontecido:

El primer violín de mi padre lo tajo un señor de nombre Pedro Reyes, él era de Zaraza y dueño de un transporte, con el que viajaba a Caracas a buscar la mercancía para traerla al pueblo (Tucupido) a las casas de comercio, porque para ese entonces, venían los agentes viajeros, ofrecían la mercancía y después ese transporte iba a buscarla. Este señor Pedro Reyes le trajo a mi padre un violín de Caracas, pero resultó de muy poca acústica, por lo que no tenía mucha sonoridad. Razón por la que mi padre lo cambio por otro que era un poco más sonoro, a una familia de apellido Medina. Él quería un violín más sonoro, porque la sonoridad es parte del virtuosismo del ejecutante; a manera de ejemplo, citó el caso del día que vino a Tucupido un señor de nombre Rodolfo Mogollón, un violinista de mérito que cargaba un violín muy sonoro, este señor después se fue para Ciudad Bolívar, tiempo después el mismo señor estaba tocando en el Socorro. Pero, esta vez el violín no tenía la misma sonoridad, claro era otro violín. La calidad del violín ayuda. Todo esto motivoó a mi padre para ir a Caracas a comprar un violín sonoro, de calidad, él fue acompañado del señor Marcos Bermúdez, iban a visitar la Casa del Músico y la Agencia Musical, donde vendían variedad de instrumentos de calidad, para ello tuvieron que pasar por el Sector del Silencio, iban a pie, porque el camión los había dejado en el garaje donde habían llegado, cuando caminaban de pronto escucharon detonaciones como de cohetes, pero siguieron su camino y de repente ven que viene gente corriendo por las calles y es en ese momento cuando se dan cuenta que había peligro, dejaron la calle, y se fueron pegaditos a la pared hasta llegar nuevamente al garaje y de allí pasaron a una pensión. Medina Angarita no quiso ensangrentar a Caracas y entregó el mando. Ellos vieron cuando arrojaron una bomba a Miraflores y el humo que esta expandía. Ese día en Caracas hubo fuego cruzado Luego vino la calma y fueron y compraron un violín, que lo que tenía bonito era el estuche, no era muy sonoro y regresaron a Tucupido. Yo digo el violín no era muy sonoro, pero cuando mi padre lo tocaba, se volvía melodiosamente sonoro.

Cuenta mi padre que en sus años de mozo, los fósforos eran de madera extraída de un carbol llamado curbaril, este es un árbol de madera aceitosa. Estos fósforos alumbraban como una tea, es decir como una antorcha, pero estas cajas de fósforos desaparecieron, parece ser que las prohibieron, porque en las cajas estaba la efigie del Libertador, y las mismas después que las utilizaban, las tiraban al piso y las pisaban. Esto se consideró como un irrespeto al libertador. Dice mi padre que por muchos años el guardó como una reliquia algunas cajas, pero las perdió.

Para estos años también se utilizaba el fogón, este tenía en el centro tres pailas y entre las pailas colocaban tres astillas de leña, algunas veces más de tres, y también tenían sobre el fogón un guarda candela, para mantener encendido el fogón. En los campos utilizaban un eslabón, el mismo consistía en una piedra que colocaban en la esquina de las casas para hacer candela, cuando se apagaba el guarda candela. A esta piedra le colocaban algodón, le ponían encima otra piedra y la golpeaban, para hacer chispas, y esa chispa provocaba candela la que utilizaban para prender nuevamente el fogón. Para los años cincuenta-sesenta en Tucupido todavía habían algunas casas que utilizaban fogón, entre otras la de las señoras Isidra Ojeda y Manuela Regio de Durán. Y actualmente en algunos campos todavía se ve el fogón.

Estos son hechos y costumbres del Tucupido de ayer que son parte de la historia de nuestro querido y amado terruño… CONTINUARÁ.

 

FUENTE:    

EVANGELISTA AULAR

INÉS MARÍA DE AULAR

FERNANDO AULAR (El Vate)

AUTORA:    Tula M. Aular D

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