Manuel
Tomás Aquino González, familiares y cercanos
Diario de un escritor de la Venezuela Triste
A la memoria de mi abuelo Manuel Tomás Aquino
González y de sus libros olvidados.
Por Lenin Aquino, librero y escritor venezolano.
Manuel
Tomás saca de su blusa su libreta de notas que él mismo intitula “Memoria de la
Revolución Libertadora”, del otro bolsillo extrae su inseparable pluma fuente,
empieza a escribir al atardecer sentado en un muro frente a la plaza principal
de Zaraza en el estado Guárico, ha cabalgado con su grado de coronel de las
fuerzas militares liberales junto a sus hombres desde la mañana, suspira y
traza: “hoy 2 de septiembre del año 1902 he llegado a Zaraza proveniente de
Tucupido al mando de mi pequeña tropa de 600 hombres”.
En
Zaraza las tropas liberales concentran sus fuerzas para marchar rumbo al centro
del país a librar combate contra las fuerzas restauradoras de los generales
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez quienes con la llamada invasión de los
andinos han tomado el poder desde el año 1899. Pasando por Chaguaramas se les
muere el general Domingo Monagas, pese a ello, la expedición militar continua
su tránsito en busca de la batalla. El coronel Manuel Tomás Aquino montado en
una mula baya pasitrotera encabezando aquella tropa sudorosa cruzan los llanos
guariqueños, arropados por el polvo de los caminos y aterrillados por el sol
que seca la inmensa llanura perdida en la lejanía.
Manuel
Tomás llega con el contingente liberal a Camatagua, están sedientos y hambrientos,
escribe en su libreta “Hemos estado en Camatagua dos días, 26 y 27 del mes de
septiembre del año 1902, en esta pequeña comarca he conocido al general José
Manuel Peñaloza y al doctor Rafael Cabrera Malo, liberales como yo, con ellos
he conversado hasta el amanecer”. Sigue escribiendo “En San Sebastián de los
Reyes he conocido al general Francisco Barbella, en San Casimiro traté con el
presbítero Machado y el Doctor Milita…En Villa de Cura conocí a Luis R. Morín”.
Las
tropas liberales al mando del general Manuel Antonio Matos se enfrentan a las
tropas de los generales Castro y Gómez en la ciudad de La Victoria en el mes de
noviembre de 1902, los restauradores le propinan una descomunal derrota al
bando liberal desde donde pelea Manuel Tomás, pese al fracaso y el descalabro
él escribe en su diario “De La Victoria pasamos por San Mateo en retirada,
estamos derrotados, regreso con 150 hombres heridos y desmoralizados en su
mayoría, en esa población conocí a Pedro María Tirado”. A pesar de la tragedia
de las tropas liberales, Manuel Tomás no pierde la moral ni deja de escribir.
Para concluir su relato diario escribe “En toda la campaña de la Revolución
Libertadora traté muy de cerca con un joven muy valiente llamado Pedro López
proveniente de Güiria, ayudante del general Pedro Ducharne, ojalá haya
sobrevivido a la guerra y nos veamos algún día de nuevo”. Concluye así la
historia de su incursión en la llamada Revolución Libertadora, evento armado
que estremeció a Venezuela entre los años 1901 y 1903.
En
el año 1969, entonces era yo un niño, estaba sentado una mañana en la casa de
Manuel Tomás Aquino, mi abuelo paterno, en Tucupido estado Guárico, él había
fallecido el 22 de enero de 1950, no tuve la dicha de conocerlo, pero allí
estaba yo en su enorme casa solariega que hacía esquina entre las calles
Ricaurte con calle Salóm, leyendo mi primer libro en su extensa biblioteca que
nos había dejado como herencia. De aquella casa techada con caña brava y tejas
rojas tengo los mejores recuerdos de mi infancia, muebles de paleta, tinajero
con piedra de filtrar el agua, grandes ventanales, puerta principal con
aldabón, jardines hermosos y bien cuidados por mi tía Eva Aquino, un frondoso
tamarindo que le daba sombra y aire puro a su existencia, muchas habitaciones amplias,
frescas, todas con sobrepuertas protegidas con tela metálica para que no
entrara la plaga, una cocina amplísima con un enorme horno a la leña, un
comedor con una mesa larga donde cabían hasta 30 comensales.
Leyendo
mi primer libro de la infancia “Miguel Strogoff el correo del Zar” del escritor
francés Julio Verne, se me despertó la curiosidad por una habitación de la casa
que siempre permanecía cerrada con un enorme candado y a la cual no teníamos
acceso los niños Aquino que frecuentábamos la casa de nuestro abuelo. La
curiosidad por lo prohibido venció el temor a un regaño de los tíos Aquino, que
eran todos muy cariñosos y atentos conmigo. Al cuarto le llamaban “el repuesto
del tigre”, para mí el cuarto de los secretos de la familia. Un día tomé la llave,
abrí el candado y entré al recinto que guardaba la historia del escritor del
diario de la Venezuela triste. Allí había baúles con fusiles “Máuser”, un
enorme revolver cañón largo, varios cuadernos de notas, un diario, ropa,
calzados, espuelas, una silla de montar, un sable, machetes, una lanza corta y
otros utensilios de guerra.
——¿Qué
haces en este cuarto “Tiocón”? —–oí la voz de la tía Eva casi encima de mí.
——Estaba
viendo qué había en esta habitación—–le respondí apenado.
——Ese
es el cuarto donde se guardan las cosas de tu abuelo Manuel Tomás—–
——¿Y
por qué hay fusiles y armas en esos baúles? —–
——Porque
tu abuelo que era un escritor, un poeta, un hombre de leyes y un agricultor
tuvo que irse a apoyar la “Revolución Libertadora” en contra de Cipriano Castro
y de Juan Vicente Gómez—-me respondió.
——¿Y
qué logró mi abuelo en la guerra?
——¡Nada!
De allí volvió derrotado y se dedicó por completo a sus libros, a escribir, a
ejercer el derecho, a la agricultura y la ganadería en su hato Chupadero—–
——¿Y
por qué no le quitaron estas armas si perdió la batalla? —-pregunté a mi
querida tía.
——Porque
el general Manuel Antonio Matos jefe de los liberales en armas hizo pacto
posteriormente con el general Juan Vicente Gómez, una vez que este destrona a
su compadre Cipriano Castro. Tu abuelo Manuel Tomás sin embargo se apartó para
siempre de la lucha política y se dedicó a sus actividades particulares y a su
familia.
Aquel
episodio en el “repuesto del tigre” me llevó muchos años después a volver a
investigar sobre la vida de Manuel Tomás, afortunadamente gracias al apoyo del
historiador, mi profesor y entrañable amigo Oldman Botello que se abocó a
ayudarme en la experticia, conservo una copia de su diario y un conjunto de
libros editados hace años que contienen parte de su historia y hechos que
guardan relación con su vida entre Tucupido, Zaraza, El Socorro y Valle de la
Pascua.
Manuel
Tomás Aquino González nació el 21 de diciembre de 1874, era hijo del general
Manuel María Aquino, habitante del Sombrero en el estado Guárico, manumiso
liberado que peleó en la guerra federal quien era hijo del hacendado Don Pedro
Aquino y Ponte con una negra esclava, su madre fue Elena González Gutiérrez
nacida en 1812 e hija del teniente de la guerra de la Independencia Manuel González.
Desde
muy joven Manuel Tomás se dedica al periodismo, los libros, a escribir, al
ejercicio del derecho, a la fotografía, a la agricultura y a la ganadería. Su
vida la comparte entre su casa de Tucupido y su hato Chupadero, ambos recintos
ubicados en las dos vías que llevaban al Oriente del país, su casa en la vía
hacia Zaraza, su hacienda en la vía hacia El Socorro, Santa María y Pariaguán,
tránsito obligado de los viajeros.
Su
compañera Elvira Arbeláez, mi abuela, mujer nacionalista liberal, hija del general
Basilicio Arbeláez, seguidora del partido de José Manuel Hernández (El Mocho),
le dice con palabras premonitorias: —–Los andinos tomaron el poder para
quedarse, el robo de las elecciones que ganó limpiamente el general José Manuel
Hernández en el año de 1897 ha traído como consecuencia esta barbarie, Manuel
Tomás tendremos una dictadura por muchos años—–
El
escritor Manuel Tomás se atrinchera escribiendo y haciendo periodismo en el
periódico de Unare de Zaraza, en Tucupido funda y dirige un periódico
humorístico llamado “Satán” que se imprime con regularidad y participa en la
revista Campánulas. Escribe cuentos, poesía y artículos sobre la historia de
Venezuela.
En
1906 escribe el relato “Del acervo”, “Remembranzas”, “Semblanza”, “Símbolo”,
“Un cotoperiz histórico”, “Vesperal”, realiza un ensayo histórico “Sobre la
captura del general José Félix Ribas” publicado en la edición de gala del
periódico guariqueño “La Selva” y en el diario El Universal de Caracas el 16 de
enero de 1915 a los 100 años de la captura y decapitación del héroe de la
independencia de Venezuela en el pueblo de Tucupido en el año de 1815. En 1908
escribe en el periódico El Unare: “Hoy sepultose al prócer comandante Pedro
Zaraza de 98 años de edad, hijo y sobrino de los generales Lorenzo y Pedro
Zaraza, ilustres próceres de nuestra independencia”.
Su
biblioteca en Tucupido es la más surtida, completa y apreciada en todo el
estado Guárico, allí acuden estudiantes, profesionales y curiosos en busca del
conocimiento vedado por el atraso y el subdesarrollo en el que está hundido
todo el país. Manuel Tomás se convierte en el eje de la rectoría intelectual en
su tiempo, todo se le consulta en materia de leyes, juicios, actas procesales,
derecho sucesoral. Su casa es un punto de encuentro por donde desfilan
intelectuales, escritores, agricultores, poetas, empresarios, comerciantes y
políticos venidos de diferentes puntos del país.
Allí
pernotan en su camino hacia Oriente el joven Miguel Otero Silva quien muchos
años después retrataría la tragedia venezolana con su novela Casas Muertas,
Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Rómulo Betancourt,
Gustavo Machado y tantos otros intelectuales de su tiempo, con ellos mantendrá
una relación epistolar de años, cartas que archiva en su biblioteca como
testimonio de la angustia compartida con aquellos hombres que luchaban para
sacar a Venezuela de la decadencia, de la tristeza y de la desesperanza.
Muy
joven yo, encontré una carta en su biblioteca dirigida por Tomás Liscano a
Manuel Tomás recomendándole a su hijo adoptivo Rafael Caldera, quien vino en
persona con la misiva a Tucupido, recién graduado en derecho para que lo
orientara en algunos juicios de interés al joven abogado que mucho tiempo
después se convertiría en un prominente líder político de Venezuela. El
historiador Pedro Díaz Seijas relata en su libro “Los intelectuales de
provincia” haber visto a Manuel Tomás con un arreo de mulas transportando por
los caminos del llano una respetable carga de libros editados en grueso calibre
de la Historia Universal de Cesar Cantú.
En
su diario Manuel Tomás nos retrata cada día una Venezuela famélica, incierta,
triste, abandonada, un campo venezolano sumido en la miseria, una nación
azotada por el paludismo, la tuberculosis, la sífilis, la lepra y otras
enfermedades sin ninguna asistencia médica gubernamental. 25 de febrero: “Ayer
domingo fui a visitar a Ramón Medina, traído de Altagracia de Orituco hace
apenas seis días. Es un cadáver ya. Tiene ulceradas ambas piernas en los huesos
mismos. Está hediendo, el pobre me dijo que sufría mucho y sentía agudísimos
dolores. Está podrido…. Da lástima. No tardará en morir”.
Como
agricultor y ganadero internado en lo profundo del llano venezolano Manuel
Tomás sufre las angustias y las incertidumbres de un productor acorralado por
las contingencias del clima:
——“Estamos
a 24 de abril ya y la sequía es horrorosa. Mis lagunas están secas, Fortuna y
La Vieja ya parpadeando en barro y El Corozo igual. ¿Qué nos haremos? Dios
proveerá a todos, hágase su voluntad. Nuestro problema vital en el llano es
agua a todo trance. El molino, la bomba, el pozo, se imponen para poder
sostener la vida. Esta región está seca.
Continúa
escribiendo “El pasado invierno fue escaso. A propósito de la sequía fui a la
hacienda vecina “Bejucal” a pedirles agua a mis vecinos para mi ribazo
veranero, por haberse secado las mías. Me contestó Felipe que hablaría con
Carlos. Ayer vino aquí Carlos, y con evasivas, me negó el agua, teniendo
bastante suficiente para los días que faltaran por llover. Le contesté que mi
exigencia era cuestión de momento, que tal vez llegaría mojado a su finca
“Bejucal”. Apenas se fue, empezó a llover. Ahora digo yo, para mi experiencia,
y los que estas notan lleguen a ver: ¡Los hombres me negaron el agua, pero el
que dispone sus fuentes me la dio a poco en abundancia! ¡Loado sea Dios por
cuya misericordia infinita vivimos sobre la tierra!”.
El
día 8 de mayo de 1935 Manuel Tomás recibe la visita en su hato “Chupadero” del
representante legal de una de las compañías petroleras norteamericanas que
llegaron a Venezuela desde el año 1914 en busca del oro negro jugo abundante
inoculado por la geología en la tierra venezolana, escribe “mayo 8: el medio
día ya para las 2p.m estuvo aquí el señor Reinaldo A. Guerra, en representación
de la Standard Oil Company of Venezuela a solicitud de permiso para la compañía
explorar en esta propiedad. Se lo concedí por duplicado, firmándolo ambos…
Veremos que resulta de esta cosa… Me quedó un ejemplar”.
Manuel
Tomás era profundamente anti gomecista, fue derrotado junto a sus compañeros
liberales en la Guerra Libertadora entre 1901-1903, se apartó de la política,
pero siguió adversando en silencio la larga dictadura de Juan Vicente Gómez. Me
contó Cayetano Cabezas vecino de Tucupido quien lo conoció y trató en vida, una
historia de una supuesta conversación entre un jefe civil de Tucupido en
audiencia con el general Juan Vicente Gómez en Maracay por allá en 1915.
——General
vengo a informarle que Don Manuel Tomás Aquino conserva en su casa un parque de
fusiles “Máuser” y otras armas que le quedaron de la Guerra Libertadora. ¿Qué
hago? ¿Lo meto preso? ¿Le decomiso las armas? —–le planteó supuestamente la
autoridad local de Tucupido al general Gómez.
——Mire
coronel, quédese tranquilo, a Don Manuel Tomás no le gusta la guerra, es un
hombre de leyes y de trabajo, en La Victoria peleó contra nosotros como un
tigre encaramado, mejor déjelo quieto con sus libros y sus armas, al hombre
pacífico no se le busca pelea, si fuera pendenciero yo mismo iría a hacerlo
preso. Asunto concluido—–le habría respondido el general Gómez, conocedor
innato de la sicología y el temperamento de los hombres, al jefe civil de
Tucupido que guardó un silencio absoluto ante la orden del benemérito que regía
a Venezuela con mano de hierro.
Lo
cierto es que el gobierno del general Juan Vicente Gómez que gobernó a
Venezuela durante 27 años nunca molestó a Manuel Tomás, a pesar de ser un
reconocido adversario de la dictadura gomecista.
EL
día 18 de diciembre de 1935 Manuel Tomás escribe en su diario: “Todo el mes ha
habido una excitación por la gravedad y la muerte de Juan Vicente Gómez. Hoy a
las 4p.m me avisan dos amigos del Socorro que a las 11 y 45 de la noche murió
por fin el anciano dictador. ¡Alabado sea Dios! ¡Él lo puso y él lo quitó!
López Contreras lo ha sucedido, como se esperaba. Si este sucesor, afortunado,
no abre el campo, no manda. La constitución vigente no es otra cosa que un
instrumento de la dictadura y la tiranía de Juan Vicente Gómez, depurada y
refinada. Fue hecha apresuradamente a su medida y voluntad. ¡Ojalá le siga al
sepulcro de mortaja al viejo y decrepito dictador! ¿Será éste el último? No,
porque aún queda en pie el Congreso, con la redoma para ungir a cualquier otro.
A Asamblea Nacional debía llamarse al pueblo, para que resuelva de sus destinos
públicos”.
En
1942, Manuel Tomás escribe en su diario atribulado por la sequía en los llanos
venezolanos: “12 de abril, hay mucha sequía, en varias regiones cercanas hay
una enorme mortandad de ganado. Todos los días clamo a Dios su misericordia
para que mande la lluvia que riegue nuestros campos”. “29 y 30 de abril, Dios
por fin ha escuchado mis suplicas, anoche y hoy ha llovido torrencialmente, ha
amanecido la sabana alegre, los pájaros y los animalitos del monte abundan
contentos”.
La
asunción al poder del general Isaías Medina Angarita en el año 1941 trajo la
apertura política en una Venezuela que pugnaba entre el fin de la era del
gomecismo y el nacimiento de la democracia moderna en nuestro país. El presidente
Medina a pesar de provenir de las filas del gomecismo vino con cambios que
significaron la legalización de los partidos políticos, la total libertad de
prensa, la liberación de todos los ciudadanos presos por motivos políticos, el
retorno al país de todos aquellos venezolanos exiliados y el respeto de los
derechos ciudadanos de los habitantes del país.
La
casa de Manuel Tomás amplia y hospitalaria, sitio de descanso de viajeros desde
finales del Siglo 19 y comienzos del Siglo 20, centro cultural, intelectual y
rectoría de las leyes, se convierte ahora en auditórium para el encuentro
político. Allí llegan en meses distintos Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba,
Gustavo Machado y Rafael Caldera. Sus hijos, algunos ya mayores de edad se
dividen políticamente, Porfirio, José de la Cruz, Santiago, Eva y su nieto
Manuel Peñalver se incorporan a Acción Democrática, Antonio al partido COPEI,
Daniel (mi padre) y Manuel María al Partido Comunista de Venezuela, Francisco a
Unión Republicana Democrática.
——La
política no va a dividir a la familia, los Aquino somos y seremos siempre una
familia unida, independientemente del partido donde cada uno escoja activar
políticamente—-le dijo un día a su prole acompañado de mi abuela Elvira
Arbeláez.
En
24 de noviembre de 1948 el golpe de estado que derroca al presidente Rómulo
Gallegos electo nueve meses atrás y la asunción a la presidencia de Venezuela
de una junta militar presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud golpean
las esperanzas democráticas de Manuel Tomás. “Otra vez estamos en dictadura” le
dice en voz baja a Elvira, mi abuela. Manuel Tomás muere el 22 de enero de
1950, unos meses después es asesinado el presidente de la junta militar coronel
Carlos Delgado Chalbaud.
La
persecución por motivos políticos durante el gobierno de facto instaurado por
el coronel Marcos Pérez Jiménez, sucesor en el gobierno del asesinado coronel
Carlos Delgado Chalbaud, en contra de los militantes de Acción Democrática y
del Partido Comunista de Venezuela va a poner a prueba el legado de patriarca
de una familia unida de Manuel Tomás Aquino González. Su nieto Manuel Peñalver
militante de AD es hecho preso y encerrado en la Penitenciaría de San Juan de
los Morros, sus hijos Daniel y Manuel María militantes del Partido Comunista
son perseguidos, allanados y hechos presos en varias oportunidades.
Desde
1959 hasta 1979, ya instaurada la democracia de partidos en Venezuela, la
política lleva a la descendencia de Manuel Tomás, hijos y nietos, a terrenos
contrarios extremos. Durante los gobiernos de Acción Democrática, los
presidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y de COPEI
Rafael Caldera y Luis Herrera Campins, el dirigente político Manuel Peñalver
nieto de Manuel Tomás con un alto cargo nacional en el partido de gobierno,
debe convivir cada día con la incertidumbre del destino de sus tíos Daniel y
Manuel María activos militantes del Partido Comunista alzados en armas en
contra del estado y con su primo José Encarnación Aquino alzado en armas contra
el gobierno, en el Frente Guerrillero Antonio José de Sucre, brazo armado del
Movimiento de Izquierda Revolucionario MIR.
En
reivindicación del legado de familia unida propiciado por nuestro abuelo Manuel
Tomás, doy fe de como toda la familia, más allá de las diferencias políticas se
reunió en su casa de Tucupido en el medio del dolor, el llanto y la amargura en
el acto velatorio en el mes de julio de 1979 del economista José Encarnación
Aquino Carpio (nieto de Manuel Tomás) muerto en un combate guerrillero según el
diario Ultimas Noticias en el Hato El Dividive en el estado Bolívar. Desde
Ciudad Bolívar mi tío José de la Cruz, activo militante de Acción Democrática,
ante la negativa de las empresas funerarias de transportar los restos del
guerrillero a Tucupido estado Guárico su pueblo natal, trajo el cajón con su
cuerpo en su propio automóvil. La familia Aquino unida: adecos, copeyanos,
comunistas, socialistas, uerredecos e independientes, estuvo allí llorando al
idealista que murió combatiendo por sus ideas.
Un
hombre de regular estatura, corpulento, arropado con su cobija de pelo,
acicalado con su sombrero de ala ancha, montado en su mula, cabalga la trocha
desde Tucupido rumbo al hato Chupadero en la vía al Socorro por los llanos del
Guárico. En el porsiacaso y la capotera en vez de comida y bastimento, lleva
los libros para leer y su diario inseparable para escribir en las horas del
descanso de la faena agrícola. Es Manuel Tomás, el escritor de la Venezuela
triste.
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