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Tucupido; epicentro de la Revolución Integradora - Wilfredo Zaraza

 TUCUPIDO;  EPICENTRO DE LA REVOLUCIÓN INTEGRADORA IMPULSADA POR EL CORONEL CAYETANO GABANTE EL 07 DE MARZO DE 1833.

Dr. Wilfredo Zaraza Q.

Cronista Oficial de Tucupido

 

Con la campaña del Sur y el éxito militar alcanzado por nuestro Libertador Simón Bolívar, el Mariscal Antonio José de Sucre, José María Córdova, José Antonio Anzoátegui, Juan José Rondón, entre otros, surge la Gran Colombia, fundamentada en la Ley Fundamental de Colombia elaborada por el Congreso de Angostura en 1819 y la constitución de Cúcuta promulgada en 1821. Se dividía en tres departamentos: Cundinamarca, Venezuela y Quito. Tenía un Presidente y un Vicepresidente: Bolívar y Santander. El general José Antonio Páez era el jefe civil y militar del departamento de Venezuela. Durante la vigencia de la Gran Colombia, en el departamento de Venezuela existía descontento sobre la forma como se tomaban las decisiones en Bogotá, por tal motivo, el 30 de abril de 1826, emerge desde Valencia el movimiento separatista conocido con el nombre de La Cosiata o Revolución de los Morrocoyes, dirigido por el General Páez y las ambiciones de los caudillos militares y políticos que buscaban el poder.

Sin embargo, no todos los sectores de la opinión venezolana estuvieron de acuerdo con el desmantelamiento de la Gran Colombia. En los años posteriores a tal hecho algunos dirigentes de la Nueva Granada y de Venezuela intentaron la reintegración, pues consideraban que el sueño de Bolívar de una patria grande estaba por encima de las ambiciones personales.

Aunque el general José Tadeo Monagas se pronunció inicialmente a favor de la Cosiata, el 15 de enero de 1831 levantó el estandarte de la rebelión para proclamar el restablecimiento de la Gran Colombia Bolivariana en las provincias orientales de Cumaná, Barcelona, Margarita y en los cantones de Rio Chico, Chaguaramas y otros puntos de la provincia de Caracas. Igual decisión tomaba en Bogotá el general José María Melo, veterano de las Batallas del Sur, héroe de Junín y Ayacucho, fue un seguidor incondicional de Bolívar y defensor de las prerrogativas ganadas por quienes lucharon por la libertad de América. Como consecuencia de su apoyo al alzamiento contra el gobierno de Joaquín Mosquera, fue excluido de las filas militares y obligado a abandonar su patria, por eso se vinculó a los círculos bolivarianos de Venezuela y apoyó a quienes defendían la integridad de la Gran Colombia.

En este contexto, surge la Revolución Integradora en el Oriente del país, en un ambiente hostil, extendiéndose por los territorios del Guárico. El general José Tadeo Monagas lanzó el grito de la rebelión en su hato Los Robles. En Aragua de Barcelona los cultivadores de tabaco se insurreccionaron y asaltaron el 8 de enero de 1831 la sede de la administración del producto. El día 15 de enero se reunieron en asamblea y la protesta adquirió un carácter subversivo. Acordando desconocer al Gobierno, sus leyes y su constitución, proclamando la integridad de la República de Colombia.

El 22 de mayo de 1831 se realizó en Barcelona una asamblea popular que resolvió invitar a las provincias de Cumaná, Margarita y Guayana, para que junto con la de Barcelona formaran un nuevo estado independiente que se llamaría Estado de Oriente, reconociendo el fuero militar que había sido abolido por el Congreso y nombrando a Santiago Mariño como gobernador de dicho estado, y a José Tadeo Monagas como segundo. El acta levantada al efecto decía que “la Constitución atacaba a la religión en sus principios, desaforaba el clero y destruía la milicia y su fuero, tan necesario para fundar y organizar los ejércitos”. Estos acontecimientos desarrollados en oriente obligaron a Páez a salir personalmente en campaña en contra de esta conspiración de carácter separatista. Bajo la autorización del Congreso para conceder amnistía a los sublevados, el general Páez envió como comisionados al cuartel general de los insurrectos, a los comandantes Manuel Figuera y Miguel Rola, a entrevistarse con Monagas. Sin embargo, estas reuniones no llegaron a nada concreto.

Esta posición de los sublevados obligo al general Páez a movilizar un ejército sobre los alzados, y después de algunas escaramuzas y sin tener como enfrentar las fuerzas militares del gobierno movilizadas en su contra, el general Monagas aceptó deponer las armas en Valle de la Pascua, donde se reunieron con Páez el 23 de junio de 1831. El día 24 se proclamó  un decreto que ponía fin a las pretensiones del general Monagas, el acuerdo licenciaban todas las tropas revolucionarias y se garantizaban las vidas y la posesión de los bienes de los alzados.

El historiador Héctor Zamora (1999), refiere que fue un acontecimiento feliz ocurrido en Valle de la Pascua en el año 1831, recién separada Venezuela de la Gran Colombia. El General José Tadeo Monagas se alzó en armas en el Oriente del país y para poner fin a la insurrección fue necesaria la realización de una entrevista entre el General oriental y el General José Antonio Páez para ese entonces Presidente de la República; la cual tuvo como escenario el pequeño pueblo de Valle de la Pascua. El objetivo de la entrevista, según cuenta el propio General Páez era poner término a una de tantas insurrecciones que tanto daño han hecho a Venezuela. A tales efectos, Páez emitió un decreto el día 24 de junio de 1831 que ponía fin a las pretensiones del general Monagas.

El general Páez llegó a Valle de la Pascua con siete oficiales, el día 23 de junio como a las dos de la tarde, dejando el grueso de su ejército en Chaguaramas. El 24 después de la entrevista se marchó a Caracas. José Tadeo Monagas había llegado a la Pascua desde el día 16 de junio y se marchó el 28. Su larga estadía en la población se explica por las muchas simpatías y adhesiones que recibió y los seguidores que tenía en esta zona. La entrevista se realizó en el Alto de la Laguna del Pueblo a la sombra de unos jabillos rivereños y fue muy positiva para el restablecimiento de la paz, por eso en honor a ella, se acordó cambiarle el nombre a la población por el de “Villa de la Paz”, así se publicó en la Gaceta Oficial de Venezuela, pero eso no prosperó.

Aunque el intento de Monagas fracasó, sin embargo persistió el anhelo de un sector venezolano de reconstituir en forma federal la Colombia soñada por el Libertador Simón Bolívar. Toda esta situación vivida en los primeros años de la década de 1830 avistaba lo que se venía para 1835, un episodio conocido en la historia como la Revolución de las Reformas.

El 7 de marzo de 1833 el coronel Cayetano Gabante quien había secundado a Monagas en 1831, se levantó en armas en Tucupido, proclamando la reconstitución de la Gran Colombia. Tomó la población de Chaguaramal en el Unare y rechazó la amnistía que le fue ofrecida por el gobierno de Páez.

Cayetano Gabante, nacido en Tucupido, combatió siempre del lado republicano, combatiendo desde 1813 en el Altollano al lado del general Pedro Zaraza Manrique y del también tucupidense, nacido en el caserío Los Leones, general Mauricio Zamora. Fueron sus correrías las riveras del Ipire y del Unare, los bosques del Quebrada Honda, los bancos de Altamira y las Bateas. Ascendido a Coronel efectivo por el general José Antonio Páez en 1827, en ocasión de la que sería la última visita del Libertador Simón Bolívar a su natal Caracas, tras la rebeldía de Páez y el movimiento de La Cosiata desde Valencia en 1826.

Al respecto Mireya Soto (1988), expresa que Gabante poseía, y así lo demostró, una extraña personalidad, pues, en 1830 pasó de ser separatista y estar dispuesto a marchar si se intentaba restablecer la unión colombiana, en 1833, es un integracionista que a principios del año 1834 y ejerciendo la presidencia el general José Antonio Páez, se alza en Tucupido y proclama la unidad de Colombia. A ese ideal integracionista parece que se agregaba un cierto resentimiento contra el gobierno por una deuda que se la había reconocido, pero no pagado.

Señala Vicente Dávila (1924), que Santiago Mariño, durante la guerra de independencia tomó 800 reses de su Hato Chaguaramita ubicado a orillas del Quebrada Honda, deuda la cual reclamó al gobierno de Páez, solicitando el pago de las 800 reses a trece pesos cada una, para un total de 10.400 pesos, la cual le fue reconocida pero nunca se la pagaron. Señala Dávila que en 1827, Gabante fue herido en acciones de guerra (en campaña) obteniendo cédula de inválido con uniforme y fuero militar.

Refiere Francisco González Guinán (1910), que Gabante se alzó en la zona del Quebrada Honda disgustado por cuestiones de paga militar, y de separatista ardiente y de furioso enemigo personal del Libertador, se tornó en entusiasta reintegrista de Colombia. El 3 de abril de 1833, perseguido por el general José María Zamora, después de una breve escaramuza Gabante capituló al verse en desbandada en las inmediaciones del caserío Iguana y del pueblo de Altamira al sur del estado Guárico, donde lo redujeron a prisión y llevado a Caracas detenido.

El 06 de junio de 1833, su medio hermano el comandante Andrés Guillen asaltó la cárcel y libertó a los presos. La acción ejecutada por Guillen no era una simple aventura, según el historiador González Guinán, se trataba de una conspiración diseminada por muchas provincias, sobre la cual el gobierno de Páez actuó inmediatamente.

Gabante logró escapar de la cárcel y junto al comandante Guillen huyen hacia los Valles de Aragua, quizás buscando hacia su natal Tucupido. El gobierno comisiona a José Dionisio Cisneros, el mismo bandolero que Páez había indultado en 1830, para perseguirlo y enfrentarlo, logró alcanzarlo el 11 de noviembre en el sitio de El Acapro, cerca del Consejo. El comandante Andrés Guillen murió en el encuentro y Gabante logró huir con tres de sus compañeros hacia los llanos de la Provincia de Venezuela, para ese momento Provincia de Caracas, hoy llanos guariqueños.

El miércoles 14 de mayo de 1834, Gabante fue emboscado por su propia gente, para congraciarse con Páez, en las inmediaciones de los pueblos de Ortiz y El Sombrero, resultando muerto y sepultado por sus atacantes en la Mesa de Paya. De esta forma terminaron los días del Coronel Cayetano Gabante, un tucupidense que siempre luchó con sentido republicano, al momento de proclamar La Revolución Integradora desde Tucupido las condiciones sociopolíticas eran adversas, pues, la naciente república venezolana venia saliendo de un sangriento proceso de guerra de emancipación, por otro lado, dos años antes el general José Tadeo Monagas había firmado el tratado de paz con el gobierno de Páez. Así mismo, particularmente el pueblo de Tucupido, venia de ser azotado por los embates de la guerra, la crueldad del teniente justicia Lorenzo Figueroa (Barrajola) y del padre Juan Carlos Ibarrolaburu fanáticos realistas enemigos de la república e incendiado por bandoleros como Celestino Centeno. Reedificado en 1827 y pasados seis años Gabante no encontró muchos adeptos a la causa integracionista, además, le faltó logística y equipamiento de pertrechos militares para impulsar tal revolución.

Tucupido, desolado, sólo tenía fe y esperanza en un futuro mejor. Como lo afirma Blas Loreto Loreto (1964), “El pueblo continúa en su lucha, con el sol a cuestas y el brazo firme al encuentro del surco, el surco que lo redime de la pobreza y le permite dar a los demás… de aquí que se le llamara El Granero del Guárico a este pueblo enamorado del trabajo, con virtudes republicanas y confianza en el futuro porque actúa con honor” (p.139).

La Revolución Integradora Grancolombiana del coronel Cayetano Gabante, quedó enmarcada como preludio de lo que sería la Revolución de las Reformas en 1835. La población ribense, reconoce el valor y arrojo de este héroe, al colocar su nombre como epónimo a una de sus calles principales. Coronel Cayetano Gabante, héroe tucupidense del siglo XIX.

 

REFERENCIAS

 

Dávila Vicente (1924). Diccionario Biográfico de Ilustres Próceres de la Independencia Americana. Tomo I y II. Tipografía Americana, Caracas.

De Armas Ch. J. A. (1961). Tucupido, Formación de un Pueblo del Llano.

Reedición Producciones la Piedra. Caracas.

González G. Francisco (1910), Historia Contemporánea de Venezuela, Tipografía Impresa El Cojo. Caracas.

Hernández G. Felipe. (     ). Historia de Valle de la Pascua.

Irwin G. Domingo. (2008): Caudillos, militares y poder: Una historia del pretorianismo en Venezuela. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

Loreto L. Blas. (1964). Por el Guárico (Escritos y Compilaciones) Volumen I. Editorial Villegas Venezolana. Caracas.

Soto A. Manuel. (2011): Ilustres héroes de la Independencia Suramericana nacidos y/o relacionados a Tucupido. Tucupido: III Encuentro de Historiadores, Cronistas e Investigadores en Tucupido. Complejo Cultural Fray Anselmo de Árdales. Octubre 2011.

Soto de L. Mireya. (1988): Cayetano Gabante. Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo 2. Caracas: Fundación Polar. Editorial Ex Libris. p. 263.

Zamora Héctor (1985). Valle de la Pascua: Apuntes Históricos y geográficos. Tiempo y Espacio. Nº 4. Caracas.


El caso del sacerdote - Iván Simonovis

 

  El caso del sacerdote

(Relato del libro “El Prisionero Rojo”, la autobiografía de Iván Simonovis. Capítulo III. Página 120)

 

Una cosa que siempre he dicho es que el trabajo en la policía es dinámico, apasionante e impredecible; nunca sabes qué pasará luego de salir de tu casa al despacho. Entre esas cosas que te sorprenden, una sucedió durante el año 98. Era mitad de mañana de un día cualquiera, cuando sonó el ITT (sistema interno de comunicación asignado a los jefes de la central de la PTJ). Tenía un tono característico y el único autorizado para usarlo era el jefe de la oficina o en su defecto su secretaria, para informarle. Ese día la que llamaba era Suyin, asistente del director general comisario Lazo Ricardi. La llamo Suyin porque había confianza, fue abogada de la División Contra Homicidios y ahora asistente del director, pero además la novia de un gran amigo y compañero, el para entonces inspector Luis Alberto Godoy, quien es de esos amigos que no te abandonan nunca.

Ella me dijo: “Iván, el director va saliendo en 15 minutos, quiere que lo acompañes a una reunión en el ministerio [de Justicia], me dice vayas de civil”. Obviamente eso quiere decir “que lo acompañes”; no era una invitación sino una orden. Me pareció extraño, sin embargo me cambié y antes de los 15 minutos estaba en la puerta sur (la entrada principal de la vieja sede de la PTJ), salió el director y abordamos su carro protocolar. Durante el traslado hablamos de cómo estaba yendo la brigada y sobre el entrenamiento de los funcionarios. El comisario Lazo siempre fue muy amable, y yo, aprovechando que me hablaba de ese tema, hice lo que todo subalterno jefe haría cuando está solo con su superior inmediato: no perdí la oportunidad de hablarle sobre los requerimientos que tenía para la brigada: viáticos atrasados, cursos parados por falta de presupuesto y ese tipo de cosas.

Lazo, como hace todo jefe cuando le hablan de esas cosas, me dijo: “Lo resolveremos, recuérdame decirle a Suyin que me anote eso”. Luego me cambió el tema para hablar de otras cosas y ya estábamos en la puerta del Ministerio de Justicia, había un elevador privado y allí nos esperaban para llevarnos al despacho del ministro Hilarión Cardozo.

Pasamos a la oficina, una típica oficina de ministro: llena de recuerdos, fotos, banderas, regalos de otros países, estatuillas. El doctor Cardozo era una persona muy religiosa, sobre su escritorio y en las paredes había figuras alusivas a la religión católica. Nos saludó con un apretón de manos y nos invitó a tomar asiento. Lazo y el ministro intercambiaron algunas palabras relacionadas con presupuestos que no llegaban y recursos bloqueados; es decir, Lazo hacía lo mismo que había hecho yo en la patrulla minutos antes, la diferencia es que él se lo solicitaba al ministro directamente. No habían pasado 10 minutos cuando el doctor Cardozo me dijo: “Caramba, comisario, necesitamos de su ayuda, es un caso delicado”. Sin duda, cuando un ministro te dice eso, piensas: “Esto es algo complicado”. Por supuesto le respondí: “Sí, claro, doctor, dígame qué requiere”, y él continuó: “La Iglesia necesita de nuestra ayuda”. En ese momento me confundí y le dije: “¿La Iglesia?”. “Sí, la Iglesia”, respondió. Si para ese momento yo hubiese leído El código Da Vinci, pensaría que tenía que ver con la recuperación del Santo Grial, pero no, lo que me dijo me pareció más impresionante: “Se trata –dijo– de sacar a un sacerdote insurrecto de la parroquia de un pueblo”. Por unos segundos me quedé pensado. ¿Sacerdote insurrecto? Miré al comisario Lazo esperando que eso fuera una broma, pero no, era totalmente en serio. Continuó el doctor Cardozo y me explicó con más detalle: “En la población de Tucupido, desde hace siete meses las autoridades eclesiásticas han solicitado al cura de allí desalojar la parroquia, pero este se ha negado consecutiva y rotundamente desobedeciendo de forma abierta a toda su línea superior de jerarquía y la situación se ha agudizado al punto que la comunidad hizo una vigilia permanente frente a la iglesia, de modo que formaron un muro humano, donde nadie entraba ni nadie salía de la casa parroquial. Las autoridades eclesiásticas –explicó– han enviado a sus representantes para solventar la situación, sin obtener resultados, y pidieron la intervención de las autoridades locales, las cuales se vieron imposibilitadas de actuar debido a la cantidad de parroquianos que participaban”.

Entonces comprendí la situación, pero le dije al doctor Cardozo: “Nosotros somos una unidad especializada en manejar situaciones de alto riesgo y yo no lo veo aquí”.

Intervino el director y me aseguró: “Simonovis, aquí no hay gente del tipo del que tú estás acostumbrado a enfrentar, pero sí lo existiría si va de nuevo una comisión, es agredida y regresa sin éxito, así que con el mayor sigilo posible, retengan al sacerdote y luego lo entregamos a las autoridades eclesiásticas”. De nuevo una orden. Acto seguido el ministro me solicitó la máxima discreción y un trato acorde con la condición religiosa del detenido.

Fue así como llegó la orden al BAE de capturar al cura y entregarlo a sus superiores religiosos. Cuando le expliqué a la brigada nuestra próxima misión hubo recelo, pero era una orden y quien requería al sacerdote era su legítima autoridad, la Iglesia, así que nos reunimos para la asignación de tareas y el análisis de la situación. Por otro lado, el personal de inteligencia llevaba 15 días haciendo lo propio y recabando información que nos ayudaría a ser lo más efectivos posible. Nos tomamos un par de días para preparar todo. El día acordado nos trasladamos en dos camionetas y a las 4:00 am estábamos en Tucupido. Ordené a unos funcionarios se acercaran hasta el puesto policial y les informaran de nuestra presencia para no crear confusión sobre lo que pasaba. Afuera no había nadie porque era muy temprano. Un funcionario ingresó a la iglesia, subió al campanario y desactivó las campanas y altavoces para que ni el cura ni quienes se quedaban en la casa parroquial alertaran a los parroquianos, porque según la información de inteligencia era la manera que llamaban la atención y evitaban llegar al sacerdote. Teniendo eso bajo control, los inspectores Julio Rivero, Jesús La Cruz y yo procedimos a ingresar a la casa parroquial, sabíamos cuál era la distribución, así que avisé por radio al comisario Hernández Guzmán (jefe nacional de Investigaciones) y al comisario Eliseo Guzmán (jefe nacional de Drogas), quienes se encontraban a unos 20 minutos del pueblo. Sigilosamente entramos a la casa y yo me dirigí a las escaleras para subir al segundo piso. Allí había varias habitaciones que debía chequear, La Cruz debía revisar la planta baja y Rivero otra área de la casa. Yo recién estaba en el segundo piso y por radio La Cruz me dijo: “Odin, objetivo en custodia”, es decir, tenían al sacerdote controlado. Bajé y me acerqué hasta donde ellos estaban. El cura estaba durmiendo en un chinchorro en una sala contigua a la sala principal y ciertamente lo tenían ya esposado y le habían puesto cinta adhesiva en la boca para evitar que gritara. Había otras personas allí, pero nadie se percató de nuestra presencia. Salimos y llevamos al sacerdote a mi patrulla. En el camino le hicimos señas al resto de los hombres, la seña de los 360 grados con el dedo que todos entienden, recojan, nos vamos. En solo 10 minutos hicimos la operación.

Mientras estábamos en camino mantuvimos absoluto silencio y el sacerdote temblaba como una hoja y noté que estaba pálido. Ordené detener la patrulla, me bajé con él y me quité el pasamontañas negro que usamos en estos casos, me identifiqué y le expliqué lo que había sucedido, le dije que lo estábamos llevando con sus superiores porque habíamos recibido la orden de sacarlo de la parroquia. En ese momento el hombre asintió reconociendo su error y me dijo: “Es su trabajo y lo respeto, que Dios los bendiga”. Con la mano me hizo la señal de la cruz y diez minutos después lo entregué al comisario Hernández Guzmán y a Pablo. Hasta ahí llegaba mi misión.


Diario de un escritor de la Venezuela Triste - Lenin Aquino

Manuel Tomás Aquino González, familiares y cercanos

Diario de un escritor de la Venezuela Triste

A la memoria de mi abuelo Manuel Tomás Aquino González y de sus libros olvidados.

Por Lenin Aquino, librero y escritor venezolano.

 

Manuel Tomás saca de su blusa su libreta de notas que él mismo intitula “Memoria de la Revolución Libertadora”, del otro bolsillo extrae su inseparable pluma fuente, empieza a escribir al atardecer sentado en un muro frente a la plaza principal de Zaraza en el estado Guárico, ha cabalgado con su grado de coronel de las fuerzas militares liberales junto a sus hombres desde la mañana, suspira y traza: “hoy 2 de septiembre del año 1902 he llegado a Zaraza proveniente de Tucupido al mando de mi pequeña tropa de 600 hombres”.

En Zaraza las tropas liberales concentran sus fuerzas para marchar rumbo al centro del país a librar combate contra las fuerzas restauradoras de los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez quienes con la llamada invasión de los andinos han tomado el poder desde el año 1899. Pasando por Chaguaramas se les muere el general Domingo Monagas, pese a ello, la expedición militar continua su tránsito en busca de la batalla. El coronel Manuel Tomás Aquino montado en una mula baya pasitrotera encabezando aquella tropa sudorosa cruzan los llanos guariqueños, arropados por el polvo de los caminos y aterrillados por el sol que seca la inmensa llanura perdida en la lejanía.

Manuel Tomás llega con el contingente liberal a Camatagua, están sedientos y hambrientos, escribe en su libreta “Hemos estado en Camatagua dos días, 26 y 27 del mes de septiembre del año 1902, en esta pequeña comarca he conocido al general José Manuel Peñaloza y al doctor Rafael Cabrera Malo, liberales como yo, con ellos he conversado hasta el amanecer”. Sigue escribiendo “En San Sebastián de los Reyes he conocido al general Francisco Barbella, en San Casimiro traté con el presbítero Machado y el Doctor Milita…En Villa de Cura conocí a Luis R. Morín”.

Las tropas liberales al mando del general Manuel Antonio Matos se enfrentan a las tropas de los generales Castro y Gómez en la ciudad de La Victoria en el mes de noviembre de 1902, los restauradores le propinan una descomunal derrota al bando liberal desde donde pelea Manuel Tomás, pese al fracaso y el descalabro él escribe en su diario “De La Victoria pasamos por San Mateo en retirada, estamos derrotados, regreso con 150 hombres heridos y desmoralizados en su mayoría, en esa población conocí a Pedro María Tirado”. A pesar de la tragedia de las tropas liberales, Manuel Tomás no pierde la moral ni deja de escribir. Para concluir su relato diario escribe “En toda la campaña de la Revolución Libertadora traté muy de cerca con un joven muy valiente llamado Pedro López proveniente de Güiria, ayudante del general Pedro Ducharne, ojalá haya sobrevivido a la guerra y nos veamos algún día de nuevo”. Concluye así la historia de su incursión en la llamada Revolución Libertadora, evento armado que estremeció a Venezuela entre los años 1901 y 1903.

En el año 1969, entonces era yo un niño, estaba sentado una mañana en la casa de Manuel Tomás Aquino, mi abuelo paterno, en Tucupido estado Guárico, él había fallecido el 22 de enero de 1950, no tuve la dicha de conocerlo, pero allí estaba yo en su enorme casa solariega que hacía esquina entre las calles Ricaurte con calle Salóm, leyendo mi primer libro en su extensa biblioteca que nos había dejado como herencia. De aquella casa techada con caña brava y tejas rojas tengo los mejores recuerdos de mi infancia, muebles de paleta, tinajero con piedra de filtrar el agua, grandes ventanales, puerta principal con aldabón, jardines hermosos y bien cuidados por mi tía Eva Aquino, un frondoso tamarindo que le daba sombra y aire puro a su existencia, muchas habitaciones amplias, frescas, todas con sobrepuertas protegidas con tela metálica para que no entrara la plaga, una cocina amplísima con un enorme horno a la leña, un comedor con una mesa larga donde cabían hasta 30 comensales.

Leyendo mi primer libro de la infancia “Miguel Strogoff el correo del Zar” del escritor francés Julio Verne, se me despertó la curiosidad por una habitación de la casa que siempre permanecía cerrada con un enorme candado y a la cual no teníamos acceso los niños Aquino que frecuentábamos la casa de nuestro abuelo. La curiosidad por lo prohibido venció el temor a un regaño de los tíos Aquino, que eran todos muy cariñosos y atentos conmigo. Al cuarto le llamaban “el repuesto del tigre”, para mí el cuarto de los secretos de la familia. Un día tomé la llave, abrí el candado y entré al recinto que guardaba la historia del escritor del diario de la Venezuela triste. Allí había baúles con fusiles “Máuser”, un enorme revolver cañón largo, varios cuadernos de notas, un diario, ropa, calzados, espuelas, una silla de montar, un sable, machetes, una lanza corta y otros utensilios de guerra.

——¿Qué haces en este cuarto “Tiocón”? —–oí la voz de la tía Eva casi encima de mí.

——Estaba viendo qué había en esta habitación—–le respondí apenado.

——Ese es el cuarto donde se guardan las cosas de tu abuelo Manuel Tomás—–

——¿Y por qué hay fusiles y armas en esos baúles? —–

——Porque tu abuelo que era un escritor, un poeta, un hombre de leyes y un agricultor tuvo que irse a apoyar la “Revolución Libertadora” en contra de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez—-me respondió.

——¿Y qué logró mi abuelo en la guerra?

——¡Nada! De allí volvió derrotado y se dedicó por completo a sus libros, a escribir, a ejercer el derecho, a la agricultura y la ganadería en su hato Chupadero—–

——¿Y por qué no le quitaron estas armas si perdió la batalla? —-pregunté a mi querida tía.

——Porque el general Manuel Antonio Matos jefe de los liberales en armas hizo pacto posteriormente con el general Juan Vicente Gómez, una vez que este destrona a su compadre Cipriano Castro. Tu abuelo Manuel Tomás sin embargo se apartó para siempre de la lucha política y se dedicó a sus actividades particulares y a su familia.

Aquel episodio en el “repuesto del tigre” me llevó muchos años después a volver a investigar sobre la vida de Manuel Tomás, afortunadamente gracias al apoyo del historiador, mi profesor y entrañable amigo Oldman Botello que se abocó a ayudarme en la experticia, conservo una copia de su diario y un conjunto de libros editados hace años que contienen parte de su historia y hechos que guardan relación con su vida entre Tucupido, Zaraza, El Socorro y Valle de la Pascua.

Manuel Tomás Aquino González nació el 21 de diciembre de 1874, era hijo del general Manuel María Aquino, habitante del Sombrero en el estado Guárico, manumiso liberado que peleó en la guerra federal quien era hijo del hacendado Don Pedro Aquino y Ponte con una negra esclava, su madre fue Elena González Gutiérrez nacida en 1812 e hija del teniente de la guerra de la Independencia Manuel González.

Desde muy joven Manuel Tomás se dedica al periodismo, los libros, a escribir, al ejercicio del derecho, a la fotografía, a la agricultura y a la ganadería. Su vida la comparte entre su casa de Tucupido y su hato Chupadero, ambos recintos ubicados en las dos vías que llevaban al Oriente del país, su casa en la vía hacia Zaraza, su hacienda en la vía hacia El Socorro, Santa María y Pariaguán, tránsito obligado de los viajeros.

Su compañera Elvira Arbeláez, mi abuela, mujer nacionalista liberal, hija del general Basilicio Arbeláez, seguidora del partido de José Manuel Hernández (El Mocho), le dice con palabras premonitorias: —–Los andinos tomaron el poder para quedarse, el robo de las elecciones que ganó limpiamente el general José Manuel Hernández en el año de 1897 ha traído como consecuencia esta barbarie, Manuel Tomás tendremos una dictadura por muchos años—–

El escritor Manuel Tomás se atrinchera escribiendo y haciendo periodismo en el periódico de Unare de Zaraza, en Tucupido funda y dirige un periódico humorístico llamado “Satán” que se imprime con regularidad y participa en la revista Campánulas. Escribe cuentos, poesía y artículos sobre la historia de Venezuela.

En 1906 escribe el relato “Del acervo”, “Remembranzas”, “Semblanza”, “Símbolo”, “Un cotoperiz histórico”, “Vesperal”, realiza un ensayo histórico “Sobre la captura del general José Félix Ribas” publicado en la edición de gala del periódico guariqueño “La Selva” y en el diario El Universal de Caracas el 16 de enero de 1915 a los 100 años de la captura y decapitación del héroe de la independencia de Venezuela en el pueblo de Tucupido en el año de 1815. En 1908 escribe en el periódico El Unare: “Hoy sepultose al prócer comandante Pedro Zaraza de 98 años de edad, hijo y sobrino de los generales Lorenzo y Pedro Zaraza, ilustres próceres de nuestra independencia”.

Su biblioteca en Tucupido es la más surtida, completa y apreciada en todo el estado Guárico, allí acuden estudiantes, profesionales y curiosos en busca del conocimiento vedado por el atraso y el subdesarrollo en el que está hundido todo el país. Manuel Tomás se convierte en el eje de la rectoría intelectual en su tiempo, todo se le consulta en materia de leyes, juicios, actas procesales, derecho sucesoral. Su casa es un punto de encuentro por donde desfilan intelectuales, escritores, agricultores, poetas, empresarios, comerciantes y políticos venidos de diferentes puntos del país.

Allí pernotan en su camino hacia Oriente el joven Miguel Otero Silva quien muchos años después retrataría la tragedia venezolana con su novela Casas Muertas, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Rómulo Betancourt, Gustavo Machado y tantos otros intelectuales de su tiempo, con ellos mantendrá una relación epistolar de años, cartas que archiva en su biblioteca como testimonio de la angustia compartida con aquellos hombres que luchaban para sacar a Venezuela de la decadencia, de la tristeza y de la desesperanza.

Muy joven yo, encontré una carta en su biblioteca dirigida por Tomás Liscano a Manuel Tomás recomendándole a su hijo adoptivo Rafael Caldera, quien vino en persona con la misiva a Tucupido, recién graduado en derecho para que lo orientara en algunos juicios de interés al joven abogado que mucho tiempo después se convertiría en un prominente líder político de Venezuela. El historiador Pedro Díaz Seijas relata en su libro “Los intelectuales de provincia” haber visto a Manuel Tomás con un arreo de mulas transportando por los caminos del llano una respetable carga de libros editados en grueso calibre de la Historia Universal de Cesar Cantú.

En su diario Manuel Tomás nos retrata cada día una Venezuela famélica, incierta, triste, abandonada, un campo venezolano sumido en la miseria, una nación azotada por el paludismo, la tuberculosis, la sífilis, la lepra y otras enfermedades sin ninguna asistencia médica gubernamental. 25 de febrero: “Ayer domingo fui a visitar a Ramón Medina, traído de Altagracia de Orituco hace apenas seis días. Es un cadáver ya. Tiene ulceradas ambas piernas en los huesos mismos. Está hediendo, el pobre me dijo que sufría mucho y sentía agudísimos dolores. Está podrido…. Da lástima. No tardará en morir”.

Como agricultor y ganadero internado en lo profundo del llano venezolano Manuel Tomás sufre las angustias y las incertidumbres de un productor acorralado por las contingencias del clima:

——“Estamos a 24 de abril ya y la sequía es horrorosa. Mis lagunas están secas, Fortuna y La Vieja ya parpadeando en barro y El Corozo igual. ¿Qué nos haremos? Dios proveerá a todos, hágase su voluntad. Nuestro problema vital en el llano es agua a todo trance. El molino, la bomba, el pozo, se imponen para poder sostener la vida. Esta región está seca.

Continúa escribiendo “El pasado invierno fue escaso. A propósito de la sequía fui a la hacienda vecina “Bejucal” a pedirles agua a mis vecinos para mi ribazo veranero, por haberse secado las mías. Me contestó Felipe que hablaría con Carlos. Ayer vino aquí Carlos, y con evasivas, me negó el agua, teniendo bastante suficiente para los días que faltaran por llover. Le contesté que mi exigencia era cuestión de momento, que tal vez llegaría mojado a su finca “Bejucal”. Apenas se fue, empezó a llover. Ahora digo yo, para mi experiencia, y los que estas notan lleguen a ver: ¡Los hombres me negaron el agua, pero el que dispone sus fuentes me la dio a poco en abundancia! ¡Loado sea Dios por cuya misericordia infinita vivimos sobre la tierra!”.

El día 8 de mayo de 1935 Manuel Tomás recibe la visita en su hato “Chupadero” del representante legal de una de las compañías petroleras norteamericanas que llegaron a Venezuela desde el año 1914 en busca del oro negro jugo abundante inoculado por la geología en la tierra venezolana, escribe “mayo 8: el medio día ya para las 2p.m estuvo aquí el señor Reinaldo A. Guerra, en representación de la Standard Oil Company of Venezuela a solicitud de permiso para la compañía explorar en esta propiedad. Se lo concedí por duplicado, firmándolo ambos… Veremos que resulta de esta cosa… Me quedó un ejemplar”.

Manuel Tomás era profundamente anti gomecista, fue derrotado junto a sus compañeros liberales en la Guerra Libertadora entre 1901-1903, se apartó de la política, pero siguió adversando en silencio la larga dictadura de Juan Vicente Gómez. Me contó Cayetano Cabezas vecino de Tucupido quien lo conoció y trató en vida, una historia de una supuesta conversación entre un jefe civil de Tucupido en audiencia con el general Juan Vicente Gómez en Maracay por allá en 1915.

——General vengo a informarle que Don Manuel Tomás Aquino conserva en su casa un parque de fusiles “Máuser” y otras armas que le quedaron de la Guerra Libertadora. ¿Qué hago? ¿Lo meto preso? ¿Le decomiso las armas? —–le planteó supuestamente la autoridad local de Tucupido al general Gómez.

——Mire coronel, quédese tranquilo, a Don Manuel Tomás no le gusta la guerra, es un hombre de leyes y de trabajo, en La Victoria peleó contra nosotros como un tigre encaramado, mejor déjelo quieto con sus libros y sus armas, al hombre pacífico no se le busca pelea, si fuera pendenciero yo mismo iría a hacerlo preso. Asunto concluido—–le habría respondido el general Gómez, conocedor innato de la sicología y el temperamento de los hombres, al jefe civil de Tucupido que guardó un silencio absoluto ante la orden del benemérito que regía a Venezuela con mano de hierro.

Lo cierto es que el gobierno del general Juan Vicente Gómez que gobernó a Venezuela durante 27 años nunca molestó a Manuel Tomás, a pesar de ser un reconocido adversario de la dictadura gomecista.

EL día 18 de diciembre de 1935 Manuel Tomás escribe en su diario: “Todo el mes ha habido una excitación por la gravedad y la muerte de Juan Vicente Gómez. Hoy a las 4p.m me avisan dos amigos del Socorro que a las 11 y 45 de la noche murió por fin el anciano dictador. ¡Alabado sea Dios! ¡Él lo puso y él lo quitó! López Contreras lo ha sucedido, como se esperaba. Si este sucesor, afortunado, no abre el campo, no manda. La constitución vigente no es otra cosa que un instrumento de la dictadura y la tiranía de Juan Vicente Gómez, depurada y refinada. Fue hecha apresuradamente a su medida y voluntad. ¡Ojalá le siga al sepulcro de mortaja al viejo y decrepito dictador! ¿Será éste el último? No, porque aún queda en pie el Congreso, con la redoma para ungir a cualquier otro. A Asamblea Nacional debía llamarse al pueblo, para que resuelva de sus destinos públicos”.

En 1942, Manuel Tomás escribe en su diario atribulado por la sequía en los llanos venezolanos: “12 de abril, hay mucha sequía, en varias regiones cercanas hay una enorme mortandad de ganado. Todos los días clamo a Dios su misericordia para que mande la lluvia que riegue nuestros campos”. “29 y 30 de abril, Dios por fin ha escuchado mis suplicas, anoche y hoy ha llovido torrencialmente, ha amanecido la sabana alegre, los pájaros y los animalitos del monte abundan contentos”.

La asunción al poder del general Isaías Medina Angarita en el año 1941 trajo la apertura política en una Venezuela que pugnaba entre el fin de la era del gomecismo y el nacimiento de la democracia moderna en nuestro país. El presidente Medina a pesar de provenir de las filas del gomecismo vino con cambios que significaron la legalización de los partidos políticos, la total libertad de prensa, la liberación de todos los ciudadanos presos por motivos políticos, el retorno al país de todos aquellos venezolanos exiliados y el respeto de los derechos ciudadanos de los habitantes del país.

La casa de Manuel Tomás amplia y hospitalaria, sitio de descanso de viajeros desde finales del Siglo 19 y comienzos del Siglo 20, centro cultural, intelectual y rectoría de las leyes, se convierte ahora en auditórium para el encuentro político. Allí llegan en meses distintos Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo Machado y Rafael Caldera. Sus hijos, algunos ya mayores de edad se dividen políticamente, Porfirio, José de la Cruz, Santiago, Eva y su nieto Manuel Peñalver se incorporan a Acción Democrática, Antonio al partido COPEI, Daniel (mi padre) y Manuel María al Partido Comunista de Venezuela, Francisco a Unión Republicana Democrática.

——La política no va a dividir a la familia, los Aquino somos y seremos siempre una familia unida, independientemente del partido donde cada uno escoja activar políticamente—-le dijo un día a su prole acompañado de mi abuela Elvira Arbeláez.

En 24 de noviembre de 1948 el golpe de estado que derroca al presidente Rómulo Gallegos electo nueve meses atrás y la asunción a la presidencia de Venezuela de una junta militar presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud golpean las esperanzas democráticas de Manuel Tomás. “Otra vez estamos en dictadura” le dice en voz baja a Elvira, mi abuela. Manuel Tomás muere el 22 de enero de 1950, unos meses después es asesinado el presidente de la junta militar coronel Carlos Delgado Chalbaud.

La persecución por motivos políticos durante el gobierno de facto instaurado por el coronel Marcos Pérez Jiménez, sucesor en el gobierno del asesinado coronel Carlos Delgado Chalbaud, en contra de los militantes de Acción Democrática y del Partido Comunista de Venezuela va a poner a prueba el legado de patriarca de una familia unida de Manuel Tomás Aquino González. Su nieto Manuel Peñalver militante de AD es hecho preso y encerrado en la Penitenciaría de San Juan de los Morros, sus hijos Daniel y Manuel María militantes del Partido Comunista son perseguidos, allanados y hechos presos en varias oportunidades.

Desde 1959 hasta 1979, ya instaurada la democracia de partidos en Venezuela, la política lleva a la descendencia de Manuel Tomás, hijos y nietos, a terrenos contrarios extremos. Durante los gobiernos de Acción Democrática, los presidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y de COPEI Rafael Caldera y Luis Herrera Campins, el dirigente político Manuel Peñalver nieto de Manuel Tomás con un alto cargo nacional en el partido de gobierno, debe convivir cada día con la incertidumbre del destino de sus tíos Daniel y Manuel María activos militantes del Partido Comunista alzados en armas en contra del estado y con su primo José Encarnación Aquino alzado en armas contra el gobierno, en el Frente Guerrillero Antonio José de Sucre, brazo armado del Movimiento de Izquierda Revolucionario MIR.

En reivindicación del legado de familia unida propiciado por nuestro abuelo Manuel Tomás, doy fe de como toda la familia, más allá de las diferencias políticas se reunió en su casa de Tucupido en el medio del dolor, el llanto y la amargura en el acto velatorio en el mes de julio de 1979 del economista José Encarnación Aquino Carpio (nieto de Manuel Tomás) muerto en un combate guerrillero según el diario Ultimas Noticias en el Hato El Dividive en el estado Bolívar. Desde Ciudad Bolívar mi tío José de la Cruz, activo militante de Acción Democrática, ante la negativa de las empresas funerarias de transportar los restos del guerrillero a Tucupido estado Guárico su pueblo natal, trajo el cajón con su cuerpo en su propio automóvil. La familia Aquino unida: adecos, copeyanos, comunistas, socialistas, uerredecos e independientes, estuvo allí llorando al idealista que murió combatiendo por sus ideas.

Un hombre de regular estatura, corpulento, arropado con su cobija de pelo, acicalado con su sombrero de ala ancha, montado en su mula, cabalga la trocha desde Tucupido rumbo al hato Chupadero en la vía al Socorro por los llanos del Guárico. En el porsiacaso y la capotera en vez de comida y bastimento, lleva los libros para leer y su diario inseparable para escribir en las horas del descanso de la faena agrícola. Es Manuel Tomás, el escritor de la Venezuela triste.

 

VIVENCIAS - Tula M. Aular Durán

                                             VIVENCIAS

Tula M. Aular Durán

 

PRIMER ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES

 

Tucupido, mi pueblo natal, Pueblo llanero situado al nororiente del Estado Guárico, pueblo de cantores, músicos y poetas, de gente humilde y hospitalaria y orgullosa de ser llaneros. Fundada en 1760 por Fray Anselmo Isidro de Ardales, para ese entonces habitada por indios cumanagotos y palenques, a quienes los frailes enseñaron a sembrar el maíz, y a elaborar el pan y el ladrillo, pero también grandes guerreros y defensores de nuestras tierras.

Es  muy bonito imaginarse aquellos tiempos, cerrar los ojos y mirar a nuestros antepasados viviendo en pequeñas chozas, con guayucos y con flechas cazando para obtener alimentos, o en coloridas danzas celebrando sus fiestas, o el día en que llegaron los frailes, aquellas caras de sorpresa  o de miedo o mejor decir de firmeza y resistencia en defensa de su gente y de su pueblo. Oír y ver esa primera comunicación entre nuestros indígenas y los recién llegados, nuevos pobladores y nuevas costumbres. Yo pienso que fue como cuando un maestro o maestra llega por primera vez a un aula de clase (presentación, diagnóstico, metodología, estrategias, enseñanzas, educación, formación, hermandad, familia). Me imagino a nuestros indios aprendiendo a sembrar el maíz, a elaborar el pan, hacer los ladrillos y también a tener fe y a creer en nuestro Cristo Dios.

Me imagino aquellas primeras casitas o mejor diría chocitas, del Tucupido de esos siglos pasados, cómo poco a poco fueron evolucionando, cómo poco a poco su población fue en aumento y fueron cambiando sus costumbres, cómo esas primeras chocitas se fueron transformando con el pasar del tiempo, y llegar a ser construcciones de barro, bahareque. Convertirse en pequeñas aldeas, vecindarios, barrios, el cambio en la forma de vestir, de hablar, de alimentarse. La aparición de los primeros barrios, la alegría del momento de la construcción del templo, y frente a este la plaza, entonces ricamente adornada por florestas naturales las primeras calles, la música de las diferentes décadas, los primeros edificios, las primeras escuelas, los pequeños y grandes conucos de los agricultores que daban el pan y los frutos  para alimentar al pueblo.

Ahora mi imaginación, se pasea por el Tucupido del siglo XIX, época de gobierno del  general  Joaquín Crespo quien mandó durante dos períodos: 1884 – 1886, 1892 – 1898.

Para esta época, según me contó mi bien recordada abuelita, habían varios bandos guerrilleros, que decían luchar por la patria, pero en realidad eran bandidos que se aprovechaban para entrar a los hogares o casas de familia para robar todos los bienes que estas poseían, se llevaban el dinero, las comidas, iban a los sitios donde había queseras y productos alimenticios y los tomaban, es decir acababan con todo.

Época llena de dolor y de sangre. En las casas campestres fabricaban trojes que eran utilizadas para resguardarse o protegerse de los atropellos de estos bandidos. Las familias se resguardaban en dichas trojes y esperaban que éstos se retiraran para salir de las mismas, por supuesto que al salir se encontraban con que se habían llevado todo. Eran unos verdaderos bandoleros. Viene a mi memoria un hecho que ocurrió precisamente para esa época y que también me contó mi abuelita, se trata de una familia que habitaba en Tucupido formada por el padre, la madre y un hijo varón, que fueron víctimas de estas guerrillas. A continuación les cuento:

Un día encontrándose en sus casas compartiendo en familia, fueron sorprendidos por un bando guerrillero, se oía decir que era de la gente del Mocho Hernández, quienes entraron bruscamente a su casa y se llevaron al joven de la familia reclutado para luchar en la guerrilla, en contra de la voluntad de los padres, puesto que el padre pertenecía a otro bando, cuestión que trajo mucha preocupación a los padres del joven, solo de pensar que algún día pudieran tener que enfrentarse padre e hijo. Pasaron muchos días, y el muchacho logra escapar del grupo guerrillero que lo había reclutado y llegar hasta su casa, donde se mantenía escondido en un monte, al cual su madre le llevaba a escondidas la comida. Pero un día se le ocurrió salir del monte y llegar hasta la casa y al poco rato  llegó la misma gente que se lo había llevado a la fuerza, y lo descubren, lo sacan de la casa, y delante de sus padres, lo amarran  al tronco de un árbol, le dieron una paliza y con un disparo lo remataron. Se dice que cuando logró escaparse, fue seguido para matarlo. Este es uno de los tantos casos ocurridos cuando el gobierno de Joaquín Crespo, gobierno que demás está decir era muy sanguinario, y para esta época Venezuela estaba llena de bandidos y ladrones que atropellaban a las familias.

Pero también habían cosas bonitas como la solidaridad en la familia, el respeto, los libros de literatura que llegaban de otros países, no se conoce de qué manera llegaban, pero llegaban, como por ejemplo los que leía la señora Antonia Blanco, que eran libros  que contenían poesía española.

Es importante también decir que para esta época estaba muy marcado el racismo y las clases sociales y había un alto índice de analfabetismo, muy pocas personas sabían leer y escribir.

Para los años 1899 al 1908, del siglo XIX y XX continúan las guerrillas y los desórdenes en el país, hasta que llega el gobierno dictatorial de Gómez, y acaba con todas las guerrillas y limpia de dichos males la nación.

En el gobierno del General Gómez el pueblo vivió bajo un régimen dictatorial, pero había mucho orden, respeto y seguridad.

Para estos años los arrieros iban a Caracas y a Valencia en recuas (burros), en el transporte de productos alimenticios cosechados en el terruño incluyendo bolsas de dinero que sería entregado a casas comerciales, tardaban quince días para ir a Caracas y quince días para el regreso.  Descansaban en posadas, pero había una gran seguridad, no eran nunca tocados por los amigos de lo ajeno, porque con la llegada de Gómez al poder ese mal fue erradicado, podían viajar tranquilos sin ningún temor.

Para el año de 1910 en el mes de mayo, ocurre un hecho muy importante, la aparición del cometa Halley, Dos años más tarde en 1912 y por coincidencia en el mismo mes en que apareció el cometa nace mi padre (El Vate Aular). Me contó mi abuelita  que cuando apareció este cometa, mucha gente se volvió como loca, hubo gente en Caracas que se suicidó, muchos vendieron lo que tenían y quedaron sin nada, porque pensaron que era fin de mundo. Mi abuelita decía que era un cometa muy grande y que su luz iluminaba toda la tierra, que la noche parecía día y que tenía una inmensa cola, por lo que se regó la noticia de que iba a chocar con la tierra. Lo que ocasionó mucho miedo y nerviosismo. Cierra los ojos e imagínate el cometa Halley en el cielo, gigantesco y con su luz iluminando la tierra y su inmensa y larga cola casi tocándola. Allí cabe la expresión de un viejo amigo vecino de la casa llamado “El Parientito” (el mismo murió hace muchos años) cuando vio un oso blanco y grande que cargaban  exhibiéndolo por el pueblo para que la gente lo viera. ¡ESE ES UN BICHO BONITO Y FEO! Decía la gente que era un oso polar. En Tucupido para los años cincuenta y a mediados de los sesenta siempre había gente que venían al pueblo exhibiendo animales que eran muy difícil de ver, como cualquier otro y la gente se aglomeraba para verlos, como es el caso del día que trajeron un oso hormiguero, una vez también trajeron un camello, el circo que vino con leones, tigres y elefantes y los simpáticos monitos, el indio que vino con un plumaje en la cabeza y un animal que llamaba  guaripete, ese si es verdad que nadie lo vio, solamente el que lo trajo. Todo eso llegó al sector “El Tranquero”, otrora llamado Calle Real.

Para la década de 1920 Tucupido sigue siendo un pequeño pueblo, habitado por gente muy trabajadora, sobre todo en el agro, comienzan a fundarse escuelitas privadas y también los niños y jóvenes de la época comienzan a incursionar en la música y la poesía. En esta década el 20 de abril del año 1920 nace mi madre Inés María, quien también me habló mucho acerca de vivencias de esa época, de cuando iban a recibir clases en la escuelita evangélica de  la maestra María Migdalia, de la ropa que usaban en la época, los vestidos largos hasta más debajo de las rodillas, bien entalladitos y con las mangas largas, y con un lazo en la cintura, el pelo largo, las crinejas, la pollina, los velos para ir a la misa. También me contó como pilaban el maíz para hacer las arepas y que desde muy pequeñas las niñas tenían esa tarea que cumplir. A pesar del trabajo eran tiempos bonitos y de mucho respeto. Se oía mucho la música de Gardel, Andrés  Cisneros y Valses Venezolanos y pasodobles.

En las navidades había mucha alegría, se preparaban las hallacas en familia, se hacía el tradicional dulce de lechosa, las familias se visitaban e intercambiaban platos navideños, las misas de aguinaldos eran muy alegres y al salir de la misa a comer las arepitas con queso, esta tradición duró hasta hace pocos años. Las mismas fueron despareciendo y en la actualidad se han tratado de rescatar.

Para  los años treinta en el barrio El Sol, tenía su habitación una señora, que era muy alegre y chusca y le gustaba mucho pintarse la cara, pero lo gracioso era que ella se pintaba las mejillas con onoto, los labios con cundeamor y las cejas con carbón, no era loca, sino que le gustaba usar esa pintura natural.

En la celebración de la Semana Santa había mucho respeto y devoción y tenían como tradición y costumbre, no comer carne para esos días santos, sólo podían consumirla los mayores de sesenta años, sin embargo, había muchas personas mayores de esa edad que se abstenían de hacerlo. Para esos días sólo se consumía pescado, pastel de morrocoy, era como obligatorio la preparación del dulce de coco, de ciruela , dulce de leche, arroz con leche, arroz con coco y los muy sabrosos bollitos hechos con maíz pilado y molido en la casa, los cuales forraban con hojas de maíz. Estos bollitos los guindaban en una cuerda, los hacían en gran cantidad para comer toda la semana. Yo recuerdo que cuando yo era pequeña, mi mamá seguía esta tradición, pero en la confección de los mismos la ayudaba una señora vecina muy amiga de la casa de nombre Victoria Aular, llamada por todos cariñosamente, doña Vitorita.

La Semana Santa de esos años, cada día salía una procesión, con una imagen diferente de acuerdo al momento que se estaba evocando o conmemorando. A estas procesiones la gente  acudía con mucho respeto y devoción.

En estos años también había la superstición de que la gente que se bañara un viernes santo se convertía en pescado. Esta tradición a mediados de los años setenta desapareció. Para esta fecha ya la Semana Santa comienza a convertirse en días de vacaciones en las playas y ríos. Sería bueno aclarar que había personas, muy pocas, que no creían en esa superstición de volverse pescado y se bañaban el día viernes de Semana Santa. Yo recuerdo que a mediados de los años sesenta, siendo todavía una niña, yo sentía miedo de bañarme el día viernes, porque los mayores nos hacían sentir ese temor, cuando nos decían, si te bañas te vas a volver pescado, por eso cuando me iba a bañar le decía a mi mamá que estuviera en la puerta de baño, para que me cuidara mientras estaba bajo la regadera, yo sentía que con mi mamá allí cuidándome iba a contrarrestar todo, nada me iba a pasar, me sentía súper protegida.

Volviendo a los años treinta, en estos tiempos para Semana Santa, también se realizaban muchos juegos como trompo, metras, zaranda, pares o nones, las agujas y el muy divertido trompito, que consistía en un trompo, hecho de madera, con cuatro caras, una cara tenía escrita la palabra saque, otra la palabra meta y así sucesivamente las palabras deje y todo. Era un juego muy divertido que fue pasando al olvido y casi siempre terminaba con la palabra burususo, que significaba que el que ganaba más caramelos, los demás jugadores le hacían cayapa y se los quitaban todos, y era como una broma. Este juego para los años sesenta, hasta los ochenta todavía se jugaba con mucho entusiasmo, en la actualidad se juega muy poco o tal vez estaría mejor decir que está olvidado. Ahora Semana Santa para la mayoría de la gente es sinónimo de playa, ríos, bingo, dominó, bolas criollas, otros.

A mediados de los años treinta Tucupido todavía era un pequeño pueblo, con pocas calles, y las casas cercanas a la plaza, la mayoría de estas tenían corrales llenos de ganado y los mismos se paseaban por el pueblo y la pequeña plaza siempre llena de vacas, porque en las noches estas se posaban en ella. Por lo que la autoridad de la época se veía en la necesidad de limpiarla todos los días, y para ello utilizaba a los presos, quienes todos los días tenían que realizar esa tarea.

Igualmente en la Calle Sucre, había una casa sola, que tenía un corral detrás, lleno de ganado, este corral daba con la placita El Sol, razón por la cual ésta siempre estaba llena de ganado y por las calles aledañas, también siempre había ganado acostado en las calles, por lo que las personas que se veían en la necesidad de transitar por estas, siempre tenían que caminar esquivando el ganado. En esta casa ordeñaban las vacas y vendían leche y queso al pueblo. Me imagino que esto era algo muy bonito digno de ser plasmado en un cuadro y exhibirlo en la pared.

Para estos años ocurrió también un acontecimiento muy importante en Tucupido, la construcción de un campo para jugar pelota, Este se realizó por la iniciativa que tuvieron unos jóvenes de esa época, entre otros Fernando El Vate Aular, Ramón Díaz, quienes a fuerza de machete limpiaron un terreno que estaba lleno de maleza, ese terreno es precisamente el lugar donde se construyó la E.B.B. Narciso  López Camacho, este grupo de jóvenes con mucho afán y entusiasmo lograron su objetivo. Una vez terminado decidieron inaugurarlo y como fecha escogieron el 17 de Diciembre, para rendir honores a nuestro Libertador Simón Bolívar, porque precisamente para esa fecha se estaría conmemorando el centenario de su muerte.

Para estos mismos tiempos, en el lugar donde se encuentra actualmente la Alcaldía, en toda esa manzana comprendida entre la calle San Pablo y Zaraza – Roscio y Salón  solamente había una casa grande y con un gran salón, (antiguamente lo que había en ese lugar era una laguna, que la quitaron por razones de salud) en la misma funcionaba una escuelita privada atendida por unas mujeres de apellido Medina, que vinieron de Santa María de Ipire para Tucupido con una escuela para niñas (para esos tiempos no existía la escuela mixta) a quienes siempre visitaba un señor que  también era maestro de nombre Próspero Infante, a este señor le gustaba mucho escribir poemas. Entre otros les presento un extracto de unos de sus sonetos recordado por el Vate Aular:

Yo adiviné de lejos tu venida

envuelta en suaves gasas transparentes

y fuiste para mi espíritu doliente,

como vaga noctámbula dormida

 

tu rojo labio de sangrienta herida

posóse con piedad sobre mi frente

y ese beso de amor puro y ardiente

dulcificó las penas de mi vida

 

También para estos años se hacían carreras de caballos en la Calle Sucre, a las mismas acudía mucha gente, pero luego estas fueron trasladadas para la Calle Zaraza. Los caballos arrancaban de Ramonote (se llamaba Ramonote porque por allí cerca vivía un señor que se llamaba Ramón) y la meta era en la esquina del Tranquero, para ese entonces Centenario. A estas carreras al igual que en la Calle Sucre asistía mucha gente y también hacían muchas apuestas. En estas carreras corría un caballo de nombre Canelón y su dueño era el señor Lucio Soto, este caballo siempre era el ganador.

La esquina del Tranquero, siempre ha tenido mucha suerte para el comercio y a ella siempre ha acudido mucha gente. Actualmente El Tranquero es un centro siempre ocupado por muchos buhoneros y vendedores de alimentos, restaurantes, quincallas, panaderías, pequeñas tiendas, otros. Hay también mucha afluencia de gente de los caseríos rurales, barrios vecinos y urbanizaciones de todo el pueblo. Los días sábados y domingos, los feriados, diciembre, Semana Santa hay gran concentración de gente que da la impresión de que se estuviera celebrando una feria, es un sector muy alegre y pintoresco y sus habitantes de mucho respeto, cordialidad y armonía.

Cuando se habla del Sector El tranquero no se puede dejar de mencionar, la bodega La Cariñosa, que ya tiene muchos años, y es conocida en todo el pueblo. La misma tiene una gran afluencia de clientes, la mayoría del sector rural, Pero la bodega que dio inicio a este punto de comercio, fue la Bodega ”La Buena Fe”, del Vate Aular, bodega que se mantuvo desde los años cuarenta hasta el año 2003, cuando su dueño decidió cerrarla. En esta bodega siempre se encontraba el artículo que la gente buscaba.

Es importante hacer la mención, de que el sector “El Tranquero”, antes formaba parte del barrio “Centenario” y haciendo historia, el barrio Centenario, era un sector pequeño, con pocas casas y calles, por la parte norte y sur no había calles sino montarascales. A finales de los años cuarenta, estando mi padre (El Vate Aular) ejerciendo el cargo de síndico en el Concejo Municipal, tiene la idea del proyecto  para abrir nuevas calles. Según él cuenta, el acepta este cargo con la idea de llevar a la práctica ese proyecto, claro aprovechar la oportunidad que se le brindaba para beneficiar al pueblo. Su proyecto es aprobado y sin perder tiempo se inician los trabajos, para fiscalizar el mismo, él busca la ayuda de un señor amigo y vecino de nombre Evaristo Correa, quien realiza la función de caporal, a medida que se iban abriendo las calles, la gente estaba allí para obtener puestos para fabricar sus casas, son las casas y calles que actualmente vemos en nuestro sector y mucho más allá de sus límites. Yo diría que la mayoría de las calles de Tucupido fueron abiertas por este equipo de trabajo.

Para el año 1945, fue derrocado el Presidente Medina Angarita, se dice que su gobierno dio paso a una apertura hacia la democracia de manera lenta y gradual, en el mismo había libertad de prensa y no había persecuciones políticas, ni exiliados. Cuenta mi padre (El Vate Aular) que el día que derrocaron a Medina Angarita, él estaba en la ciudad de Caracas, ciudad a la que había viajado con el objetivo de comprar un violín. Mejor les cuento lo acontecido:

El primer violín de mi padre lo tajo un señor de nombre Pedro Reyes, él era de Zaraza y dueño de un transporte, con el que viajaba a Caracas a buscar la mercancía para traerla al pueblo (Tucupido) a las casas de comercio, porque para ese entonces, venían los agentes viajeros, ofrecían la mercancía y después ese transporte iba a buscarla. Este señor Pedro Reyes le trajo a mi padre un violín de Caracas, pero resultó de muy poca acústica, por lo que no tenía mucha sonoridad. Razón por la que mi padre lo cambio por otro que era un poco más sonoro, a una familia de apellido Medina. Él quería un violín más sonoro, porque la sonoridad es parte del virtuosismo del ejecutante; a manera de ejemplo, citó el caso del día que vino a Tucupido un señor de nombre Rodolfo Mogollón, un violinista de mérito que cargaba un violín muy sonoro, este señor después se fue para Ciudad Bolívar, tiempo después el mismo señor estaba tocando en el Socorro. Pero, esta vez el violín no tenía la misma sonoridad, claro era otro violín. La calidad del violín ayuda. Todo esto motivoó a mi padre para ir a Caracas a comprar un violín sonoro, de calidad, él fue acompañado del señor Marcos Bermúdez, iban a visitar la Casa del Músico y la Agencia Musical, donde vendían variedad de instrumentos de calidad, para ello tuvieron que pasar por el Sector del Silencio, iban a pie, porque el camión los había dejado en el garaje donde habían llegado, cuando caminaban de pronto escucharon detonaciones como de cohetes, pero siguieron su camino y de repente ven que viene gente corriendo por las calles y es en ese momento cuando se dan cuenta que había peligro, dejaron la calle, y se fueron pegaditos a la pared hasta llegar nuevamente al garaje y de allí pasaron a una pensión. Medina Angarita no quiso ensangrentar a Caracas y entregó el mando. Ellos vieron cuando arrojaron una bomba a Miraflores y el humo que esta expandía. Ese día en Caracas hubo fuego cruzado Luego vino la calma y fueron y compraron un violín, que lo que tenía bonito era el estuche, no era muy sonoro y regresaron a Tucupido. Yo digo el violín no era muy sonoro, pero cuando mi padre lo tocaba, se volvía melodiosamente sonoro.

Cuenta mi padre que en sus años de mozo, los fósforos eran de madera extraída de un carbol llamado curbaril, este es un árbol de madera aceitosa. Estos fósforos alumbraban como una tea, es decir como una antorcha, pero estas cajas de fósforos desaparecieron, parece ser que las prohibieron, porque en las cajas estaba la efigie del Libertador, y las mismas después que las utilizaban, las tiraban al piso y las pisaban. Esto se consideró como un irrespeto al libertador. Dice mi padre que por muchos años el guardó como una reliquia algunas cajas, pero las perdió.

Para estos años también se utilizaba el fogón, este tenía en el centro tres pailas y entre las pailas colocaban tres astillas de leña, algunas veces más de tres, y también tenían sobre el fogón un guarda candela, para mantener encendido el fogón. En los campos utilizaban un eslabón, el mismo consistía en una piedra que colocaban en la esquina de las casas para hacer candela, cuando se apagaba el guarda candela. A esta piedra le colocaban algodón, le ponían encima otra piedra y la golpeaban, para hacer chispas, y esa chispa provocaba candela la que utilizaban para prender nuevamente el fogón. Para los años cincuenta-sesenta en Tucupido todavía habían algunas casas que utilizaban fogón, entre otras la de las señoras Isidra Ojeda y Manuela Regio de Durán. Y actualmente en algunos campos todavía se ve el fogón.

Estos son hechos y costumbres del Tucupido de ayer que son parte de la historia de nuestro querido y amado terruño… CONTINUARÁ.

 

FUENTE:    

EVANGELISTA AULAR

INÉS MARÍA DE AULAR

FERNANDO AULAR (El Vate)

AUTORA:    Tula M. Aular D